En Venezuela es muy difícil opinar sobre política, cualquiera sale desplumado. Bien sea en un salón de clases, en un concejo comunal o a través del Internet, todo el mundo es acusado de rabo de paja. Nadie tiene autoridad moral, ninguno puede lanzar la primera piedra. Esto ha sucedido siempre, no es un evento de rojos contra azules, ni de Cuarta contra Quinta; es parte de lo nuestro, del venezolanismo.
Por eso, cuándo alguien va a decir algo en este país primero justifica, califica, otorga honores o presta juramentos. "Yo conozco a un Guardia Nacional", "mi mamá que vivió en el 23", "ustedes saben las que he pasado yo", "mi hermana, la que se casó con ..." o con "y lo dijo uno de los suyos", empieza cualquiera argumentación que se precie de verdadera. Aquí nadie es pueblo, ninguno tiene la voz colectiva, todos son "ese eres tú, qué piensas así". Así que aquél que osa hablar lo hace desde la ignorancia, la manipulación o el interés, nadie habla por si mismo.
Por tanto, opinar -y más el periodismo de opinión- es un deporte de aventura en el cual te cantan foul por casi cualquier cosa -sigo con el chichón-, élites pequeñas poco representativas del sentir nacional o grandes masas anónimas que no suben cerro. Que si Primero Justicia son unos postcopeyanos ricachones y derechistas que malandrearon a PDVSA para obtener recursos. Que si la usan ahora de caja chica para misiones, petropolítica y Antoninis, sin hablar de las campañas políticas y quién sabe qué otro fin oscuro. Opiniones tan mediatizadas que uno no se acuerda si las Farc existían en el 2006, o si nos interesaban tanto.
Por tanto, opinar -y más el periodismo de opinión- es un deporte de aventura en el cual te cantan foul por casi cualquier cosa -sigo con el chichón-, élites pequeñas poco representativas del sentir nacional o grandes masas anónimas que no suben cerro. Que si Primero Justicia son unos postcopeyanos ricachones y derechistas que malandrearon a PDVSA para obtener recursos. Que si la usan ahora de caja chica para misiones, petropolítica y Antoninis, sin hablar de las campañas políticas y quién sabe qué otro fin oscuro. Opiniones tan mediatizadas que uno no se acuerda si las Farc existían en el 2006, o si nos interesaban tanto.
Nunca el debate es sobre un punto específico y nadie admite errores sin ser execrado por sus similares. PODEMOS recodar lo que dijo el Presidente en Cartagena hace unos años sobre nunca apoyar a las FARC, o la entrevista en CNN siendo candidato en 1998 cuándo dijo que en Cuba había dictadura y él entregaría el poder en "5 años o menos". La respuesta es ahora tangencial y esdrújula: campaña mediática imperialista para la entrega antipatriótica por parte de la oligarquía a los halcones de Bush. ¡Perro!, ¿quién no se come ese cuento en el país del Miss Venezuela y las telenovelas, de Sección Desaparecidos y Yuyito?
Del lado de la oposición es lo mismo: ahora es peor que en la Cuarta; la vaina ha empeorado en pobreza e inseguridad porque el Presidente no está con los pobres sino con los malandros y corruptos; nunca se había visto este desabastecimiento; entre otras tiquiti-tiquiti sobre los males del chavismo. De la misma forma, a Er Conde le pagó el gobierno, Hermán Escarrá es un hipócrita y los estudiantes fueron apenas "un apoyo moral", pero nadita de las "corruptelas" de adecos y copeyanos.
Tesis de ir y venir mientras todos le hacen ojitos a los Consejos Comunales, oportunidad real de política de base, lejos de la televisión y otros medios masivos; revisan Aporrea y NoticieroDigital a ver qué dicen de ellos y qué puedo usar en mi favor como el artículo de Bayly para joder a Antonini (¿ahora si te gusta, pelúa?) o alguna encuesta de baja popularidad presidencial; y van tanto como pueden a La Hojilla y Dando y Dando o Buenas Noches y Aló Ciudadano para apoyar la pre-candidatura.
Todos para agarrarse de cualquier hilito para descoser gritando: ¡ajá! y tanta paja que habló este.
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