27 febrero 2017

El début de Thank You Scientist te lleva a un lugar inexistente donde conviven saxofones, violas y guitarras progresivas

Después que descubrí a Thank You Scientist con "Stranger Heads Prevail", quienes cerrando el 2016 nos mostró cómo en un mismo disco pueden convivir el smooth jazz y el rock progresivo sin atropellarse, sino alternándose para dar cabida a un viaje extraordinario en que los escenarios van cambiando en cualquier momento. Así que después de este nuevo sabor, muy distinto al jazzcore de Zu o Shining, me fue inevitable irme de inmediato a su disco debut (también con Evil Ink de Claudio Sánchez, cantante de Coheed and Cambria).


En "Maps of Non-Existent Places" de 2012 aún no habían llegado al estilo pulido que les permitió conquistar audiencias más amplias, pero se tocan más detalles vanguardistas y experimentales en la forma de interpretación y composición, que incluso podrían recordar a Stradasphere.

Así que aquí también podrás escuchar confluir el intercambio incesante entre instrumentos de viento y de cuerdas con extravagancias propias del metal progresivo, pero en lugar de sólo experimentar la sensación de estar en una especie de concierto giratorio donde bandas distintas tienen distintos momentos frente al público, mientras en los interludios crean una complicidad que sirve de puente con momentos brillantes en que suenan al unísono, también hay intercambio de estructuras que le da riqueza interpretativa aunque lo aleja de públicos no conocedores o abiertos a experimentación.

Lo que puedes esperar son breakdowns de bajo y batería que dan espacio para que el saxofón y la guitarra distorsionada compitan con los sintetizadores, algo muy propio de la improvisación en jazz, produciendo una especie de hijo demente psicodélico que nace en la canción "Suspicious Waveforms", justo a la mitad del disco. A partir de entonces se complejiza: ya no sabes si escuchas rock tocado con violas y teclados, o jazz guitarrero. De nuevo, sin llegar a los extremos vanguardistas de Mr. Bungle, aunque apelando al virtuosismo veloz y los interludios de canciones dentro de canciones.

El début exhibe entonces cortes rápidos progresivos en los que se te acelera el corazón al escuchar acelerados riffs con poderosa percusión que se funden con los cálidos sonidos de la trumpeta y la caricia de los violines, que se trasladan a tus oídos en una sana competencia por tocar distintos puntos de estimulación sonora. En el tema "Blood on the radio" es quizás donde más se alcanza esto: jazz y metal comparten el mismo espacio por unos minutos en vez de ceder protagonismo, lo que lleva a un climax después de estar rodeado de atmósferas en que pareces viajar en el tiempo y el espacio: los músicos del sur de Estados Unidos de los 50 alegres de escuchar los solos vertiginosos y el bajo afrodisíaco del rock progresivo de los 70 que lograron incubarse de sus alocadas melodías de forma inesperada para presentar un universo igualmente lúdico: un mapa de lugares que no existen, una idea muy literaria, casi del realismo mágico.

En este primer larga duración (después de un EP de 2011) el septeto que parece una orquesta de jazz intervenida por rockeros, o lo contrario, se escuchan influencias de la música gitana, española, hindú o árabe, así como del hardrock y claramente, sobretodo en las voces, de Coheed and Cambria, más la fuerza del metal progresivo. El paquete: un híbrido único que es una joya de la instrumentación. Escúchalo

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