Lo decía Bolívar: pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Y de caudillos tenemos una seguidilla. Desde Guzmán Blanco hasta Pérez Jiménez, siempre se habían levantado las banderas del bolivarianismo para decir: yo soy el bueno, el propio, el que es. El mesianismo es problemático, porque no estás en contra de éste salvo que el salvador no sea el tuyo. Y a veces ni siquiera eso, sino que se hagan las cosas como yo creo. El mejor ejemplo lo encontramos en las luchas religiosas.
El Mesías viene con un mito. ¿Recuerdan el documental viral Zeitgeist? Repasaba como antiguos dioses precristianos también repetían aquello de nacer de vírgenes o en fechas que coincidían con eventos astronómicos especiales. Es decir, el elegido aparece rodeado de señales que certifican su proveniencia divina o única. Pueden bañarlo en luchas populares, venido de una familia específica o de una guerra.
Y eso hace que se reinterprete la historia. Así El Caracazo fue un levantamiento popular sin que ningún factor político de izquierda ayudara a empujar, promover y suscitar, el golpe del 4F fue una "rebelión popular" y Chávez no se murió, se multiplicó una vez que fue sembrado. Además, nieto de Maisanta, alumno de la escuela Zamorana y hasta pidió que Pérez Jiménez volviera. Estirpe militar-popular, un libertador nuevo, un nuevo Bolívar.
Y ahora, con el relanzamiento de Leopoldo López como candidato presidencial -algo que se evitan muchos voceros por ser anacrónica en momentos en que no hay señas de elecciones- se consagra un mito que reincide en beber del pasado, tiene actos propios y su propia neolengua que explica la posverdad.
La Salida (un error al jugar adelantado y solos al margen de la MUD y que arruinó la oportunidad ante la entonces muy reciente victoria electoral en las alcaldías) es presentada como un acierto político "y valiente" asegurando que "teníamos razón" aunque eso sólo erosionó a la oposición y creó rechazo, dándole la razón a un régimen que quería más excusas para reprimir y acusar de antidemocrática a la oposición. Ni hablar de las torpezas cometidas en las guarimbas.
A eso sólo le siguió el discurso (su "por ahora") de entrega, el encarcelamiento injusto, la épica estilo "Mandela" (¿dónde andará el abogado canadiense que iba a encabezar la defensa?) y la visibilización realizada por Lilian Tintori. Esto sin olvidar su relación sanguínea, de verdaíta, con Simón Bolívar y su actual popularidad -como explica la teoría política: estando preso o muriendo y sin riesgos de estar en la calle-, pero también anteriores malas prácticas como imponer a Graterón en Chacao por encima de la MUD, su cuña del autobús con su cara en gigantografía y el "Sí se puede" peleado con Polar.
Obedecen a similitudes anteriores con el chavismo: personalismo, misticismo, semblante histórico y hasta su propio evento "espontáneo y popular" que, de nuevo, tuvo impulsos en partidos políticos y otros grupos.
Las encuestas dicen que uno de cada cuatro personas votaría por un chavista y la misma cantidad de gente por un independiente, mientras la MUD acumula 45%. Es decir, la oposición tiene todas las de ganar pero en una opinión fragmentada, mientras moderados como Henri Falcón tienen más popularidad y menos rechazo que otros antihiéroes como Manuel Rosales, asoman la posibilidad de ser cara de una transición con mayor gobernabilidad que la que han enfrentado países como Brasil o Argentina con sus cambios de gobierno. El problema, de nuevo, son los extremos. ¿Quién puede conquistar a los descontentos del chavismo más allá del voto castigo?
En Venezuela Les Luthiers tienen razón: lo más seguro es que quien sabe, pero el problema del mito es que vivimos en un pueblo de memoria histérica, de ciudadanía pendiente y de apatía gozona. Mis estudiantes universitarios no supieron identificar a ministros, no saben qué ha pasado en el país hace más de 3 años y son orgullosos desinformados. Una mezcla peligrosa en que aconsejarlos puede sonar a regaño de viejo, como cuando se burlaban de mi franela de Guns N Roses en vez de escuchar Deep Purple o Led Zeppelin.
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