Edward Jenner (17 de mayo de 1749 - 26 de enero de 1823 en Berkeley) fue un médico y científico inglés que es considerado el padre de la inmunología. Recibió una sólida educación básica por parte de su padre, el reverendo Stephen Jenner. Sus descubrimientos cambiaron la medicina moderna, especialmente en lo que se refiere a la prevención de enfermedades infecciosas, como recoge una biografía publicada en Médico Plus aunque Clarín hace una mejor revisión histórica del médico y la enfermedad.
Jenner alcanzó fama mundial como inventor de la vacuna contra la viruela, cuyos descubrimientos fueron el resultado de años de investigación y experimentación. Estudió los efectos del contagio natural entre humanos y animales, así como los efectos protectores que se producen cuando se expone a un agente patógeno débil o atenuado. Estas investigaciones le llevaron a desarrollar la primera vacuna contra la viruela, que ha salvado millones de vidas desde entonces.
A pesar del reconocimiento mundial que recibió por sus descubrimientos, también hay quienes critican a Jenner por sus métodos experimentales. Sin embargo, su trabajo ha sido fundamental para el avance en el campo de la inmunología y ha permitido a las personas vivir con mayor salud y seguridad.
Jenner realizó un experimento polémico en el que inoculó a James Phipps, hijo de su jardinero, con pus de una enferma que había sido contagiada por su vaca, para crear inmunidad. Esta técnica fue diferente a la variolación, que utilizaba la viruela para crear una inmunidad a sí misma mediante una incisión en la piel para provocar una enfermedad leve. En un artículo académico que escribió en 1798, le dio el nombre de vacunas, quien apuntó luego que “Espero que algún día la práctica de contagiar la viruela bovina a los seres humanos se extienda por el mundo. Cuando llegue ese día, ya no habrá más viruela”.
Un reportaje de la BBC cuenta que fue una ordeñadora de vacas a quien atendió como médico quien le comentó ante una lesión en la piel que sabía que lo que tenía no era viruela porque ya le había dado antes, por lo que él recordaría también que en su juventud escuchaba decir que quienes trabajaban en el ordeño bovino no contraían la enfermedad, lo que llevó a deducir que tenía que ver con ese contacto estrecho. Sus descubrimientos primero trajeron rechazo, incluso de la comunidad científica, pero luego fue adoptada por Napoleón y la nobleza, lo que ayudó a su masificación.
Jenner fue atacado por los antivacunas de entonces, que creían que el humano sufriría consecuencias mutantes al desarrollar partes, pústulas o variaciones similares a las vacas. Increíblemente, casi tres siglos después, las teorías de conspiración y desinformación sobre las vacunas no han variado demasiado. La viruela, antes de la vacuna (sí, viene de la palabra vaca) había matado a unas 300 millones de personas en la historia, por lo que se le considera a este médico inglés como una de las personas que más vidas ha salvado en el mundo, gracias a un avance científico que no sólo permitió que saliéramos de la pandemia del COVID-19 sino de otras anteriores, así como otras que han alargado nuestra vida, evitado el impacto de otras enfermedades e incluso la erradicación de algunas.
Napoleón Bonaparte ordenó vacunar contra la viruela a su ejército en 1805. Esta fue la primera campaña de vacunación masiva de la historia. La decisión de Napoleón fue motivada por una carta que el médico Edward Jenner le escribió para instarlo a vacunar a todo su ejército para evitar que se propagara la enfermedad. El Parlamento francés había distinguido a Jenner en 1802 por sus descubrimientos sobre la vacuna contra la viruela y su remedio se había hecho común desde entonces. La condesa de Provence también contribuyó al reconocimiento de Jenner al promover su trabajo y animar a Napoleón a vacunar a sus tropas.
Irónicamente, Jenner tuvo que enterrar a dos hermanas y a su esposa por la tuberculosis, cuya vacuna se creó en 1921, más de un siglo después de su muerte, pero a la que colaboró póstumamente.
Escrito con la ayuda de Perplexity.AI.
Lea también: Efecto Dunning-Kruger: porqué es tan fácil opinar sobre lo que no sabemos nada (pero creemos saber)