Muchas veces actúo irreflexiva e irresponsablemente, ya se sabe. Eso le da este toque especial que pocos desean y comúnmente se evita en la vida, pero que en la de los demás, se nos hace divertida. Todos se ríen cuándo otro se cae y se parte la cabeza, aunque luego lo llevemos de emergencia al hospital, siempre recordarás la experiencia sin poder evitar la carcajada.
Con la llegada del
GillmanFest, se confirmó una vez más: soy un rockero, un borracho y un izquierdista. Caña, socialismo y viva la muerte. Resultado: un fin de semana sin ninguna planificación, con la misma ropa, más de 48 horas sin batería en el cel, y bebiendo cervezas a 5 mil bolos. Un fin de semana en qué hablé más de política que de música, bebí más que lo que comí, y extrañamente, usé mucho Internet. Un excelente fin de semana.
Aunque ya sabía que me darían la cola de ida, me decidí un día antes por la llegada de mi pana Bladimir Ursic, a quién no veía hace 4 años, y quién también vivió en Holanda y España, aunque lleva 6 años en Berlín. Me podía quedar en su casa si no encontraba cola de regreso, pensé yo tras las 4 horas de sueño que separaron mi viernes de mi sábado antes de ir a Valencia, y me fui sin más preparación que mi ADN. En la autopista, con mucha más claridad mental, pero sin bolso ni carga en el celular, recordé que el plan era quedarme en casa de Bladimir hasta el lunes.
Ya en
Valencia, después de unas 10 cervezas baratas, compradas en la licorería de confianza, recordar viejos tiempos y darnos una buena comidita, el celular se apagó y jamás me vi con quién debía: panas de Caracas, Maracay y
Valencia, incluida una fémina quién pensó que apagué el perolito para meterme en no sé qué piernas o asunto ajeno a ella. Llegamos cuándo ya tocaba
Gillman, e hicimos una cola que rodeaba el parque y cruzaba una esquina, junto a un par de frías más. La cola era abismal pero muy rápida, no duramos más de 20 minutos en entrar.
La verdad sea dicha, el concierto tuvo un despliege logístico y de seguridad admirables, entendibles pues el organizador es
precandidato a la Alcaldía de Valencia, y rockero bolivariano financiado por varios entes del Estado. Así, Protección Civil, Policía y Bomberos estaban allí para que los guardianes del metal estuvieran tranquilos al beber en la calle, escuchar metal a todo volumen en algunos carros y hacer de las suyas con las costumbres tribales que nos identifican: gritos de anís, orinadas públicas, y terrorismo visual para doñitas.
Yo no conozco
Valencia, pero si puedo decirles que durante cuadras y cuadras, la marea de camisas negras invadió los alrededores del estadio donde sería el conciábulo metalero, y los vestigios se observaban por doquier, en derredor, si se quiere. Un rockero de camisa gris tirado en el suelo, que no llegaría a ver ni una banda, a una cuadra del sitio del concierto. Metaleros con celulares y cámaras carísimas, pero fieles al género, esperando hasta la hora límite para entrar a ver a los gringos; e importados de Colombia, Puerto Ordaz o Barinas, con su carros rotulados o en grupetes con acento característico, gritado a vox populi gracias al reconfortante vocal que obsequia el ron puro.
Para quienes no saben -o no les importa mucho-, el
Gillman Fest 2008 constaba de dos días. El primero, varias bandas nacionales en una pequeña tarima, llamada de la Juventud, y luego en la principal el propio
Gillman y los californianos
Testament. Totalmente gratis. El segundo día, no era para mí ya el mismo festival a pesar de estar en la misma locación, el
Estadio Misael Delgado de Valencia. La entrada fue "solidariamente" vendida a Bs. 150 en preventa, y Bs. 30 más en la puerta. Tocarían dos bandas locales nada más.
Una vez que entramos, fuimos requisados sin la violencia característica a pesar que había más cuerpos de seguridad que en una cumbre presidencial, y seguimos con nuestra ingesta de matacalor de cebada, pero ahora a ofensivos 5 Bs.F. Como no somos orgullosos, procedimos.
Gillman duró como 3 horas y recorrió todos sus éxitos, desde los clásicos de Arkangel hasta los nuevos temas revolucionarios e indigenistas que no me sé. La tarima y el montaje me recordaron a los festivales de Europa. Luces, tarima, andamiaje, todo era gigantesco y apoteósico.
Lo más divertido fue el popurrí y temas del disco
Escalofrío, así como los performances que los acompañaron. También durante el tema
Cacique Cuactemoc, salió un tipo disfrazado de aborigen con tres plumas de los colores patrios en la frente. Un indígena tan rockero que cabeceaba en las partes heavies. Luego vimos una muerta en el
Poema Negro, y muchos más fantasmas, representando las leyendas criollas. Muy nacionalista y rockero, tanto que temí una versión neo-folk-metalera de La Burriquita, pero hasta allá no llega aún.
Totalmente ebrio, y tras haber aspirado una patadita de algo que luego comprobé que si era lo que sospechaba, vimos a
Testament incapaces casi de hablar, pero impresionados con verlos en una alienación original, muy entusiasmados de estar ante 20 mil rockeros venezolanos según mi cálculo, y repasando mis temas favoritos. El concierto fue alucinante, aunque Bladimir y yo no nos cansamos de decirle a todo el que sinceramente no quería escucharlo, que ya habíamos visto la banda en un local en Zaandam, en los suburbios de Ámsterdam, con 15 personas de público, y con Steve Di Giorgo en el bajo.
Balbuceantes y alegres, gracias a la dosis de thrash metal, -especialmente de los discos
Souls of Black y
The New Order-, y embebidos en las mieles del alcohol, nos regresamos caminando a la casa de Bladimir, sin saber más nada de los panas Bernardo König y Álvaro Parra, de Blackstone, con quienes nos encontramos frente al puesto de cerveza, sin demasiada planificación.
Eran cerca de las 10 de la noche, y aún teníamos sed, así que nos fuimos para algo llamado el
Reda Building, al menos eso entendí, con una rockera que conocimos ni sé cómo, y que decía tener 20 años, lo cual dudamos ostensiblemente, pero ella insistió. El lugar tiene varios restaurantes y bares, y nos sentamos en uno que ponen videos de rock. Más birras a 5 mil, hasta que la Guardia Nacional, apostada en un punto de control frente a los locales, nos dijo, señores, se les acabó el saldo, nos vemos mañana.
Al otro día nos paramos con un cálculo que narraba parte de nuestras aventuras: 200 Bs.F. menos en la cartera de Bladimir, y un higado con 25 cervezas más cada uno, por lo menos, gracias a las que primero compramos baratas. Después de un almuerzo familiar, y tanto descanso como pudimos, apenas terminó de llover y cuándo imaginamos que los rockeros ya estaban bañaditos gracias a la magia de la Naturaleza, nos fuimos con la esperanza de ver
Megadeth sin pagar 180 Bs. F. que pedían en la taquilla.
Durante nuestro periplo por la licorería de la esquina y los amables vendedores informales, en espera de puerta libre, las cervezas nos trajeron a algunos amigos del Bladimir, que incluyó conocer hermosas nenas tatuadas y blanquitas, que nos trataron amablemente, pero se nos perdieron, y luego otra que tuvo que sacar la foto del celular con su camisita azul de liceo para convencernos que tenía 15. Manos arriba, y seguir con la vida.
La lluvia alteró los planes de la producción, y ni Resistencia ni Arkangel tocaron como estaba programado. Se suspendió al igual que el documental sobre el Gillman Fest antes de Testament. La gente sabe lo que quiere ver y si hay retrasos, elimina tu show menos espectacular. A las 7 empezó
Megadeth y las cosas se empezaron a poner muy tensas entre los que nos quedamos afuera y las autoridades presentes.
Algunas botellas volaron, unos punketos lanzaron algunos golpes y la gente presionaba para entrar a juro. Nos quedamos esperando mientras a lo lejos se escuchaba
Megadeth, y luego decidimos escuchar los rumores e irnos detrás de la tarima, donde decían que se escuchaba mejor. Efectivamente, y para nuestra arrechera rockera, desde atrás no sólo se oía perfectamente, sino que se veía a través de las pantallas.
Holy Wars, Skin of my teeth, Sweating Bullets y Symphony of Destruction quedaron grabadas en mi retina y mente, y cientos de rockeros nos hicieron compañía en la acera viendo el concierto como en un DVD gigante. La policía ya estaba protagonizando mayores encuentros del tercer tipo -de fractura- con los más insistentes en la puerta, mientras nosotros estábamos viendo a
Dave Mustaine.
Ese día permaneció el Plan Rockero Seguro, y lo fue tanto que vimos como los policías supieron disimular y pasar a rockeros sin cabellos agresivos y largos, y a chicas sin piercings faciales, como empleados de limpieza por tan sólo Bs.F. 50 al concierto de
Megadeth, eso si es "solidario". Una gorrita de Pequiven, dos chalecos con el logo de la Gobernación, un billete verde cada uno, una escoba para cada quién, y para dentro, simulando ser los cooperativistas más metaleros del país.
Aunque la promesa eran dos horas y media,
Megadeth lo hizo rápido, en tan sólo 90 minutos. Venezuela volvió a impresionar con su público, y se escuchaba desde afuera, donde estábamos, como coreaban:
Megadeth-Megadeth, en los espacios que deja la canción Sweating Bullets. Impresionante y característicamente latinoamericano. Dave, aunque un poco seco y visiblemente menos emotivo que
Chuck Billy en la noche anterior, al finalizar el toque llamó a sus músicos y entre los 4 le dieron un aplauso al público, por su entrega y pasión. El artista dando reconocimiento a la potencia del corazón del público venezolano.
Así que no vi las bandas nacionales del primer día, vi
Gillman por la mitad, no entré a
Megadeth y de nuevo terminé en el Reda, hablando sobre izquierda mundial, el Tibet, los judíos, Europa, la derecha endógena y la izquierda criolla, los hijos de los comunistas venezolanos y el PSUV. Es impresionante reconocer los puntos de vista de los jóvenes venezolanos que hablan de izquierda con lectura, crítica y reflexión. Hasta el 2012 y que venga la tercería vía. El socialismo si, el chavismo no. Rosales es un imbécil y PJ sólo disimula su derecha. Junto a eso, más videos de rock, frías por el billete del negrito con el cachicamo, y otra petición de la Guardia Nacional: por favor, váyanse, ya es muy tarde.
No, mi comandante, ahora es que hay tiempo.Etiquetas Blogalaxia:
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