Se
nos va la vida en decir y saber cuándo hay o no luz. Si contamos las
horas, la mayoría del tiempo estamos en la oscuridad. La "normalidad" de
hoy extraña con rabia la de 2014 y 2017, cuando muchos se quejaron de
las protestas porque no se podía trabajar ni enviar a los chamos a la
escuela. Hoy cargamos agua para evitar un desastre sanitario en nuestros
baños y cocinas. Me he bañado en chorritos, cargado botellones por
escaleras, exprimido grifos. Cumplimos una semana sin que entre agua por
la tubería. Estamos sobreviviendo con un inmenso tanque comunitario que
ya va por la mitad.
Anoche la rebelión se veía, se escuchaba y olía. Desde mi casa se
divisaba el humo rojo y negro de cauchos quemados cerca de La
Encrucijada de Palo Negro. Pitazos, cacerolas, golpes a los postes de
luz. En la avenida apenas vimos pasar una moto así que supusimos que
habían cerrado la avenida Los Aviadores, donde ya se normalizó la toma
informal de agua en varios puntos de la tubería, con compañía policial
para evitar pranes y reventa de puestos.
El centro comercial estaba repleto, llenísimo, explotado. Me encontré a mucha gente bajo la misma tónica: tratando de respirar, huir del apagón, distraer a los chamos, escalar en la Pirámide de Maslow. Lo mismo vi en Estambul en medio de la primavera árabe en 2012. Casi no se da el viaje pero pudimos ir a la plaza Taksim, donde en las noches había protestas, tiros, arrestos y durante el día la ciudad caminaba normal, llenos los restaurantes y los bares. En los bares de la costa de la capital turca se celebraba cada noche. La rebelión es nunca en el 100% de los espacios ni de las personas.
Hoy amanezco con la noticia de la derrota del partido de Erdogan en Ankhara y retroceso en Estambul. Un respirito.
También confirmé el cierre de la avenida Los Aviadores esta mañana con tristeza y horror. Desviaron los carros hacia Río Blanco, lanzaron piedras, escombros, palos. Mi mamá aterrorizada tardó un par de horas en llegar a Los Samanes. Vio un hombre sin zapatos tirado en el suelo cerca de Don Genaro, y otros tratando de saquear la panadería y supermercado San Onofre de La Mulera.
Hubo dos mujeres heridas de bala en la Avenida Aragua. Lo que pasó en los barrios populosos de Caracas también sucedió en Cagua, Maracay, Caña de Azúcar y El Limón: represión asesina, desorden, caos, rabia, arrechera, indignación, cansancio.
No es política, ya ni siquiera es economía. Sin agua ni luz no se puede vivir.
Una ráfaga de tiros y explosiones cerca de la medianoche. Media hora después llegó la luz, al menos donde yo vivo, lo que no te termina de dar calma. Sigo con temor de abrir la nevera para que no se descongele aunque haya electricidad. Dejo de prender luces. Me niego a acostumbrarme pero los instintos a veces fallan.
Escribí esto a las 8 AM, no se envió. Se acaba de ir la luz de nuevo a las 10:30 AM. También de inmediato la señala de mi celular y el internet. Así que sospecho que de nuevo es nacional. Mi suegra estuvo repartiendo entre la familia los vegetales y verduras que eran para los chamos de la escuelita de San Vicente antes que se pudrieran. Seguimos sin clases, sólo hubo ocho días durante marzo y empezamos con suspensión indefinida. Apenas hemos podido hablar con algunas maestras. En la escuela, a la que le llega el agua poquísimas veces, está gravísima.
Pd. La luz volvió a las 9 PM pero no lo pude publicar hasta ahora, 4:40 AM del día siguiente.
El centro comercial estaba repleto, llenísimo, explotado. Me encontré a mucha gente bajo la misma tónica: tratando de respirar, huir del apagón, distraer a los chamos, escalar en la Pirámide de Maslow. Lo mismo vi en Estambul en medio de la primavera árabe en 2012. Casi no se da el viaje pero pudimos ir a la plaza Taksim, donde en las noches había protestas, tiros, arrestos y durante el día la ciudad caminaba normal, llenos los restaurantes y los bares. En los bares de la costa de la capital turca se celebraba cada noche. La rebelión es nunca en el 100% de los espacios ni de las personas.
Hoy amanezco con la noticia de la derrota del partido de Erdogan en Ankhara y retroceso en Estambul. Un respirito.
También confirmé el cierre de la avenida Los Aviadores esta mañana con tristeza y horror. Desviaron los carros hacia Río Blanco, lanzaron piedras, escombros, palos. Mi mamá aterrorizada tardó un par de horas en llegar a Los Samanes. Vio un hombre sin zapatos tirado en el suelo cerca de Don Genaro, y otros tratando de saquear la panadería y supermercado San Onofre de La Mulera.
Hubo dos mujeres heridas de bala en la Avenida Aragua. Lo que pasó en los barrios populosos de Caracas también sucedió en Cagua, Maracay, Caña de Azúcar y El Limón: represión asesina, desorden, caos, rabia, arrechera, indignación, cansancio.
No es política, ya ni siquiera es economía. Sin agua ni luz no se puede vivir.
Una ráfaga de tiros y explosiones cerca de la medianoche. Media hora después llegó la luz, al menos donde yo vivo, lo que no te termina de dar calma. Sigo con temor de abrir la nevera para que no se descongele aunque haya electricidad. Dejo de prender luces. Me niego a acostumbrarme pero los instintos a veces fallan.
Escribí esto a las 8 AM, no se envió. Se acaba de ir la luz de nuevo a las 10:30 AM. También de inmediato la señala de mi celular y el internet. Así que sospecho que de nuevo es nacional. Mi suegra estuvo repartiendo entre la familia los vegetales y verduras que eran para los chamos de la escuelita de San Vicente antes que se pudrieran. Seguimos sin clases, sólo hubo ocho días durante marzo y empezamos con suspensión indefinida. Apenas hemos podido hablar con algunas maestras. En la escuela, a la que le llega el agua poquísimas veces, está gravísima.
Pd. La luz volvió a las 9 PM pero no lo pude publicar hasta ahora, 4:40 AM del día siguiente.
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