Un reciente estudio de la Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales (FLACSO), organización con sede en Costa Rica, presentado
en Ginebra, presentó cifras sobre la frecuencia de consumidores de alcohol en
el continente, cantidad de etanol puro consumo y la ingesta excesiva de alcohol, según cálculos de la ONU,
para nueve países de nuestro continente, revelando datos además sobre grupos de
edad, sexo y condición socioeconómica.
En primer lugar, y en contra de
muchas creencias, se determinó que en promedio, bebemos mucho menos y hasta con
prudencia en Latinoamérica con respecto a Estados Unidos, Canadá y Europa. Con ejemplos
muy destacables como El Salvador, donde 38.9% de los ciudadanos de ese país se
declaran abstemios, que no beben nunca alcohol. En México y Nicaragua también
hay alto índice que no bebedores: 29.1% y 23.1%. El promedio para la región
(que no incluyó a Chile y Argentina, altos consumidores de vino) es de 15% de
personas que jamás lo han consumido, lo que para la organización rompe un mito
que asegura que todos los hacen.
Consumo de alcohol en mayores de 15 años |
En el informe destacamos en Venezuela en tres renglones: mayor cantidad de personas que liban bebidas
espirituosas, un altísimo 83%, el mayor consumo de alcohol puro (lo que depende
de la bebida consumida y que aumenta con las más fuertes, y es más baja con la
cerveza) con 8.9 litros
por persona al año y además, la mayor cantidad de personas que ingieren más de cinco
copas al menos una vez a la semana, considerada una dosis excesiva por la ONU, y que en el país se
ubica en el 20.6% de los habitantes.
Somos superados en cantidad de
abstemios por Colombia, República Dominicana y Perú respectivamente, con 4.2%
5.6% y 6.2% de los ciudadanos. El 6.7% de los venezolanos nunca beben alcohol.
La encuesta, debe aclararse, es para personas entre 18 y 65 años, y fue pagada
–aunque aseguran en FLACSO que no influenciada- por Cerveceros Latinoamericanos,
una asociación que reúne a los productores de la espumosas de todo el
continente.
Mujeres se unen
El aumento del consumo en
Latinoamérica viene empujado, aunque en bajas cantidades, por el ingreso de las
mujeres en el mercado. Pero ellas sólo beben 2.3 litros de alcohol
puro al año, mientras los hombres alcanzan los 8,9 litros, el mismo
promedio en Venezuela –incluyendo ambo sexos-, lo que lleva a una conclusión
simple. En nuestro país en general bebemos tanto como la población masculina
del continente, lo que implica que el hombre venezolano bebe aún mucho más que
el latinoamericano promedio.
Más educación, más alcohol
Carlos Sojo, investigador de
FLACSO que presentó el informe, reveló que se consume más entre los 25 y 34
años, y esto aumenta con el nivel socioeconómico y educativo. Se derriba el
mito que el pobre bebe mucho más, aunque habría que considerar el tipo de
bebida, su grado alcohólico y la cantidad de dinero disponible para eso.
Ingesta excesiva
A fin de cuantificar el uso
nocivo de alcohol en América Latina, el estudio utiliza tres indicadores
básicos: 1) riesgo de largo plazo según consumo promedio de etanol diario; 2)
ingesta excesiva ocasional (binge drinking) definida a partir de al menos una
ocasión de consumo de 5 tragos o más por semana y 3) nivel IV Alcohol Use
Disorders Identification Test, (por sus siglas en inglés), examen de
diagnóstico médico desarrollado por la
OMS cuyo propósito es identificar personas con patrones de
consumo de alcohol peligroso y dañino.
El estudio arroja que el 9.5% de
los latinos exceden el parámetro de la
ONU sobre ingesta excesiva, que serían 60 gramos para los
hombres y 40 gramos
para las mujeres, equivalente a 4 o 5 copas al menos por semana. Entre los
bebedores este índice sube al 15% de los mismos. 22% de los hombres bebedores
de alcohol y sólo el 6% de las mujeres. En caso de “casos de dependencia que
requieren ayuda médica” es el 5% de quienes lo consumen.
Cerveceros Latinoamericanos
asegura que pagó el estudio para enfocar políticas públicas en los 18 países
donde tienen fabricantes con tres objetivos: respetar a los que no beben,
moderar el consumo excesivo y buscar el no consumo en grupos sensibles.
Psicología nuestra
María Angélica Alvarado,
psicóloga clínica egresada de la Universidad
Bicentenaria de Aragua, profesora de esta institución y
haciendo una suplencia en las consultas en el Centro Cardiológico Bolivariano
de Aragua, nos vertió luz sobre las causas que llevan al venezolano a beber
mucho más que el Brasil de las favelas y la Colombia de la violencia por la guerrilla. Señala
que inicialmente es una cuestión cultural. La mayoría de nuestras celebraciones
están relacionadas con el alcohol, además de la presión social sobre los
jóvenes para ser aceptados en grupos y finalmente, la inexistencia de sanciones
en las instituciones y la familia sobre el consumo de alcohol, incluso
excesivo, crean una impunidad que alienta la repetición del comportamiento.
“En el Servicio Comunitario
durante mi época de estudiantes, encontramos niños de entre 12 a 15 años con experiencias
de borracheras de ellos y sus amigos, y al preguntarnos sobre sus
representantes, podemos entender que son los adultos quienes organizan las
fiestas y propician estos comportamientos, cuando el padre muestra orgulloso la
primera rasca del hijo y la mamá cuenta como memorable la primera sopita de
pollo del hijo enratonado”.
“No hay sanciones, pues el rol de
la familia como ente de la sociedad se ha roto muchísimo y la figura de
autoridad se ha fracturado, lo mismo sucede con el cigarrillo y otras drogas,
ha bajado la edad de iniciación”, revela Alvarado, también miembro de la Sociedad Venezuela
de Psicología para la Salud.
La especialista insistió que son
conductas que son enseñadas, promovidas, y que difieren de lo que sucede cuando
es uno de los padres quien es alcohólico. “Hay casos de imitación pero también
de rechazo por el mal ejemplo de ridículo o comportamiento molesto, es más
propenso cuando te alientan y celebran, cuando no hay consecuencias de tus
acciones. Entonces el niño crece, y también lo enseña a sus hijos, en un
círculo vicioso. El sistema de valores no fue reforzado en nuestra sociedad
venezolano, por lo que somos cómplices de lo que sucede”.
Sobre el mayor consumo en niveles
educativos y socioeconómicos mayores, la psicóloga señala la mayor cantidad de
almuerzos y reuniones de negocios, muchas relacionadas con alcohol, y la
prioridad de gasto en alimentación entre los que poseen mayor ingreso, pero
desestima que exista relación entre lo socioeconómico y el consumo de alcohol.
“Las causas son muy diversas: un duelo no terminado, llamar la atención de la
familia o soledad, cada individuo es un caso particular”.
“La igualdad de género, que llevó
a las mujeres a mayores papeles laborales y sociales la enfrentó además al
riesgo de más presión social y a adoptar hábitos más masculinos, como el
consumo de alcohol y su exceso también, para la inserción en estos campos donde
estaba emergiendo, pero al mismo tiempo hay más casos de mujeres hipertensas y
diabéticas por lo mismo”.
La falta de reglas es una
constante en la disertación de la experta. “Las leyes en Venezuela no penan el
consumo público de alcohol, mientras no hay sanción moral de la sociedad. Vemos
que cuando se decreta una Ley Seca, se acuden a ciertas licorerías que violan
esta norma, pero no les pasa nada, siguen funcionando regularmente, por lo que
repiten constantemente este comportamiento. El ciudadano toma esto como
ejemplo, en una cultura de impunidad”.
“Tenemos una realidad incómoda,
como dice Al Gore, y es que tenemos una cultura que enseña a beber, que no lo
castiga socialmente ni jurídicamente, y que envuelve una repetición de la
conducta, en un país que está en pleno aprendizaje”, reflexiona Alvarado.
Felicidad aparente
“Como el ridículo, la felicidad
es un aspecto muy social, que varía entre cada persona, de esta forma, medirlo
puede ser muy difícil”, responde la psicóloga ante la reciente encuesta que nos
encumbra una vez más como quienes están más contentos con la vida que tenemos
en el mundo. “El venezolano es reticente, más que feliz, nos reímos de nuestros
problema como mecanismo de defensa para no preocuparnos por nuestros problemas,
los evadimos. Pero la felicidad es algo muy subjetivo, que incluso sería
irresponsable de definir”.
Tener una familia, estabilidad
económica y laboral puede ser la felicidad para algunos, pero para otros puede
ser la fama, salir de los problemas o alcanzar el éxito deportivo, incluso
señala la terapeuta que para algunos es una actitud de vida: “soy feliz no
importan las circunstancias, pero definitivamente depende de la personalidad,
por eso cuando estudiamos el caso de un paciente, debemos saber de donde viene,
cuáles han sido sus experiencias, las circunstancias que lo envuelven, cómo fue
criado”.