Esto es un mero descargo, pero cada vez que salgo a la calle me sorprendo muchísimo cuando veo personas usando mascarillas al aire libre. Veo un joven que sale del edificio para pasear a su perro con una mascarilla que le cubre casi toda la cara. Veo una señora que camina por la calle con las bolsas del mercado, parece que le pesan, pero tiene su mascarilla puesta. Luego un niño pequeño, con una camisa que tiene el logotipo de Batman, con la mascarilla puesta mientras corre juguetón por la calle.
En los más jóvenes me pregunto si es una fobia social, si es una muletilla emocional que les permite estar ocultos a plena vista, para evitar ser vistos, o si después de la pandemia, para algunos fue mucho más fácil seguir con esa costumbre aún siendo innecesaria.
Y claro que lo innecesario no significa que no pueda ser beneficioso. En ciudades contaminadas, como pasa en todos países de Asia, usarlos al aire libre reduce infecciones y patologías respiratorias, porque evitas o reduces que las partículas PM5 y PM10 que flotan en el aire junto al humo, cenizas y otras entren a las vías respiratorias, aunque no evites al COVID.
Me pregunto si otro factor tendrá que ver con la desinformación. De una enfermedad que no sabíamos nada, con una tasa de mortalidad relativamente baja pero que implicó millones de muertes por lo rápido que se contagiaba, hubo todo tipo de especulaciones y falta de certezas. Se dijo que te contagiabas del aire, luego de las monedas y hasta por tocar cosas, por eso se recomendaba usar guantes pero no tocarse la cara.
Lo que se entendió: si tengo guantes puestos, puedo tocar todo lo que quiera, pero se trata de una enfermedad respiratoria que se contagia persona a persona. Los estudios encontraron que menos del 0,01% de los casos podrían atribuirse a contagios por objetos. Lo que se entiende: no importa que el 99,9% de los casos sean por personas, me pongo mascarilla, guantes y viseras para andar con mucha gente alrededor y al aire libre sin nadie alrededor.
Claro, hubo muchísimos errores de comunicación y paranoia. Los científicos, médicos e instituciones que pidieron no usar la mascarilla salvo que tuvieras síntomas, luego dijeron que todos debíamos usarlas en espacios abiertos y cerrados para reducir el contagio mientras al mismo tiempo se imponían restricciones de circulación o cuarentenas.
Los periodistas nos montamos en eso, dar la versión oficial, porque había que proteger a médicos, enfermeras y otro personal sanitario en un momento sin suficiente producción de material quirúrgico para varios miles de millones de personas. Fue contradictorio, confuso y complicado. También nos equivocamos, pero la idea era ayudar a lo que pasaba globalmente, mientras se confundía la discusión con ideas políticas, teorías de conspiración y opiniones alegres.
Esto fue porque se explicó muy mal o no se entendió que se hablaba de reducir la transmisión comunitaria por medio de exposición a gotículas -malvadas palabras- con los tapabocas, mascarillas o barbijos, pero se entendió poco o nada que ofrecían muy poca autoprotección: la recomendación era por su efecto solidario, no servía tanto para protegernos sino para no contagiar a otros. Además, que las mascarillas sólo eran complementarias pero lo esencial era el distanciamiento social y lavado de manos.
Varios estudios encontraron que en hogares donde los tres miembros de la familia usaron mascarillas todo el tiempo, con un contagiado, finalmente llevó a que los otros dos también se contagiaran sin haber salido jamás de la casa. Más tarde se halló que mientras compartieras baño, cubiertos y espacios cerrados, era cuestión de tiempo. La mascarilla reducía que expusieras a los otros a tus mocos y saliva, pero no que ellos pudieran estar en contacto con ellos eventualmente.
Lo que se entendió: puedes ir a todos lados, con el bus, tren, Metro llenísimo de gente, con tal que uses de forma individual tu mascarilla, sin importar que los demás no. Las cuarentenas no hacen falta, no funcionan o causan más problemas. Y eso sin quitar las horribles y profundas consecuencias económicas, sociales y emocionales de las mismas, que fueron y son aún graves, que no tienen nada que ver con que fue un mecanismo de control, que no funcionaran para reducir el contagio o que eran peores porque la gente estaba en casa. Las nuevos casos de contagios a inicios de 2024 lo corroboran: sin cuarentenas hay un nuevo pico de casos por ser quizás la primera Navidad y Año Nuevo sin absolutamente ninguna restricción.
Con los mayores debió ser por la ladilla, la cantaleta y la insistidera que usaran las mascarillas, que ahora se quedó con que mejor la usan todo el tiempo, porque uno de cada 10 mil casos es por objetos y ellos son más vulnerables. No se entendió que el virus, aunque afecta mucho más gravemente a personas mayores y con enfermedades, no se contagia ni transmite más a esas personas.
Otro capítulo es la gente que estando al aire libre usa la mascarilla dejando la nariz afuera... ni mejor aire, ni fobia social... no los entiendo.
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