En los trabajos hay todo tipo de personas. El gordito ingeniero comelón, la señora gorda que dice que no sabe porqué está gorda, la chama flaquita que no come, el sindicalista, el pana de todos, la chama bella, la señora Miriam o Yané (Yaneth) que siempre es la de limpieza, la que le cae mal a todo el mundo, el loco, el muy viejo, el muy joven, el pasante, y así, varias tipologías. Este grupo, sin embargo, tiene un punto en común: todos van al baño.
Resulta que llega el momento en que comiste hamburguesa de chuletón en el almuerzo, te sentiste enfermo por cualquier razón o te cayó mal el pabellón criollo que trajiste desde tu casa. Entonces escuchas el martillo de Thor: ¡brrrrroom!. Tienes que sentarte en el trono. Yo, sin la más mínima duda, pienso en el gordito ingeniero que descarga tanto como come, en la señora que desconoce la razón de su abdomen inflado, en el muy viejo y claro, en la señora Miriam (la de limpieza, también puede llamarse Gladys y vender Avón en la oficina). Allí, en esa sillita hueca, fría e inerte, también pusieron sus zonas innombrables y no bronceadas, dónde también debes sentarte tú.
El problema no es de higiene, allí está la cuestión. Yo le tengo paranoia a los baños laborales. No el mío actual, sino simplemente a los baños de cualquier trabajo, dónde sea. Incluso si no trabajo allí. Las razones son más que obvias, y Córtazar bien lo ilustró en uno de sus cuentos. Es terrible la ubicación de los baños en ese tipo de locales, porque están muy cerca de alguna oficina, están pegados a una pared del local siguiente, o la ventanita por donde huyen los gases innobles da a la calle. ¿El resultado?, qué muy fácilmente alguien diga: ¡sale, perro, fó! cuándo usted está en una actividad tan normal como lo es el comer, causante directa de esta otra.
Aún así, el problema es, como dirían los mercadólogos, el público interno. Supongamos que tú vas al baño en tu trabajo, a un proceso que toma más de 2 ó 3 minutos. Si tu oficina es movida, será muy fácil que alguien llame preguntando por tí, alguien toque la puerta o simplemente te llame por tu nombre. Naturalmente, ni el vigilante sabrá decir o no diría: yo creo que está en el baño. Porque cuándo uno va a eso, se siente como culpable, como si se estuviese llevando algo de la oficina para su casa, entras cuándo nadie te ve, para que no sepan cuánto tiempo llevas dentro, o si te ven al salir, piensen que apenas entraste 2 minutos antes. Esto se empeora si estando en el baño secretamente, escuchas:
- Jean, ¿estás por allí? Epa!. Sra. Miriam, ¿no ha visto a Jean?
- Ay, no sé, yo creo que salió.
- ¿Salió, pa´ dónde?
- No sé, ¿no está en su oficina?
- Claro que no, ya fui y no lo ví.
- Ahhhh, entonces no sé.
- Pst. Bueno, si lo ve, dígale que lo estaba llamando el Dr. Beteta.
- ¿Quién?
- Dr. Beteta
- Ah bueno, yo le digo si lo veo.
Y tú mientras te buscan, tratas de acelerarte, esperando que ellos también se apuren para salir cuándo se hayan disipado como tus olores, sin provocar que te llamen al celular o se queden esperándote por allí y te digan entonces que te llevan buscando como 15 minutos, qué dónde te habías metido o porqué habías tardado tanto, mientras piensas reflexivamente ante estas circunstancias: éste si es arrecho.
También puede suceder que sea un negocio, más bien pequeño, y sea necesario decir, ya vengo, voy al baño un momentico, y ese diminutivo no cumpla su objetivo. De nuevo, podrían llamarte o preguntar por tí, y un compañero o empleada diría: ya va, está en el baño. Uno sale como a los 10 minutos, mínimo, arreglándose bien el pantalón y la correa, tratando de verse lo más pulcro posible, y es inevitable sentirse incómodo al saber que la persona que te esperaba y ahora te habla con una sonrisa en la cara, juega en su mente con la sutil sospecha de pensar: este carajo estaba cagando.
Esos 10 minutos tampoco son fáciles, entre luchar para que no haya estruendos molestos, salir rápido porque alguien podría preguntar por tí para evitar alguna de las situaciones antes descritas y pensar en las otros cachetes que también se abrazaron a la poceta. Por eso es qué yo cuándo salgo del baño en esa situación y no veo a nadie, resoplo ¡¡¡ufff!!! no levanté sospechas.
Humor Confesiones Trabajo
Marvada sea! Es cierto, el problema es el público interno. Yo recomiento para tus pudores (identicos a los del Lucas de Cortázar :p) que uses el baño del estudio. También, arreglen el lavamanos del baño del segundo piso que ya me da paranoia el pasamanos de la escalera.
ResponderBorrarPD: Yo uso esos baños lo menos posible. Tengo mis razones, jajaja
Jajajaja muy bueno tu análisis. Con los baños de la universidad también pasa algo parecido, el problema en ese caso es aún mayor si se toma el cuenta el grado de limpieza (o de suciedad) de los baños...
ResponderBorrar"Uno sale como a los 10 minutos, mínimo, arreglándose bien el pantalón y la correa, tratando de verse lo más pulcro posible, y es inevitable sentirse incómodo al saber que la persona que te esperaba y ahora te habla con una sonrisa en la cara, juega en su mente con la sutil sospecha de pensar: este carajo estaba cagando."
ResponderBorrarJajajajajajaja buenisimo eso, es cierto, lo digo porque hasta yo lo he pensado!!
:) Si, todos lo pensamos, o hacemos que se piense. Ahora le tengo más miedo a los baños! Yo que entrevisto gente!
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