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02 enero 2024

Un año de reapertura de la frontera colombo-venezolana: esperanzas mitigadas con posibilidades de puente aéreo

Ayer, 1° de enero de 2024 se cumplió el primer año de reanudación de las relaciones diplomáticas entre Venezuela y Colombia. Hace un año un acto protocolar en el Puente Tienditas, rebautizado Atanasio Girardot, prócer colombiano de la Guerra de Independencia en Venezuela, vimos a Nicolás Maduro y a Gustavo Petro vestirse de blanco, encontrarse en el medio de la infraestructura y no cruzar la frontera. 

El puente, nunca inaugurado, se mantenía bloqueado por contenedores metálicos, en recuerdo ingrato de el intento de cruce de ayuda humanitaria durante el gobierno interino de Juan Guaidó que terminó en el incendio de gandolas con alimentos y medicamentos después de una represión brutal a pesar de la deserción de decenas de policías y militares. 

La refriega, que apareció como parte de la propaganda chavista, a pesar de la verificación del New York Times y Bellingcat que llevó a entender que fortuita e involuntariamente una bomba molotov de los jóvenes opositores cayó encima de uno de los camiones, sólo terminó en una gran sentimiento de decepción, después de un entusiasmo exacerbado por el concierto de días previos, así como la migración forzada de cientos de voluntarios que tomaron las calles de las ciudades de Villa del Rosario y Cúcuta, desbordando la capacidad operativa de todas las ONG y por supuesto, el eventual cierre de la frontera.

Esperanzas mitigadas

En perspectiva, un año después de la reapertura de la frontera, hay esperanzas mitigadas para los 3 millones de venezolanos sin origen colombiano y los otros 2 millones de colombo-venezolanos y colombianos retornados que vivimos en Colombia después de varios años de buenas noticias migratorias.

Desde el nombramiento de Armando Benedetti como embajador en Caracas, que junto al canciller Álvaro Leyva se plegaron a la narrativa de negación del éxodo venezolano y las razones de la misma, poniendo en duda las estadísticas de la ONU y la propia Migración Colombia, así como los cambios institucionales en esta última, incluyendo el cierre de la Gerencia de Fronteras -una oficina que hacía un trabajo con todas las instancias públicas y privadas de Colombia para la inserción e integración económica e institucional efectiva de los migrantes-, se notó el viraje narrativo y oficial sobre la migración venezolana en Colombia.

Petro, quien habló de tratarnos a todos como refugiados -lo que nos daría un estatus migratorio más alto que el actual-, no nombró el Estatuto de Protección Temporal para Venezolanos ni el Permiso de Protección Temporal en un año. Muy ideológicamente, ha hablado de migración como productos de las sanciones de Estados Unidos a Venezuela, como consecuencia del Cambio Climático y otros desvaríos políticos sin verdadera relación con las violaciones de Derechos Humanos, descalabro económico por decisiones absurdas o la persecución política extendida a toda la sociedad, lo que incluye la existencia de cientos de presos políticos y miles de heridos y muertos por represión violenta de las protestas y la disidencia.

Las luces al final del túnel, recuperar la conexión aérea, el comercio binacional, el paso migratorio legal y las relaciones consulares tardaron mucho más de lo esperado, se recuperó pobremente o apenas cambió. Tuvimos que esperar entre 8 y 11 meses para que varias líneas aéreas de ambos lados de la frontera obtuvieran los permisos en Bogotá y Caracas para volar frecuentemente, y aún está por verse si el aumento de la oferta y las alianzas entre gobiernos permitirán que los precios sean realmente competitivos. Y sin embargo, es el mayor de los avances, a pesar de haber tardado mucho más de lo deseable.

Ahora podemos solicitar el pasaporte en Colombia, pero entre los pagos por arreglar la situación migratoria en el sistema si saliste por trocha y/o sin sellar el pasaporte, si es que tenías uno, más los 120 dólares en efectivo que piden en la embajada como parte del trámite, aún hay quienes prefieren viajar a Venezuela a visitar a la familia para hacerse con el documento mientras en San Antonio tuvieron una pobre Navidad en contraste con una Cúcuta boyante, y aún Colombia le vende muchísimo más a Venezuela que lo contrario. La forma de equilibrarlo, mediante la venta de gas venezolano, está en medio de polémicas políticas y económicas, varios casos de corrupción y una infraestructura abandonada desde la época de Chávez-Uribe.

El 20 de diciembre estuve en Cúcuta, donde vi, hablé y almorcé con caminantes que aún llegan de Venezuela para llegar, al menos inicialmente, a Bogotá y Medellín, para irse a Estados Unidos por el Darién, devolviéndose de allá por no pudieron cubrir los elevados costos de migrar por la selva con el control del Clan del Golfo, volviendo de Perú y así, un millón de variantes de la recirculación migratoria.

¿Y ahora qué?

Por ahora, lo que se vislumbra es incertidumbre política en un entorno que parecía seguro, incluso a pesar de la confrontación con el gobierno de Maduro, así como la normal inestabilidad perenne que sentimos cuando nos vamos a país distinto al propio.

Migración Colombia cerró 2023 celebrando que entregó medio millón de PPT en 16 meses de gobierno, aunque el anterior entregó el triple en sólo 10 meses. El anuncio de "desvenezolanizar" la migración, que iba a llevar a abrir el compás del proceso de regularización a otras nacionalidades sólo ha llevado a llevar a los venezolanos a la oscuridad, sin traer a ninguna otra nacionalidad a la luz.

Conozco tres gringos que no lograron extender sus visados y andan por allí, irregulares, mientras que varios venezolanos con visas rechazadas y solicitaron el PPT pero quedó la sombra de duda tras varios meses de rechazos de visas de traspaso y residencia que afectó a miles de extranjeros europeos, asiáticos y americanos que estuvieron en vilo por un tiempo, sin explicación ni disculpas, cuando volvieron a aceptarlos.

La entrega de Alex Saab a Venezuela podría o no abrir un nuevo camino en las relaciones diplomáticas entre ambos países. Mientras Petro se ha ufanado de ser la inspiración de los acuerdos de negociación, aunque sus propuestas e iniciativas apenas si han funcionado, tiene un mundo interno que atender con miles de nuevos alcaldes, gobernadores y legisladores locales mientras sus reformas siguen trabadas en un Congreso en que no queda demasiado claro quienes están usualmente a favor y quienes totalmente en contra. Mientras tanto, las negociaciones con el ELN, con apoyo de Maduro, están también en el terreno de las esperanzas mitigadas. Los malos entendidos que han llevado a polémicas sobre el secuestro, la financiación de la guerrilla y la lentitud de la toma de decisión es una raya más en el tigre de la "paz total" de Petro.

Con ese pendiente que requiere de Venezuela, desde donde la guerrilla aún trafica y se involucra en operaciones de minería ilegal, ¿querrá o podrá promover o evitar Petro llevar al barranquillero a la justicia colombiana? ¿Presionará a Maduro para que las elecciones presidenciales de 2024 sean lo suficientemente competitivas para que deje el poder de forma ordenada? ¿Seguirá con su tesis de rechazar las inhabilitaciones políticas recordando la decisión de la CIDH en su caso y el de Leopoldo López para defender la tesis del derecho a la participación de María Corina Machado? Hay más interrogantes, y muchas sólo pueden caer en el terreno de la especulación, porque ciertamente el mandatario colombiano no ha dado señales claras de coherencia discursiva ni política. 

Con Petro, mucho de lo que dijo ayer, es mentira mañana, mientras en otras que debería cambiar, no permite la posibilidad de ceder para el bien común. Aún así, desde un lado positivo, persiste en sus ideas de transformación ambiental, política, social y económica que pretende dar solución a viejas deudas históricas en Colombia, aunque en el plano internacional no ha tenido la incidencia democratizadora esperada. Su apoyo a Pedro Castillo en Perú y sus discusiones con Boric en Chile no dan luces claras, ni demasiadas esperanzas sobre cómo actuará sobre Venezuela en 2024. Por ahora, persisto en mis esperanzas mitigadas.

27 enero 2015

Nos encanta la gasolina.


En un país gobernado por palabras, como dice Schemel, las creencias están alimentadas por el qué dirán, el me dijo un amigo y lo dijo la autoridad. Ahora, con lo micros "Energía para el pueblo" (sin resolver el tema de los apagones), de nuevo la retórica prepara el terreno para el aumento de la gasolina.
No cambió que la gasolina cuesta Bs. 3 por litro, al menos, para refinarla, sino que el déficit fiscal y la caída de los precios del petróleo transformaron el ingreso de divisas que mantienen el rentismo al que estamos acostumbradísimos.
No, no es el único beneficio que tenemos de ser un país petrolero. Al revés, era otra de las regalías representativas. Todo lo que ves alrededor se ha construido con lo que representa el 98% del dinero que entra en el país. Es como si en una familia de 30, solo trabajara una persona.
Las encuestas dicen que la mayoría está de acuerdo, pero en la calle no los encuentras. En un país con un promedio de 26 años por habitante, una parte importante del país sólo sabe de El Caracazo por cuentos, lecturas, videos o libros. Y no todos los que estuvimos (yo era un niño), rechazamos el aumento de gasolina que debería hacerse de forma progesiva y a largo plazo, pero la cultura del subsidio y el paternalismo estatal tiene profundas raíces y malos recuerdos. Los micros son el comienzo de lo que debería ser una campaña más amplia para presentar algo que es necesario pero es incómodo.
En un país inflacionario, rentista, solidario con PetroCaribe y regalando casas, torres eólicas y dinero a otros países, afecta a una sociedad que se acostumbró a soñar con el carro, a usarlo para comprar pan, para invertir, para ahorrar, para que el chamo vaya a la universidad, cuidar el catanare o comprar/vender uno usado
La medida, muy necesaria para dejar de quemar dinero y tapar el déficit (no son nuevos ingresos para otros usos sino para lo anunciado por Maduro que hará para ayudar a quienes más sufrirán las nuevas tasas de cambio que vendrán con SICAD y mercados nuevos), es impopular, es difícil de aceptar y tragar, sobretodo porque se nota, matemáticamente por los micros, que será más del 100% que ya se paga por propina.
Saben que estoy de acuerdo con el aumento: por el ambiente, la economía y las costumbres, pero también lo dijo Luis Vicente León: tendrá pérdidas políticas altísimas.
Recuerdo que según las cifras de Cavenez en Venezuela se solía vender cerca de 500 mil automóviles por año, antes de todas las regulaciones, entre 2007 y 2009, por ejemplo, lo que era mayor a la capacidad adquisitiva, crecimiento poblaciones y vías de comunicación del país. Nos encanta la gasolina porque es prácticamente gratis pero, se debe aumentar para bajar contrabando, pérdidas estatales y corregir las distorsiones.
Aunque me haga bien, odio las inyecciones y tener que vomitar a juro...