Una reflexión de Pepe Mujica inicia la tercera placa de La Vida Boheme, cerrando así la trilogía que inició con Nuestra y Será. El juego de palabras corresponde a como dice mi amiga Maily Sequera a "un proyecto, una carrera, como en otras disciplinas artísticas puede tener un pintor o un cineasta" en lo que se nota un estudio conceptual y un objetivo creativo sin improvisación. Para mi otro amigo, Israel Albornoz, LVB ahora es latinoamericano con influencias claras a Los Prisioneros y Bersuit Vergarabat, con una mezcla de new wave, baterías tribales y coros en portugués que les permite proyectarse (aún más) a nivel regional.
Ciertamente las guitarras quedaron en un tercer plano para darle protagonismo a la electrónica de baterías y arreglos sintéticos. Sin embargo, son las letras y la voz de Henry D'Arthenay las que realmente comandan esta lucha en que se combinan expresiones venezolanas, reflexiones políticas y ocurrencias que van desde la chispa criolla hasta la pura poesía sureña. LVB, aún con fallas de entonación y sin arreglos vocales siempre acertados, pasea por las analogías de los escritores del Cono Sur, las influencias ochenteras del rock contestatario contra el militarismo y traslados hacia imágenes naturales de Venezuela: araguaney, cachicamo y morrocoy, e incluso el control cambiario.
De esta forma se globalizan siendo tan locales que se hacen únicos. Porque hablan de Tokio y China como una referencia doble: política y geografía, lejanía y parecidos, similares diferentes. Y allí le tengo que dar la razón a Israel, porque suenan también a "Revés / Yo Soy" de Café Tacuba.
Y mi parte favorita, cuando dentro de esa nostalgia y reflexión sobre lo mal que todos estamos, recuerdan que individualmente somos poderosos, ciudadanos del mundo desde cualquier rincón venezolano -dentro y fuera del territorio- y también cosmos, añoranza y poesía, pero también arrechera, bochinche y mamarrachada. Esto pasa en las canciones "Pupitres de Fuego", "Mi Mar Mi Nada" y "Los Heridos", en que se celebra la diversidad, le admite y en lugar de caer en el lugar común de decir que no es como el común de los venezolanos hace lo contrario: "mi gente no se lleva y yo no soy tan diferente".
Así mismo, en cualquier idioma que hablemos, en cualquier país al que te hayas ido o estando en El Tigre, Palo Negro o Nirgua, esta música nos resuena al mismo tiempo como macro y micro, arriba y abajo, con sus guitarras chiquiticas que caben en medio de tanto sintetizador y coros con gancho, que se repiten en los círculos espirales e infinitos de Borges. Pero suenan olas y playas, por eso los tambores, pero también electrorock, new wave y reverberancias. Así culmina la trilogía La Vida Boheme.
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