06 mayo 2018

Los autobuses cuánticos de Venezuela

En Venezuela hemos sufrido de un pésimo servicio de transporte público en las últimas décadas. Las hay de distintos nombres: busetas, autobuses, camioneticas o rutas, pero las conocemos porque suelen ser de la década de los 70, están deterioradas y sucias, pasan en un horario anárquico y las "paradas" provienen de la conveniencia o la costumbre de usuarios y chóferes.
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El otro problema es que no es un servicio público. Están en manos de privados que se han cartelizado para presionar por el precio del pasaje y gremialistas fosilizados en su puesto que jamás hacen renovación de las unidades, se quejan de apenas sobrevivir económicamente y estar en conflicto con los estudiantes, el gobierno y los otros conductores.
Esto ha empeorado enormemente en los últimos años, a pesar de la llegada de rutas públicas y subsidiadas de buses con rutas exclusivas (como TransBarca, BusCaracas o Trolebús aunque más conocidas como "los rojitos"), porque en ambos casos, la falta de repuestos, mantenimiento e hiperinflación están deteriorando cada vez más la posibilidad de prestar el servicio, llevando a huelgas y paralización técnicas de unidades de transporte.
Esto nos ha llevado a movilizarnos en unidades de transporte de carga, lo que es aún más inseguro y anárquico, mientras es llamado eufemísticamente "rutas comunales" por algunos personeros del gobierno. Así que a la escasez de medicinas, alimentos, dinero en efectivo o puntos de venta se suma el de autobuses.
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Cuánticos
En estas circunstancias o en las de hace algunos años, los autobuses en Venezuela retan la física clásica. No sólo por la habilidad del chófer de conducir balanceando el peso mal distribuido por andar con una capacidad desbordada de personas que cuelgan en el estribo (peldaños para subir a la unidad), lo que parece que llevará al volcamiento.
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Según la computación cuántica, ya no hablamos de bits que pueden valer 0 o 1, en las máquinas de procesamiento cuántica cada bit puede valer 0 y 1 al mismo tiempo. Un fenómeno aún en desarrollo, salvo en Venezuela, donde nuestras unidades de transporte ya tienen esa característica.

En un autobús venezolano se bajan tres personas de una unidad atestada y se logran subir diez más. Pero increíblemente, si descienden diez personas, es probable que apenas logren subirse dos a duras penas.
Al mismo tiempo, como en la física cuántica, los autobuses están llenos y vacíos al mismo tiempo si unimos esta vez un concepto de la física de Einsten: dependiendo del punto de vista del observador.

Un autobús con 32 personas sentadas puede tener además un par de decenas más de pasajeros, más o menos más o menos distribuidos y apretados, con una regla básica: la concentración es cada vez mayor mientras más cerca del chófer y de la puerta. Esto es, pueden caber unas ocho personas en un espacio de tres metros desde el final hasta cerca del conductor, y unas 16 en dos metros cuadrados desde allí hasta quien va con un solo pie dentro y el resto del cuerpo fuera.

Aún así, quien está en la parada asegurara que el autobús va "vacío" porque cree que puede aún albergar a más ciudadanos. Sólo basta que los apretados del pasillo reduzcan aún más su espacio personal y casi se abracen. Pero ustedes comprendan la lógica repetida una y otra vez: "colaboren, todos nos queremos ir, no hay transporte" que se explica con una casa común: "es que la gente no se arrima" exceptuando al observador de pertenecer a la raza humana.

Al mismo tiempo, quienes están en el pasillo, demasiado cerca uno del otro y sus olores, cree que el autobús está "lleno". Incluso piden que no suban más personas, que "los suban al segundo piso" (como si nunca se hubiese dicho antes) y efectivamente tiene pocos incentivos para moverse. Siempre hay un "héroe", aquel que decide que "él sí se arrima" y logra pasar hasta el final del bús, no sin poner demasiado cerca sus genitales de todos quienes están en el camino. Su resultado es moral: nadie más se sube a pesar de su hazaña digna de un yoga con alto apetito sexual.
 
Aún más sorprendente es que quien pide que no suban más personas porque está "lleno" también ha sido quien desde la parada se queja porque el autobús "está vacío". Porque en Venezuela es usual que nuestra opinión no sólo se convierta en una verdad incontrovertible, única y demostrable, sino que quien no la comparta suele perder todo nuestro aprecio, respeto y consideración, rebajándose a un adversario. No importa quién sea, si somos del mismo equipo de béisbol, familiares, amantes del mismo tipo de música y con orígenes geográficos comunes. Somos cuánticos: nos amamos y odiamos al mismo tiempo.

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