Ayer, 1° de enero de 2024 se cumplió el primer año de reanudación de las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia. Hace un año un acto protocolar en el Puente Tienditas, rebautizado Atanasio Girardot, prócer colombiano de la Guerra de Independencia en Venezuela, vimos a Nicolás Maduro y a Gustavo Petro vestirse de blanco, encontrarse en el medio de la infraestructura y no cruzar la frontera.
El puente, nunca inaugurado, se mantenía bloqueado por contenedores metálicos, en recuerdo ingrato de el intento de cruce de ayuda humanitaria durante el gobierno interino de Juan Guaidó que terminó en el incendio de gandolas con alimentos y medicamentos después de una represión brutal a pesar de la deserción de decenas de policías y militares.
La refriega, que apareció como parte de la propaganda chavista, a pesar de la verificación del New York Times y Bellingcat que llevó a entender que fortuita e involuntariamente una bomba molotov de los jóvenes opositores cayó encima de uno de los camiones, sólo terminó en una gran sentimiento de decepción, después de un entusiasmo exacerbado por el concierto de días previos, así como la migración forzada de cientos de voluntarios que tomaron las calles de las ciudades de Villa del Rosario y Cúcuta, desbordando la capacidad operativa de todas las ONG y por supuesto, el eventual cierre de la frontera.
Esperanzas mitigadas
En perspectiva, un año después de la reapertura de la frontera, hay esperanzas mitigadas para los 3 millones de venezolanos sin origen colombiano y los otros 2 millones de colombo-venezolanos y colombianos retornados que vivimos en Colombia después de varios años de buenas noticias migratorias.
Desde el nombramiento de Armando Benedetti como embajador en Caracas, que junto al canciller Álvaro Leyva se plegaron a la narrativa de negación del éxodo venezolano y las razones de la misma, poniendo en duda las estadísticas de la ONU y la propia Migración Colombia, así como los cambios institucionales en esta última, incluyendo el cierre de la Gerencia de Fronteras -una oficina que hacía un trabajo con todas las instancias públicas y privadas de Colombia para la inserción e integración económica e institucional efectiva de los migrantes-, se notó el viraje narrativo y oficial sobre la migración venezolana en Colombia.
Petro, quien habló de tratarnos a todos como refugiados -lo que nos daría un estatus migratorio más alto que el actual-, no nombró el Estatuto de Protección Temporal para Venezolanos ni el Permiso de Protección Temporal en un año. Muy ideológicamente, ha hablado de migración como productos de las sanciones de Estados Unidos a Venezuela, como consecuencia del Cambio Climático y otros desvaríos políticos sin verdadera relación con las violaciones de Derechos Humanos, descalabro económico por decisiones absurdas o la persecución política extendida a toda la sociedad, lo que incluye la existencia de cientos de presos políticos y miles de heridos y muertos por represión violenta de las protestas y la disidencia.
Las luces al final del túnel, recuperar la conexión aérea, el comercio binacional, el paso migratorio legal y las relaciones consulares tardaron mucho más de lo esperado, se recuperó pobremente o apenas cambió. Tuvimos que esperar entre 8 y 11 meses para que varias líneas aéreas de ambos lados de la frontera obtuvieran los permisos en Bogotá y Caracas para volar frecuentemente, y aún está por verse si el aumento de la oferta y las alianzas entre gobiernos permitirán que los precios sean realmente competitivos. Y sin embargo, es el mayor de los avances, a pesar de haber tardado mucho más de lo deseable.
Ahora podemos solicitar el pasaporte en Colombia, pero entre los pagos por arreglar la situación migratoria en el sistema si saliste por trocha y/o sin sellar el pasaporte, si es que tenías uno, más los 120 dólares en efectivo que piden en la embajada como parte del trámite, aún hay quienes prefieren viajar a Venezuela a visitar a la familia para hacerse con el documento mientras en San Antonio tuvieron una pobre Navidad en contraste con una Cúcuta boyante, y aún Colombia le vende muchísimo más a Venezuela que lo contrario. La forma de equilibrarlo, mediante la venta de gas venezolano, está en medio de polémicas políticas y económicas, varios casos de corrupción y una infraestructura abandonada desde la época de Chávez-Uribe.
El 20 de diciembre estuve en Cúcuta, donde vi, hablé y almorcé con caminantes que aún llegan de Venezuela para llegar, al menos inicialmente, a Bogotá y Medellín, para irse a Estados Unidos por el Darién, devolviéndose de allá por no pudieron cubrir los elevados costos de migrar por la selva con el control del Clan del Golfo, volviendo de Perú y así, un millón de variantes de la recirculación migratoria.
¿Y ahora qué?
Por ahora, lo que se vislumbra es incertidumbre política en un entorno que parecía seguro, incluso a pesar de la confrontación con el gobierno de Maduro, así como la normal inestabilidad perenne que sentimos cuando nos vamos a país distinto al propio.
Migración Colombia cerró 2023 celebrando que entregó medio millón de PPT en 16 meses de gobierno, aunque el anterior entregó el triple en sólo 10 meses. El anuncio de "desvenezolanizar" la migración, que iba a llevar a abrir el compás del proceso de regularización a otras nacionalidades sólo ha llevado a llevar a los venezolanos a la oscuridad, sin traer a ninguna otra nacionalidad a la luz.
Conozco tres gringos que no lograron extender sus visados y andan por allí, irregulares, mientras que varios venezolanos con visas rechazadas y solicitaron el PPT pero quedó la sombra de duda tras varios meses de rechazos de visas de traspaso y residencia que afectó a miles de extranjeros europeos, asiáticos y americanos que estuvieron en vilo por un tiempo, sin explicación ni disculpas, cuando volvieron a aceptarlos.
La entrega de Alex Saab a Venezuela podría o no abrir un nuevo camino en las relaciones diplomáticas entre ambos países. Mientras Petro se ha ufanado de ser la inspiración de los acuerdos de negociación, aunque sus propuestas e iniciativas apenas si han funcionado, tiene un mundo interno que atender con miles de nuevos alcaldes, gobernadores y legisladores locales mientras sus reformas siguen trabadas en un Congreso en que no queda demasiado claro quienes están usualmente a favor y quienes totalmente en contra. Mientras tanto, las negociaciones con el ELN, con apoyo de Maduro, están también en el terreno de las esperanzas mitigadas. Los malos entendidos que han llevado a polémicas sobre el secuestro, la financiación de la guerrilla y la lentitud de la toma de decisión es una raya más en el tigre de la "paz total" de Petro.
Con ese pendiente que requiere de Venezuela, desde donde la guerrilla aún trafica y se involucra en operaciones de minería ilegal, ¿querrá o podrá promover o evitar Petro llevar al barranquillero a la justicia colombiana? ¿Presionará a Maduro para que las elecciones presidenciales de 2024 sean lo suficientemente competitivas para que deje el poder de forma ordenada? ¿Seguirá con su tesis de rechazar las inhabilitaciones políticas recordando la decisión de la CIDH en su caso y el de Leopoldo López para defender la tesis del derecho a la participación de María Corina Machado? Hay más interrogantes, y muchas sólo pueden caer en el terreno de la especulación, porque ciertamente el mandatario colombiano no ha dado señales claras de coherencia discursiva ni política.
Con Petro, mucho de lo que dijo ayer, es mentira mañana, mientras en otras que debería cambiar, no permite la posibilidad de ceder para el bien común. Aún así, desde un lado positivo, persiste en sus ideas de transformación ambiental, política, social y económica que pretende dar solución a viejas deudas históricas en Colombia, aunque en el plano internacional no ha tenido la incidencia democratizadora esperada. Su apoyo a Pedro Castillo en Perú y sus discusiones con Boric en Chile no dan luces claras, ni demasiadas esperanzas sobre cómo actuará sobre Venezuela en 2024. Por ahora, persisto en mis esperanzas mitigadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Habla, sé serio y organízate.