Vivir un ratico en Caracas permite reforzar una idea que aplicó Brasil cuando mudó su capital a Brasilia, construyéndola en el mero centro geográfico y en 5 años llevándose a un gentío donde no vivía nadie. El propio Chávez tuvo la intención con la Ciudad del Aluminio en Caicara del Orinoco, un proyecto "aguas abajo" cerca del caudaloso río que se llevaría 500 mil personas a trabajar en miles de empleos relacionados con la bauxita y productos terminados, y que obviamente está atrasadísimo y olvidado.
Uno se cansa de oír, y leer en redes con la respectiva foto, que quien dividió al país fue la IV República, con una Caracas partida por una autopista entre los ranchos de los cerros -que están igual o más repletos- y las urbanizaciones del este. Pero ni una vez escucha un plan para "repoblar el interior" o mantener a la gente en sus regiones. Prefieren concentrar una gran masa electoral, clientelar y amontonada en la capital -donde no hay cortes programados y ahora es que conocen de colas y escasez-, mientras dejan los estados a la merced de los empleos públicos y pequeñas y medianas empresas.
Una de las principales misiones de la próxima Asamblea Nacional debe ser el federalismo: no solo sacar instituciones -y si es posible ministerios- de Caracas hacia regiones menos desarrolladas o más apropiadas para entes relacionados con derechos indígenas, agricultura o minería, sino también otorgar más potestades y atribuciones a los gobernadores.
Cárceles, autopistas y hasta cobro de impuestos deben estar en manos de quienes están más cerca, las usan y conocen. Mientras los penales deben salir de la capital. Los polos de desarrollo no pueden seguir en manos de "vicepresidentes territoriales" que siguen despachando desde la capital y visitando unos días para la foto junto a la gente del barrio.
Hay que superar el "lo demás es monte y culebra".