En los años en que Kurt Cobain, Billy Corgan, Chris Cornell y Eddie Vedder eran los reyes de un mundo sombrío, un trío de punketos de entre 20 y 21 años, Billy Joe Armstrong, Tré Cool y Mike Dirnt, con entre 20 y 21 años, publicaban un disco de "punk comercial" que el 1° de febrero de 2023 cumple 30 años de editado, recordándose como uno de los creadores del pop-punk, que tantas alegrías radiales nos ha dado, como el regreso de Blink 192 ha demostrado.
Un año, 1994, en el que también salieron discos de Frank Black, Pavement, Stereolab y Brainiac, que usando feedbacks de guitarra, herencia del post-punk y el noise e instrumentos vintage, rompían las estructuras del rock para presentar los primeros pasos de lo que sería el post-rock, el indie y el alternativo, delicia de los melómanos cultos y los críticos de música, mientras del otro lado del océano, bandas como Blur, Suede y Oasis se preparaban para comandar el tsunami comercial del britpop para dejarnos en el camino la grandeza inigualable e inalcanzable de Radiohead.
Es además el mismo año del Re de Café Tacuba, del Dummy de Portishead y de The Downward Spiral de Nine Inch Naisl. Los años 90, donde se perdieron las fronteras era el rock, la electrónica, el rap y el folclor, y aunque fue una década de oro para el metal extremo, especialmente el europeo, se borraban las barreras entre el metal y lo alternativo con la incursión de Alice In Chains, Deftones y Korn.
Cambio de era
En 1994 también murió Kurt Cobain.Y salía Dookie, con sus referencias gráficas en la portada a AC/DC y Black Sabbath, con letras de desamor, exploración sexual y sarcasmo, sin las disertaciones psicológicas del emo, ni el ocultismo del metal, sino con música que recordaba a Ramones y Sex Pistols desde una visión más melódica y accesible, totalmente californiana, que puso en boca de todos la palabra punk, para algunos una reliquia de la oposición a lo comercial, la industria musical y la promoción en medios de comunicación mientras para otro una palabra cool que jamás había escuchado. Ponme la pulsera de puyitas, por favor.
Y es que el video de Basket Case, grabado en una hospital mental abandonado, mostrando a un trío de jóvenes claramente punk pero capaces de producir una pieza de promoción que rotara en MTV, era la contradicción más odiosa y deliciosa. ¡Yo quiero esos pantalones de cuadritos!
Porque a pesar de las críticas de quienes los llamaron vendidos (como hicieron con Metallica cuando grabaron el video de One y ni hablar del "disco negro"), Dookie fue un éxito mundial, vendiendo más de 20 millones de discos. Estamos hablando que vendieron más el debut de Britney Spears y que The Score de The Fugees.
Dookie fue un éxito de ventas primero, y cultural poco tiempo después, pues abrió la puerta a una nueva generación de bandas que criados en el punk y el hardcore encontraban un canal de expresión más melódico y accesible sin perder total contacto con sus orígenes. Las ideas de Ramones estaban allí. Junto al disco Smash de The Offspring, que salió solo dos meses después, le abrían la puerta a Blink 182, Sum 41o Fall Out Boy, punketos que prendían la fiesta y tocaban riéndose, no llorando. Sin hablar de los premios y galardones acumulados, estar en todas las listas de mejores discos de punk, de la década y de la historia.
La música
El tercer disco de Green Day se grabó con más calma que los dos anteriores, éxitos del underground, que los llevó a que las disqueras grandes se pelearan por ellos. Y aunque Billie contó que las voces las grabó en muy poco tiempo, con los instrumentos por fin pudieron tomarse su tiempo, una diferencia que hizo que los riffs de cuatro acordes del punk sonaran bien, acoplados con los demás instrumentos y en tiempo. Digerible con distorsión ¡y diversión!
Porque con Green Day no sólo hablamos de un power-trío que suena más que la suma de los elementos, sino al contrario, le hacen honor a su estructura. Las baterías de Tré Cool, con un marcado golpe de redoblante, pequeños micro-solos a punta de golpes de toms (especialmente en Burnout y She) nos devolvían las ganas de hacer baterías en el aire porque había un tipo joven, desaliñado y cabello revoltoso que tocaba con precisión y energía, porque indudablemente aprendió a tocar sacando temas de reggae y ska.
Por otro lado, no podemos entender Dookie sin el sonido de un bajo perennemente presente, marcando melodía y a veces liderando, con un Mike Dirnt (Michael Ryan Pritchard) protagonista, una especie de Flea punketo. Juntos son una dupla que marca el sonido de Green Day desde entonces: una sección rítmica que ofrece melodía y compañía marcando una alegría potente.
Del otro lado, hay una guitarra que se escucha diáfana y rasgada al tiempo, acompañada por una voz que intenta hacer lo que Billie Joe hace con la definición del "power pop": la mejor música sobre la Tierra que no le gusta a nadie. Gritarte versos que podrían ser una balada y medir fuerzas antes que se desgarre la voz en tonos erráticos.
Y lo sabemos porque vimos muchos videos de Green Day, que se presentó en muchos programas de televisión, por que los vimos con sus cabellos de colores y pinchitos, sin elevadas crestas punks, su ropa alternativa pero sin los ganchos de bebé en las orejas, eran más ska que hardcore. Aún así, Billie se partía el brazo, babeaba y cantaba con su cabeza ladeada y la guitarra casi en el piso, mientras Mike mostraba que su bajo sonaba atronadoramente mientras tocaba con una pericia impresionante, que era apenas superada por la loca actitud de Tré Cool detrás de platillos y tambores, brincando y haciendo piruetas de forma histriónica.
Era punk, bien tocado, novedoso y al mismo tiempo, un recordatorio traicionero pero hábil de las raíces. Dookie fue un puente, que conectó los pubs ingleses con la energía transformadora estadounidense, que pasó por encima o por un lado del grunge y fue una autopista para mucho de lo escucharíamos en esa década maravillosa de los noventa, la mejor de la historia musical en mi corazón.
En retrospectiva
Lo que ahora parece ser un revival de apreciación por los sonidos y melodías de los 80 en el rock progresivo, o la mirada neo-soul y jazz en el pop y el hip hop, lo estaba haciendo Green Day hace 30 años, recordando el encanto de Beatles y Beach Boys desde un punto de vista punk. Anarquía en Los Ángeles.
Ciertamente, también estaban acudiendo al Zeitgeist de la década pero no bebiendo de The Velvet Underground, incluyendo teclados Moog o haciendo homenaje a The Melvins, sino escribiendo canciones personales, digeribles y divertidas, con humor negro y desfachatez, con los instrumentos de siempre, llevando el sonido subterráneo del punk a la producción discográfica comercial.
Los singles no podrían haber sido mejores, Longview primero (el mismo día del lanzamiento del disco), Basket Case después, Welcome to Paradise (sin video sino sólo radio en Estados Unidos y regrabada del disco anterior) y When I Come Around para finalizar. En lugar de hablar de canciones más débiles o menos logradas en este disco, que no es conceptual ni ópera rock, las menos extensas son complementos necesarios para entenderlo como pieza cultural e incluso interludios, con las excepciones de la genial In The End, para escuchar sin parar una y otra vez, así como la extraña y cómica All By Myself, la única escrita por Tré Cool, un tema escondido para cerrar el disco cuando veíamos los numeritos del CD retroceder y que se volvieron un extra obligatorio en esos albores de la música digitalizada.
También puedes leer mi reseña de Re de Café Tacvba, que también cumplió 30 años este 2024.
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