03 abril 2017

La Vida Boheme más sureños y políticos en La Lucha, new wave poético de imágenes venezolanas

Una reflexión de Pepe Mujica inicia la tercera placa de La Vida Boheme, cerrando así la trilogía que inició con Nuestra y Será. El juego de palabras corresponde a como dice mi amiga Maily Sequera a "un proyecto, una carrera, como en otras disciplinas artísticas puede tener un pintor o un cineasta" en lo que se nota un estudio conceptual y un objetivo creativo sin improvisación. Para mi otro amigo, Israel Albornoz, LVB ahora es latinoamericano con influencias claras a Los Prisioneros y Bersuit Vergarabat, con una mezcla de new wave, baterías tribales y coros en portugués que les permite proyectarse (aún más) a nivel regional.



Ciertamente las guitarras quedaron en un tercer plano para darle protagonismo a la electrónica de baterías y arreglos sintéticos. Sin embargo, son las letras y la voz de Henry D'Arthenay las que realmente comandan esta lucha en que se combinan expresiones venezolanas, reflexiones políticas y ocurrencias que van desde la chispa criolla hasta la pura poesía sureña. LVB, aún con fallas de entonación y sin arreglos vocales siempre acertados, pasea por las analogías de los escritores del Cono Sur, las influencias ochenteras del rock contestatario contra el militarismo y traslados hacia imágenes naturales de Venezuela: araguaney, cachicamo y morrocoy, e incluso el control cambiario.

De esta forma se globalizan siendo tan locales que se hacen únicos. Porque hablan de Tokio y China como una referencia doble: política y geografía, lejanía y parecidos, similares diferentes. Y allí le tengo que dar la razón a Israel, porque suenan también a "Revés / Yo Soy" de Café Tacuba.

Y mi parte favorita, cuando dentro de esa nostalgia y reflexión sobre lo mal que todos estamos, recuerdan que individualmente somos poderosos, ciudadanos del mundo desde cualquier rincón venezolano -dentro y fuera del territorio- y también cosmos, añoranza y poesía, pero también arrechera, bochinche y mamarrachada. Esto pasa en las canciones "Pupitres de Fuego", "Mi Mar Mi Nada" y "Los Heridos", en que se celebra la diversidad, le admite y en lugar de caer en el lugar común de decir que no es como el común de los venezolanos hace lo contrario: "mi gente no se lleva y yo no soy tan diferente".

Así mismo, en cualquier idioma que hablemos, en cualquier país al que te hayas ido o estando en El Tigre, Palo Negro o Nirgua, esta música nos resuena al mismo tiempo como macro y micro, arriba y abajo, con sus guitarras chiquiticas que caben en medio de tanto sintetizador y coros con gancho, que se repiten en los círculos espirales e infinitos de Borges. Pero suenan olas y playas, por eso los tambores, pero también electrorock, new wave y reverberancias. Así culmina la trilogía La Vida Boheme.









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