03 agosto 2017

Votar como acción individual, rebelde y disidente

Hace años, cuando los blogs tenían su mejor momento, leía en el de Yoani Sánchez, Generación Y, que los opositores en Cuba asistían a las elecciones -manuales, vigiladas por niños y de segundo grado- para votar nulo al rayar con consignas y rechazo a un sistema de partido único en que votabas por quien era leal al gobierno para elegir luego a otros y así sucesivamente. También contaba las detenciones arbitrarias a su esposo, a activistas de DDHH, las torturas a opositores en la cárcel, el trámite infinito para un pasaporte o permiso de viaje.
Así mismo como narra la épica película chilena "No" y el documental "La caída de un dictador" sobre el movimiento Otpor en Serbia, después de varios traspiés, la oposición de cada uno de estos países se coordinó para asistir unida, con una campaña tan creativa como limitada, para en las condiciones de la dictadura, impulsar la participación y ganar las elecciones. Tanto como para desatar presiones internas: militares, políticas, sociales, económicas, para obligar o presionar a la renuncia. Sin banalizar lo sucedido en cada caso, no fue un solo tablero o grupo quien logró que pasara sino fue consecuencia de varios tableros jugados, incluyendo el electoral.
Con todo en contra se atrevieron a participar, porque como pasa en el deporte o en la vida, las reglas no siempre son justas, no siempre se cumplen, el otro no siempre es honesto y las circunstancias nunca serán perfectas: decides igual echarle bola y destacarte (como sabemos que ha hecho gente que hoy es clase media después de salir del barrio o historias épicas de vida que nos inspiran). Lo otro es conformarse y decir, ¿para qué molestarse?
De igual manera distintos voceros de la oposición, de la MUD y no, han pedido recordar el plebiscito de Pérez Jiménez, en el que la oposición asistió con un ente electoral presuntamente más equilibrado, pero que anuló primeros resultados, exilió a Jóvito y a Briceño Iragorry e inventó unos resultados un 20 de diciembre. Lo demás es la historia conocida del fragor de la lucha, clandestina en momentos, por las circunstancias, del PCV y AD, de la Generación del 28, y de grupos militares, para llegar al 23 de enero de 1958.
Bajo esas premisas fui, con mi familia, como otros 7,6 millones a participar en la consulta popular, un esfuerzo tanto político como popular, de organización, solidaridad, coordinación, planificación y voluntad, que superó anteriores épicas que conocimos para el revocatorio. Darle peso participativo al deseo imperioso de tener unas elecciones libres, universales y secretas, como debe ser. Las mismas razones que nos llevaron a no convalidar, sin presiones porque no somos funcionarios públicos, una ANC convocada de forma inconstitucional.
Y así mismo apoyaría que votáramos por candidatos opositores a las elecciones regionales. Porque hay que separar las acciones: así tuvimos el mayor logro electoral, político y emocional de la oposición, 112 diputados a la Asamblea Nacional. Hay quien dice que no vale la pena porque fueron desconocidos por el gobierno. Pero bajo esa premisa, ¿vale la pena protestar si te van a reprimir, vale la pena formar barricada y resistencia si van a acosar y allanar edificios y apresar jóvenes para torturarlo? ¡Claro que sí!
¿Cómo les ha ido a los protectores e institutos paralelos a las gobernaciones y alcaldía? Nada, fueron tan nulos que a muchos los relanzaron a la ANC para que por fin ganaran algo, entre ellos mismos.
Y pediría votar porque tú eres dueño de tus acciones, como el famoso poema Invictus que atesoró y nos legó Mandela, porque a pesar de las acciones destructivas del otro, tú eres dueño de tu alma, de tus acciones y decisiones, porque esa es la valentía de pegar el brinco cuando sentimos vértigo. Ir a votar es una rebeldía tremenda cuando es el gobierno quien, sin cesar, ha tratado de dinamitar la MUD como plataforma que agrupa y convoca ya no sólo a la mayoría opositora, sino las vocerías internacionales y de organismos mundiales, sino a grupos sociales no partidistas, que permitieron el inmenso logro de la consulta popular.
Al PSUV-CNE no le gusta la disidencia, es verdad, no permitió que Marea Socialista ni Vente se conformaran como partido, pero no ama a la MUD, una coalición que se formó cuando el gobierno apostó por la desunión, a dividir. Tanto que se robó la tarjeta de Min-Unidad que se usaba antes, intervino partidos que se habían pasado a la disidencia como Podemos y PPT, entre varios otros chavistas, y ha expulsado a cualquiera que en sus filas haya hecho críticas importantes. Le ha soplado al fuego de las diferencias ajenas ignorando las propias.
Claro que es sano criticar a la MUD, porque es perfectible, pero desmaterializarla sería un gran favor a una dictadura que ha sembrado cizaña y diferencias de distintas formas para buscar dividirnos, al eliminar una vocería unitaria ante actores internos y externos como coalición. Y claro que han tenido que actuar a veces bajo sombra, hemos visto la persecución, la represión, la violencia estatal, hay cosas que se deben hacer de forma velada, la clandestinidad es parte de la lucha contra la opresión, mientras que cumplir con leyes y procedimientos, para elegir a magistrados del TSJ y rectores del CNE, no solo debía cumplir con esperar hasta Octubre de 2016, sino hacer un trabajo político subterráneo y callado, de asesoría jurídica y movilización, para conseguir a quienes quieran tanto conformar desde la sociedad civil los Comités de Postulaciones hasta quienes se presentaran como posibles candidatos.
¿O como se dijo del desconocimiento del voto se dirá lo mismo de magistrados que han sido detenidos? ¿Qué pasaría con rectores alternos? ¿Vale la pena entonces nombrarlos si no van a ser reconocidos o allí no vale la misma lógica de antes para decir que no vayamos a elecciones? Hay un mandato del 16J, pero no es designación, y hace falta un procedimiento en que muchos se exponen sin ser caras conocidas, que de ser apresados no tendrán la misma exposición que otros.
La renovación es necesaria, aún así, se exigen nuevas formas de lucha, maneras distintas a las ya ensayadas, incluso recobrar la diversidad que hace semanas se reconoció al convocar a jubilados, mujeres o estudiantes, pero se puede protestar y votar, se puede participar de formas en que cada vez más personas se incluyan y se puede/debe resistir y luchar asumiendo los inmensos costos de hacerlo desde aquí, en el país, donde te pueden tumbar la puerta, porque la normalidad a la que aspiramos requiere de muchísimas cosas, más que una máquina del tiempo, pero sobretodo, la esperanza de que estando aquí siempre podremos hacer algo para cambiar las cosas.
Y votar también está dentro de esas opciones. Aún con la farsa de los 8 millones. Como la negociación política para la salida democrática (así pasó en Túnez con elecciones mientras el gobierno aún estaba en el poder) y la presión internacional. El éxito tiene muchos padres y el fracaso es huérfano, así que en lugar de culpar a otro de "sostener a la dictadura", siempre debemos ser prospectivos, el paso que viene. Unidos siempre seremos más fuertes.

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