Ver películas venezolanas se ha vuelto un acto patriota. A sabiendas de la terrible desgracia de la piratería, y el horrible comercial mal doblado que presentan en los trailers -mira, me saqué un 20 pirata, como tu traducción-, uno se niega a comprarlas quemaítas por ser "made in Venezuela". Pero uno no sólo va a verlas, remolca también a algún insulso/a que insistía en seguir viendo películas de comedia romántica o de "coñaza", y recomienda todo lo que pueda la cinta, no vaya a ser que los conocidos terminen viendo Entrenando a Papá.
Algunas cintas que he visto son las muy buenas Elipsis y Plan B. Se pueden ver las dos Miranda, que aunque tienen defectos y virtudes que se complementan, son dignas de gastarse los rialitos. He visto además la vaina buena, pero demasiado breve, de Ni tan largos ni tan cortos; la muy bien actuada por Carlos Mata y Mimí Lazo, pero horriblemente mal escrita de Mi Vida con Sharon y la puñalada malvada de 13 segundos, de factura maracayera pero de insultante aburrimiento con sus incensantes tomas de los fetos, sin ningún fin.
Por cierto, odié Puras Joyitas, una repetición noventera de las películas indie norteamericanas de sátira social y existencial, con narraciones en un supermercado y visiones de flashback jocosas/realistas. Es decir, ya basta de hablar de nosotros mismos y por lo menos busca un interlocutor válido, no el ¿peruano/cubano/nicaragüense? de Mario Cimarro.
Sin embargo, estas cintas cuya mayoría han sido financiados por el CNAC (Financiamiento 2008) y distintas instituciones del Estado, óperas primas la más de las veces, han tenido la traba de sólo poseer la promoción de blogueros, periodistas entusiastas (y entusiasmados) y algunos amigos famosos, compitiendo en desigualdad de condiciones con el cerro de producción hollywoodense. Esto sin hablar que por los altos costos de replicación, no llegan a tantas salas como se desearía. Aquí no hablamos de calidad sino de reglas de mercado, que no están jugando a favor de las producciones criollas.
Por eso, quizás podría entender que CINESUNIDOS no tenga mayor deber e interés en hacer una promoción extra y pagada por ellos para cintas que les cuestan mucho menos exhibir -dada las obligaciones de ley- para obtener mayor beneficios económicos en salas que en lugar de Encantada, pasen Más allá de la Cumbre, pues la diferencia siempre será abismal.
Lo que jamás podré entender porqué a la semana del estreno, cuándo solicité 2 entradas para ver ese documental sentido, íntimo, valiente y muy bien logrado estética y narrativamente que es Más Allá de la Cumbre, me hicieran la siguiente "advertencia" -Señor, eso no es una película, es un documental- ¡Vaya! Yo ignoré la procacidad de atreverse a decir que un documental no es una película, y dije tenazmente: -qué palabras tengo hoy- Yo no dije lo contrario, sólo dije 2 entradas.
Resultado: vimos el documental-no-película tres personas en toda la sala. ¡Claaaaaaaro! con ese susto, más de algún desprevenido dice Documental=History Channel y sale corriendo a pagar por Bee Movie. Una "advertencia" que lo que hace es asustar, sabotear y ahuyentar al potencial público. Lo curioso es que no me dijeron eso cuándo fui a ver el también documental Tocar y Luchar. No me dijeron que Ratatouille tampoco era una película sino una comiquita -bajo su misma lógica- y en Ni tan largos ni tan cortos, la gente estuvo a punto de saquear por no saber que en menos de una hora ya estaba en la feria de comida con una novia pidiendo sushi. ¿Qué gerente dio la orden insensata de decirle al público "no es una película"?
Yo mandé mi email de queja, y deposité mi papelito en el buzón de sugerencia. Aquí nadie se queja y así nada cambiará. El servicio al cliente en Venezuela -ya lo sabemos- es infernal. -No hay- te dicen mientras siguen escribiendo un mensaje de texto y sin verte a la cara. Te forman un peo por no tener sencillo y la cara de obstinación es la bienvenida a cualquiera Centro de Comunicación, donde lejos de tratarlo a uno como cliente, te gritan como enfilado al patíbulo nazi -¿Express? No hay cabinas-, volteando los ojos en lo que un despistado señor pregunta inmediato: ¿Cabinas? regañándolo como que el manual lo debe saber la gente y no el empleado -¡ay no, atender público es terrible!- No, señor, acabo decir que sólo express, fuera de cabina.
¿Y el documental-no-película qué tal es? Es sobria al comienzo, con unas imágenes panorámicas impresionantes que se fusionan con escenas de cámaras de seguimiento testimoniales que dan la impresión de estar escalando las montañas junto a estos aventureros. Quién conoce la historia de este alpinista, José Antonio Delgado, se notará sorprendido de verlo vívido, fuerte, atlético; con una sonriente esposa al hablar y un amigo entusiasta, pues luego la cámara se torna casi reality-show para mostrar la desesperación de su compañero al saberlo atrapado en una montaña, tras 10 días sin comida y sin rastro de regreso, mientras su mujer solicitó de varias maneras en Venezuela que se organizara una misión de rescate, apelando incluso al Presidente. Algo que nunca sucedió. Además, tiene un matiz infantil/mágico que le da un aire muy especial a este documental y que no vale la pena que se los adelante en lo más mínimo. Hay que ir a verla.
Epa, no dijistes si te gustó o no la película, digo, documental...
ResponderBorrarSi, Nina, insólito. Kbrón, cuándo describí la película le di calificativos positivos :) pero si, quizás faltó explayarme más.
ResponderBorrarQuejarse si funciona. Ya me llamó el gerente de la zona central de CINESUNIDOS. Al parecer fue una respuesta ante tantas quejas de la gente sobre el mentado documental, la gente quería ver algo como "Mi mascota es un monstruo" y se aburrieron con las aventuras, y fallecimiento, del alpinista venezolano. ¿Qué tal? Pero al menos es interesante saber que si, quejarse si funciona.
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