Escuchar, escuchar y escuchar, así logras encontrar rarezas y joyas. Lo más reciente son estos vaqueros de Dinamarca que con un disco conceptualizado en el viejo oeste narran la vida de Joaquín Murrieta, un rebelde empistolado que vive en 1850. Sin embargo, no es southern rock sino un hardcore metálico más asociable con Every Time I Die, 8Kids o Theory In Practice pero con voces limpias y guturales que apelan a influencias tan diversas como Danzig o Rage Against The Machine.
No es por tanto la típica banda de sludge o doom, sino que combinando la dinámica del blues, la estructura del rock n roll y el sonido del hardcore crean un primo cercano del black n roll nórdico en que agregan arreglos de cuerdas. De alguna manera más malvado.
El disco es enérgico, potente y realmente, divertido. Es increíble esta combinación de una historia de venganza en las llanuras con gritos desgarradores. Imposible no relacionarlo con el proyecto Me and that man del cantante de Behemoth, que hacen un country-blues con vampiros e iglesias negras pero sin distorsión.
Y esto me parece más divertido que Turbonegro, Mastodon o los inventos de Satyricon, porque parecen estar más claros en su relación con bandas como Crowbar, Pantera y Corrosion of Conformity pero agregando detalles técnicos y hardcore propios de sus compatriotas y las bandas más contemporáneas. Estos tipos le sumaron al metal y hay que reconocerlos y disfrutarlos.
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24 mayo 2017
Hellcannon, un cañón infernal de thrash tan poderoso que Brett Hoffmann está de invitado en su disco 2017
Mezcla thrash con speed metal y agregarle voces guturales durante todo el disco es algo brutal. Inusual, malvado y oscuro, por lo tanto mucho más atractivo. Así es lo nuevo de esta banda de Buffalo, Nueva York, y su disco Return to the Wasteland.
Sus orígenes los ayudan, sus guitarristas, cantante y bajista vienen de la escena del death metal, algunos con experiencia en el técnico, y uno de ellos estuvo en los primeros demos de Malevolent Creation. Sin embargo, no dudan en echar mano de algunos riffs que claramente recuerdan a escenas cercanas como el hardcore-punk y el crossover. Pero aquí no hay espacios para versiones estilizadas y sin embargo, entre sus invitados incluyen a un músico que se encarga del teclado Hammond, que le añade ciertamente un toque extraño y bizarro, sin llegar a la vanguardia.
Un baterista de nueva escuela les ayuda a que ese sonido ochentoso de las distorsiones de la guitarra no suene viejo, sino una especie de revival con añadidos perversos. Debe destacarse el sonido del bajo, al estilo Cannibal Corpse, que los hace sonar como un Iron Maiden thrasheros.
Con influencias claras del death metal de Florida y San Francisco, un cantante corrosivo le suma un aspecto crudo, como intentó Testament en Low, pero aquí no hay refinamientos ni ganas de agradar con toques metalcore. Esto es directo, rítmico y queriendo sonar primitivo, aunque los sonidos están especialmente elegidos para reconocer lo que se hacía antes pero con una grabación más pulida.
Para mí, refrescan, añaden y agregan a la escena, que no tiene porqué ser progresiva ni virtuosa todo el tiempo. Y claro, de extra, el pana Brett Hoffmann de invitado en el tema cinco. Son 36 minutos sin tregua.
Escúchalo aquí
Sus orígenes los ayudan, sus guitarristas, cantante y bajista vienen de la escena del death metal, algunos con experiencia en el técnico, y uno de ellos estuvo en los primeros demos de Malevolent Creation. Sin embargo, no dudan en echar mano de algunos riffs que claramente recuerdan a escenas cercanas como el hardcore-punk y el crossover. Pero aquí no hay espacios para versiones estilizadas y sin embargo, entre sus invitados incluyen a un músico que se encarga del teclado Hammond, que le añade ciertamente un toque extraño y bizarro, sin llegar a la vanguardia.
Un baterista de nueva escuela les ayuda a que ese sonido ochentoso de las distorsiones de la guitarra no suene viejo, sino una especie de revival con añadidos perversos. Debe destacarse el sonido del bajo, al estilo Cannibal Corpse, que los hace sonar como un Iron Maiden thrasheros.
Con influencias claras del death metal de Florida y San Francisco, un cantante corrosivo le suma un aspecto crudo, como intentó Testament en Low, pero aquí no hay refinamientos ni ganas de agradar con toques metalcore. Esto es directo, rítmico y queriendo sonar primitivo, aunque los sonidos están especialmente elegidos para reconocer lo que se hacía antes pero con una grabación más pulida.
Para mí, refrescan, añaden y agregan a la escena, que no tiene porqué ser progresiva ni virtuosa todo el tiempo. Y claro, de extra, el pana Brett Hoffmann de invitado en el tema cinco. Son 36 minutos sin tregua.
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12 mayo 2017
Descartes a Kant lanza "álbum pornográfico emocional" con Victims of Love Propaganda, noise, surf y experimentación mexicana
Me encanta esta banda. Como Austin TV o Porter, esta banda mexicana es audaz, ruidosa y altamente osada. Claramente inyectados con las dosis ruidosas de Sonic Youth pero con ingredientes de The Avalanches, Descartes a Kant lanza su tercer disco en 15 años de carrera con una visión corrosiva sobre las relaciones amorosas a punta de noise, surf y electrónica, con un giro divertido al usar instrumentos de viento y arreglos de cuerdas.
Lo han llamado un "álbum pornográfico emocional" porque realmente es una montaña rusa de emociones. A gritos punk como harían los argentinos de El Otro Yo y luego lentos, con bajos y baterías como Territorial Pissings de Nirvana para luego ponerse circenses, para bailar y reír, como si bailaras a lo loco bajo la luna. Y es directo: 37 minutos, 10 canciones.
Todo con ese toque de metralla rosa, riot girl y desenfado que en discos anteriores mezclaron algo de gótico. Y no son nostálgicos de los 90, sino hijos malvados de esa época que se adaptan, le meten samplers y electrónica para rebelarse para ofrecer un paquete que incluye arreglos de teclados, saxofones, violines y susurros junto a descargas de guitarras abruptas, que golpean el cerebro con riffs simples, puros, duros. Entonces el caos, la calma y el silencio, otro grito, ¿suena un acordión? y arpegios y punteos que cuentan otra historia, corta y precisa, siempre adornada de ruiditos y sintetizadores.
Con una estética que rememora a Moloko o Portishead en versión industrial o post-apocalíptica, su verdadera guerra, librada con letras en inglés, está en presentar una versión alternativa del amor desde la perspectiva de la ficción, lo femenino y lo caótico, llenándonos de música inesperada, sorprendente y nada monótona aunque fiel.
Escúchalos tú misma/o en Bandcamp.
Lo han llamado un "álbum pornográfico emocional" porque realmente es una montaña rusa de emociones. A gritos punk como harían los argentinos de El Otro Yo y luego lentos, con bajos y baterías como Territorial Pissings de Nirvana para luego ponerse circenses, para bailar y reír, como si bailaras a lo loco bajo la luna. Y es directo: 37 minutos, 10 canciones.
Todo con ese toque de metralla rosa, riot girl y desenfado que en discos anteriores mezclaron algo de gótico. Y no son nostálgicos de los 90, sino hijos malvados de esa época que se adaptan, le meten samplers y electrónica para rebelarse para ofrecer un paquete que incluye arreglos de teclados, saxofones, violines y susurros junto a descargas de guitarras abruptas, que golpean el cerebro con riffs simples, puros, duros. Entonces el caos, la calma y el silencio, otro grito, ¿suena un acordión? y arpegios y punteos que cuentan otra historia, corta y precisa, siempre adornada de ruiditos y sintetizadores.
Con una estética que rememora a Moloko o Portishead en versión industrial o post-apocalíptica, su verdadera guerra, librada con letras en inglés, está en presentar una versión alternativa del amor desde la perspectiva de la ficción, lo femenino y lo caótico, llenándonos de música inesperada, sorprendente y nada monótona aunque fiel.
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08 mayo 2017
"Jei Beibi", el octavo de Café Tacvba resume electrónica y reflexión, pero algo simplistas
La octava placa de los mexicanos que lograron un reconocimiento continental con La Ingrata, y que sacaron de su repertorio en vivo para luchar contra el feminicidio, nos llega también con el trabajo arduo de grabar, producir, distribuir y promocionar de forma independiente. Más libertad aunque con más esfuerzo, lo que permite que ningún ejecutivo te diga pero tampoco te ayude en cómo hacer las cosas.
El disco, de 52 minutos, deja atrás la rumba y la fiesta que encontramos en Re y hasta la mezcla de alegría de La Locomotora y el drama reflexivo de La Muerte Chiquita, musicalmente muy elaboradas de Yo Soy. Apelando un poco más al estilo mostrado en El Objeto Antes Llamado Disco, los mexicanos apelan al rock electrónico y alternativo, al IDM e incluso a sonoridades europeas para presentar un disco que encuentro simplista y más bien tristón. Sin embargo, que se reconoce como un repaso de las canciones lentas y con suaves arpegios de guitarras. Yo diría que es casi el Kid A de Café Tacuba, más que lo fue Revés.
El disco es un ensamble de canciones que compusieron por separado y luego llevaron al estudio a que los demás integrantes del grupo terminaran de completar. Quizás eso le da el aire intimista de casi todas las canciones. "Automático" y "Disolviéndonos" son mis canciones favoritas del disco.
Un disco que no es tan divertido como antes, pero que revela que los Tacubos pueden evolucionar, reinventarse con casi tres décadas a cuestas, mostrar una nueva cara. Aunque esperaba más, no será de mis favoritos.
Escúchalo gratis y sin descargas en Deezer
El disco, de 52 minutos, deja atrás la rumba y la fiesta que encontramos en Re y hasta la mezcla de alegría de La Locomotora y el drama reflexivo de La Muerte Chiquita, musicalmente muy elaboradas de Yo Soy. Apelando un poco más al estilo mostrado en El Objeto Antes Llamado Disco, los mexicanos apelan al rock electrónico y alternativo, al IDM e incluso a sonoridades europeas para presentar un disco que encuentro simplista y más bien tristón. Sin embargo, que se reconoce como un repaso de las canciones lentas y con suaves arpegios de guitarras. Yo diría que es casi el Kid A de Café Tacuba, más que lo fue Revés.
El disco es un ensamble de canciones que compusieron por separado y luego llevaron al estudio a que los demás integrantes del grupo terminaran de completar. Quizás eso le da el aire intimista de casi todas las canciones. "Automático" y "Disolviéndonos" son mis canciones favoritas del disco.
Un disco que no es tan divertido como antes, pero que revela que los Tacubos pueden evolucionar, reinventarse con casi tres décadas a cuestas, mostrar una nueva cara. Aunque esperaba más, no será de mis favoritos.
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26 abril 2017
"Mayhem in blue" de Hail Spirit Noir: rock psicodélico y espacial con voces desgarradoras
Desde sus inicios con Pneuma, los griegos de Hail Spirit Noir han sorprendido y confundido: con guitarras del rock progresivo de los 70 y los teclados de la psicodelia, agregan una divergente vocalización de rasposa voz black metal. Una especie de The Doors mezclados con Solefald. Un gancho realmente particular.
Ahora con Mayhem In Blue, presentado en octubre de 2016, la banda afianza ese concepto osado que mezcla una actitud del metal vanguardista a esa especie de black n roll que hacen. Con un sonido más pulido ahora apuestan por un batería más oscura, que con canciones de velocidad media usan arreglos de doble bombo muy veloz y juegos con platillos, mientras las guitarras se vuelcan hacia atmósferas oníricas, a veces en acústico, junto con voces limpias, lo que puede recordar un poco al "Blackwater Park" de Opeth.
La diferencia está en el procesamiento del sonido de las guitarras, menos limpia, mientras la presencia de los teclados es más profusa: lo llenan todo de un manto que parece space rock por momentos y dream pop en otros, aunque casi siempre apela a sonoridades extrañas, que pueden recordar incluso a lo que hacía Frank Zappa en Freak Out! para lo que no era ni blues ni doo-wop. El resultado es un carnaval del horror, como un metal circense de maldad.
Y así de raro son Hail Spirit Noir en este disco. No puede decirse que son black metal o rock n roll psicodélico, quizás pueda asemejarse a A Forest of Stars pero menos épico o incluso a los primeros Oranssi Pazuzu. Porque lo "raro" es que puedes escuchar riffs en trémolo, así como pasajes claramente oscuros pero más parecidos a Celtic Frost que a Immortal sin ignorar la clara influencia de ambas.
Para dar una idea se puede invocar a Borknagar, en esa mezcla de armonías de rock progresivo setentoso por medio de hammonds y teclados, pero con la visión bizarra de Ulver de pasar del black metal crudo con sonidos de bosque a la experimentación que presentaron en Blood Inside. Y aún así hay una inmensa diferencia que hace a estos helénicos tan únicos, además justamente de no ser escandinavos: las guitarras no tienen la distorsión del metal extremo e incluye solos reverberados con wah wah más propios del hard rock.
Ahora con Mayhem In Blue, presentado en octubre de 2016, la banda afianza ese concepto osado que mezcla una actitud del metal vanguardista a esa especie de black n roll que hacen. Con un sonido más pulido ahora apuestan por un batería más oscura, que con canciones de velocidad media usan arreglos de doble bombo muy veloz y juegos con platillos, mientras las guitarras se vuelcan hacia atmósferas oníricas, a veces en acústico, junto con voces limpias, lo que puede recordar un poco al "Blackwater Park" de Opeth.
La diferencia está en el procesamiento del sonido de las guitarras, menos limpia, mientras la presencia de los teclados es más profusa: lo llenan todo de un manto que parece space rock por momentos y dream pop en otros, aunque casi siempre apela a sonoridades extrañas, que pueden recordar incluso a lo que hacía Frank Zappa en Freak Out! para lo que no era ni blues ni doo-wop. El resultado es un carnaval del horror, como un metal circense de maldad.
Y así de raro son Hail Spirit Noir en este disco. No puede decirse que son black metal o rock n roll psicodélico, quizás pueda asemejarse a A Forest of Stars pero menos épico o incluso a los primeros Oranssi Pazuzu. Porque lo "raro" es que puedes escuchar riffs en trémolo, así como pasajes claramente oscuros pero más parecidos a Celtic Frost que a Immortal sin ignorar la clara influencia de ambas.
Para dar una idea se puede invocar a Borknagar, en esa mezcla de armonías de rock progresivo setentoso por medio de hammonds y teclados, pero con la visión bizarra de Ulver de pasar del black metal crudo con sonidos de bosque a la experimentación que presentaron en Blood Inside. Y aún así hay una inmensa diferencia que hace a estos helénicos tan únicos, además justamente de no ser escandinavos: las guitarras no tienen la distorsión del metal extremo e incluye solos reverberados con wah wah más propios del hard rock.
17 abril 2017
Lethe con First Corpse on the moon ahonda en su trip hop metal pop experimental
Después de presentarse en sociedad con un larga duración en 2014 bajo la etiqueta de "metal experimental" el dúo de Anna Murphy y Tor-Helge Skei junto a Eivind Fjøseide (guitarrista de la banda de metal gótico avantgarde y progresivo Atrox) vuelven en 2017 con un disco que también se acerca al trip hop, la electrónica, el trip hop y el pop experimental, focalizados en la interpretación vocal y menos en los arreglos folclóricos, mientras el metal se ha reducido a arreglos de cuerdas con distorsión de rock industrial que acompañan a las pistas electro.
Murphy, prolífica (de la banda folk / metal Eleveitie y de vanguardia folk /metal Nucleus Torn, así com otras bandas experimentales y de música folk europea) es la cantante principal de Lethe, que con el sugerente nombre de "First corpse on the moon" (El primer cadáver en la luna) apelan a atmósferas que rozan el spacerock y el industrial pero con un sonido menos gótico o sombrío, presentando una especie de pop metálico y asequible, con un pie en los continentes de la electrónica y el rock.
Durante casi una hora, en que Tor-Helge, también de la vanguardia noruega con Manii/Manes interviene alguna pocas veces con voces épicas y bajas, mientras los pianos y las guitarras adornan una base creada digitalmente, a veces de formas inusuales, que tiene también momentos de cantautoras como Tori Amos o Fiona Apple, mientras las influencias de las agrupaciones de Bristol se manifiestan sin perder rastro de sus antecedentes de la vanguardia noruega.
De los mejor son los pocos pero interesantes arreglos con instrumentos de viento, especialmente en la final Exorcism, que le añade un trozo especialmente original a una banda que irónicamente no se arriesga por fuera de sus ya probadas grabaciones alternas, su propia discografía y más bien inunda y ahonda en sus capacidades.
Una ganancia total para acercar nuevos públicos (si ya no estaban allí) de cantautoras más oníricas y noventeras hacia el metal o viceversa.
Murphy, prolífica (de la banda folk / metal Eleveitie y de vanguardia folk /metal Nucleus Torn, así com otras bandas experimentales y de música folk europea) es la cantante principal de Lethe, que con el sugerente nombre de "First corpse on the moon" (El primer cadáver en la luna) apelan a atmósferas que rozan el spacerock y el industrial pero con un sonido menos gótico o sombrío, presentando una especie de pop metálico y asequible, con un pie en los continentes de la electrónica y el rock.
Durante casi una hora, en que Tor-Helge, también de la vanguardia noruega con Manii/Manes interviene alguna pocas veces con voces épicas y bajas, mientras los pianos y las guitarras adornan una base creada digitalmente, a veces de formas inusuales, que tiene también momentos de cantautoras como Tori Amos o Fiona Apple, mientras las influencias de las agrupaciones de Bristol se manifiestan sin perder rastro de sus antecedentes de la vanguardia noruega.
De los mejor son los pocos pero interesantes arreglos con instrumentos de viento, especialmente en la final Exorcism, que le añade un trozo especialmente original a una banda que irónicamente no se arriesga por fuera de sus ya probadas grabaciones alternas, su propia discografía y más bien inunda y ahonda en sus capacidades.
Una ganancia total para acercar nuevos públicos (si ya no estaban allí) de cantautoras más oníricas y noventeras hacia el metal o viceversa.
07 abril 2017
The Project Hate MCMXCIX presenta metal industrial con esquizofrenia vocal en Of Chaos and Carnal Pleasures
Soy fanático de Grave, y por tanto, de su excantante, Jörgen Sandström. Así que trato de seguir cada banda y colaboración que hace. Con Project Hate MCMXCIX me costó por lo poco que se consigue en Youtube. Pero ahora que he escuchado su disco 2017 he quedado gratamente sorprendido. Su voz, profunda y corrosiva se mezcla con la de la cantante noruega Ellinor Asp con un fondo de death metal industrial, bien procesado, mezclado y tocado, que sin sonar post-apocalíptico, suma electrónica a una maquinaria aplastante.
La voz femenina no es coro celestial ni suaves acompañamientos líricos, sino alaridos de rock y gritos frenéticos que me hicieron recordar el trabajo de Agnete Kjølsrud de Djerv con Dimmu Borgir y Solefald, mientras que los solos de "Lasse" Johansson como invitado recurrente de la banda le brindan una mezcla de doom y hardrock a una mezcla ya por sí dinámica y vibrante (incluyendo arreglos de pianos con atmósferas electro). Además, Asp escribió las letras que hablan de caos y placeres carnales. El diseño de la portada es majestuoso.
El disco está construido con canciones larguísimas (la más corta tiene 11 minutos) que oscilan entre clímax de la mano de Asp (con cuerdas y sonidos industriales de por medio) así como descargas donde voz y batería se las juegan juntas para sonar demoledoras. El disco juega siempre con emociones elevadas, sin bajones, sino interludios y puentes para nuevas olas de potencia.
La inclusión del cantante de Amon Amarth, Johan Hegg y Erik Rundqvist (Cut Up, Vomitory) muestra la apuesta por darle protagonismo bestial a las voces, siempre en la punta de la silla, con los nervios de punta y con una dualidad que no es el del metal sinfónico épico o el metal gótico, sino algo novedoso, no que una bella y bestia sino que -casi como una afrenta a los prejuicios de género- permitan un intercambio vocal más amplio e inesperado.
La voz femenina no es coro celestial ni suaves acompañamientos líricos, sino alaridos de rock y gritos frenéticos que me hicieron recordar el trabajo de Agnete Kjølsrud de Djerv con Dimmu Borgir y Solefald, mientras que los solos de "Lasse" Johansson como invitado recurrente de la banda le brindan una mezcla de doom y hardrock a una mezcla ya por sí dinámica y vibrante (incluyendo arreglos de pianos con atmósferas electro). Además, Asp escribió las letras que hablan de caos y placeres carnales. El diseño de la portada es majestuoso.
El disco está construido con canciones larguísimas (la más corta tiene 11 minutos) que oscilan entre clímax de la mano de Asp (con cuerdas y sonidos industriales de por medio) así como descargas donde voz y batería se las juegan juntas para sonar demoledoras. El disco juega siempre con emociones elevadas, sin bajones, sino interludios y puentes para nuevas olas de potencia.
La inclusión del cantante de Amon Amarth, Johan Hegg y Erik Rundqvist (Cut Up, Vomitory) muestra la apuesta por darle protagonismo bestial a las voces, siempre en la punta de la silla, con los nervios de punta y con una dualidad que no es el del metal sinfónico épico o el metal gótico, sino algo novedoso, no que una bella y bestia sino que -casi como una afrenta a los prejuicios de género- permitan un intercambio vocal más amplio e inesperado.
Nidingr regresa con black/death noventero y noruego, con pinceladas justas de experimentación
En el black metal experimental encuentro mi mayor satisfacción. Ese género que puede pecar de cerrado y tradicional es también caldo de cultivo para la explosión creativa con elementos que difieren diametralmente o que alimentan la frialdad de sus riffs en tremolo, tan característicos.
Con este disco, tras cinco años de silencio, y el aprendizaje de Teloch, su guitarrista y compositor, en Mayhem, llega un disco que se alimenta del death metal para presentar a medio tiempo canciones que muestran un buen rango de técnicas de guitarras, un bajo que está todo el tiempo presente (con la llegada de Sir, antes en Good Seed y Djerv) aunque no siempre espectacular y un sonido típicamente noruego, con reminiscencias a los clásicos de los noventa y sin una producción pulida pero que tampoco llega a presentar un disco grabado malamente en un baño.
Lo brillante está especialmente en las voces de Estrella Grasa, que de nuevo media entre lo áspero de los gritos más agudos del género y lo más bajo del death, llegando a esa voz rasposa, aspirada y desgarradora que le suma elementos de doom con tintes únicos.
El disco, que me gustó por la variedad rítmica, tiene sus momentos más altos en The Ballad of Hamther, la mezcla con trip hop de Gleipnir, la suma de voces con Garm (Ulver) en Ash Yggdrasil y cuando profundizan en el doom con el tema de cierre, Naglfar is loosed, donde las voces que se vuelven más virulentas y black deben compartir con Amalie Brunn de Myrkur.
Uno de esos discos que escuché dos veces seguidas, para volver a disfrutar lo que primero me sorprendió y luego, como si viviese el mismo día de nuevo, me permitió saborear detalles, sonreír cuando repasé elementos nuevos y aplaudí en sus más memorables. Un disco crudo y directo, que a pesar de su frialdad se diversifica, pero evitando que la masterización suelte un sonido arrollador. Sencillez antes de pretensión.
Escúchalo gratis en Deezer
Lo brillante está especialmente en las voces de Estrella Grasa, que de nuevo media entre lo áspero de los gritos más agudos del género y lo más bajo del death, llegando a esa voz rasposa, aspirada y desgarradora que le suma elementos de doom con tintes únicos.
El disco, que me gustó por la variedad rítmica, tiene sus momentos más altos en The Ballad of Hamther, la mezcla con trip hop de Gleipnir, la suma de voces con Garm (Ulver) en Ash Yggdrasil y cuando profundizan en el doom con el tema de cierre, Naglfar is loosed, donde las voces que se vuelven más virulentas y black deben compartir con Amalie Brunn de Myrkur.
Uno de esos discos que escuché dos veces seguidas, para volver a disfrutar lo que primero me sorprendió y luego, como si viviese el mismo día de nuevo, me permitió saborear detalles, sonreír cuando repasé elementos nuevos y aplaudí en sus más memorables. Un disco crudo y directo, que a pesar de su frialdad se diversifica, pero evitando que la masterización suelte un sonido arrollador. Sencillez antes de pretensión.
04 abril 2017
Body Count regresó con actitud punk,letras hip hop y música thrash junto a Mustaine, Cavalera y Blythe
En 1991 en los albores del rap metal, cuando no existía el nü metal, el género era para gente como Clawfinger, Anthrax y Biohazard, metaleros de raza blanca que incluían elementos de industrial, hip hop y rapeos en sus canciones. Mientras tanto un sexteto de afroamericanos (en el linup original) liderados por el guitarista Ernie C y el Mc Ice T presentaban un disco con raíces en el heavy metal y el thrash, sin rapeos ni samplers, lo que causaba polémicas por sus letras tipo gangsta rap, con vocalización rockera.
Ahora después de tres años de silencio, Body Count (que tras la muerte de tres de sus originales tiene dos músicos blancos) presenta "bloodlust", una colección de 11 temas bien enfocados en el metal (sin rap ni ritmos groove) con Max Cavalera y Randy Blythe como invitados en los temas All Love is Lost y Walk with me mientras Dave Mustaine hace una narración y toca la guitarra líder en el tema que abre la placa, "Civil War".
Como detalle especial hay una versión de Raining Blood de Slayer después de un audio de Ice T explicando que formaron la banda para que su amigo Ernie C pudiese tocar la guitarra con las influencias de Black Sabbath y Slayer, una de sus bandas favoritas a la que le hacen un tributo de esta manera.
El disco discurre entre la oscuridad del thrash metal, trozos de speed metal y una clara influencia del punk, mientras las letras están principalmente enfocadas en la violencia policial contra negros y pobres y crecer en los ghettos de Estados Unidos. llenos de rabia e indignación, incitando a la lucha social con una actitud realmente punk, vena hip hop y transfondo metalero sin fusión de géneros sino enérgico, directo y pesado.
Ahora después de tres años de silencio, Body Count (que tras la muerte de tres de sus originales tiene dos músicos blancos) presenta "bloodlust", una colección de 11 temas bien enfocados en el metal (sin rap ni ritmos groove) con Max Cavalera y Randy Blythe como invitados en los temas All Love is Lost y Walk with me mientras Dave Mustaine hace una narración y toca la guitarra líder en el tema que abre la placa, "Civil War".
Como detalle especial hay una versión de Raining Blood de Slayer después de un audio de Ice T explicando que formaron la banda para que su amigo Ernie C pudiese tocar la guitarra con las influencias de Black Sabbath y Slayer, una de sus bandas favoritas a la que le hacen un tributo de esta manera.
El disco discurre entre la oscuridad del thrash metal, trozos de speed metal y una clara influencia del punk, mientras las letras están principalmente enfocadas en la violencia policial contra negros y pobres y crecer en los ghettos de Estados Unidos. llenos de rabia e indignación, incitando a la lucha social con una actitud realmente punk, vena hip hop y transfondo metalero sin fusión de géneros sino enérgico, directo y pesado.
03 abril 2017
Reluciente, Rechinante y Aterciopelado, una joya en vivo del regreso de Andrea y Héctor
Un lustro nos hicieron esperar Andrea Echeverry y Héctor Buitrago después de separarse para reencontrarse -como es buena costumbre rockera- y regalarnos algo nuevo, aunque realmente es una revisión de sus canciones. El disco "Reluciente, rechinante y aterciopelado" es como bien lo dicen, una hermosa selección de 11 canciones que se prestan como tributo a todos sus colegas en versiones enriquecidas, compactas por momentos, con una interesante lista de invitados que van desde Macaco y el cantante de Zoé, León Larregui, hasta Goyo de Chocquibtown y Catalina García de Monsieur Periné.
Vale decir que solo se pudo elegir repertorio de El Dorado, La pipa de la paz, Caribe Atómico y Gozo Poderoso por problemas de licencias -otro clásico de la industria- e incluye "Soy la semilla nativa" del disco Niños de Cristal de Héctor y "Yo" del Dos de Andrea.
Vale decir que solo se pudo elegir repertorio de El Dorado, La pipa de la paz, Caribe Atómico y Gozo Poderoso por problemas de licencias -otro clásico de la industria- e incluye "Soy la semilla nativa" del disco Niños de Cristal de Héctor y "Yo" del Dos de Andrea.
Sin embargo, mis favoritas absolutas son Rompecabezas con arreglos de flautas por parte del quichua Marco Antonio Farinango de Kapiry Walka, una banda de fusión andina que también colaboró en el disco Río de Aterciopelados y ha tocado con Doctor Krápula, y una canción llamada "Re" -la única inédita del DVD y que cuenta con Armando Quintana y Fabio García en trombones- que es un tributo al disco del mismo nombre de Café Tacuba, a ellos mismos y a la fusión rockera en el continente.
Los colombianos regresan así después de varios conciertos juntos por Latinoamérica (incluyendo Venezuela) con una presentación osada, divertida, que nos recuerda su legado, su huella y esa transformación espiritual y artística desde el punk de La Chica Gomela hasta las canciones en que mezclaron la protesta, lo electrónico y la conciencia ambiental al máximo.
De lo mejor de la presentación es la canción Maligno con bandoneón y la voz de Larregui que le da un toco más oscuro a la canción, y Macaco a dúo en Luz Azul. Pura belleza en complemento perfecto que me arrancó una buena sonrisa de fanático.
Les dejo un video para que vean la puesta en escena de reciclaje, colores pasteles y luces que recuerdan tanto a su acústico de MTV.
La Vida Boheme más sureños y políticos en La Lucha, new wave poético de imágenes venezolanas
Una reflexión de Pepe Mujica inicia la tercera placa de La Vida Boheme, cerrando así la trilogía que inició con Nuestra y Será. El juego de palabras corresponde a como dice mi amiga Maily Sequera a "un proyecto, una carrera, como en otras disciplinas artísticas puede tener un pintor o un cineasta" en lo que se nota un estudio conceptual y un objetivo creativo sin improvisación. Para mi otro amigo, Israel Albornoz, LVB ahora es latinoamericano con influencias claras a Los Prisioneros y Bersuit Vergarabat, con una mezcla de new wave, baterías tribales y coros en portugués que les permite proyectarse (aún más) a nivel regional.
Ciertamente las guitarras quedaron en un tercer plano para darle protagonismo a la electrónica de baterías y arreglos sintéticos. Sin embargo, son las letras y la voz de Henry D'Arthenay las que realmente comandan esta lucha en que se combinan expresiones venezolanas, reflexiones políticas y ocurrencias que van desde la chispa criolla hasta la pura poesía sureña. LVB, aún con fallas de entonación y sin arreglos vocales siempre acertados, pasea por las analogías de los escritores del Cono Sur, las influencias ochenteras del rock contestatario contra el militarismo y traslados hacia imágenes naturales de Venezuela: araguaney, cachicamo y morrocoy, e incluso el control cambiario.
De esta forma se globalizan siendo tan locales que se hacen únicos. Porque hablan de Tokio y China como una referencia doble: política y geografía, lejanía y parecidos, similares diferentes. Y allí le tengo que dar la razón a Israel, porque suenan también a "Revés / Yo Soy" de Café Tacuba.
Y mi parte favorita, cuando dentro de esa nostalgia y reflexión sobre lo mal que todos estamos, recuerdan que individualmente somos poderosos, ciudadanos del mundo desde cualquier rincón venezolano -dentro y fuera del territorio- y también cosmos, añoranza y poesía, pero también arrechera, bochinche y mamarrachada. Esto pasa en las canciones "Pupitres de Fuego", "Mi Mar Mi Nada" y "Los Heridos", en que se celebra la diversidad, le admite y en lugar de caer en el lugar común de decir que no es como el común de los venezolanos hace lo contrario: "mi gente no se lleva y yo no soy tan diferente".
Así mismo, en cualquier idioma que hablemos, en cualquier país al que te hayas ido o estando en El Tigre, Palo Negro o Nirgua, esta música nos resuena al mismo tiempo como macro y micro, arriba y abajo, con sus guitarras chiquiticas que caben en medio de tanto sintetizador y coros con gancho, que se repiten en los círculos espirales e infinitos de Borges. Pero suenan olas y playas, por eso los tambores, pero también electrorock, new wave y reverberancias. Así culmina la trilogía La Vida Boheme.
Ciertamente las guitarras quedaron en un tercer plano para darle protagonismo a la electrónica de baterías y arreglos sintéticos. Sin embargo, son las letras y la voz de Henry D'Arthenay las que realmente comandan esta lucha en que se combinan expresiones venezolanas, reflexiones políticas y ocurrencias que van desde la chispa criolla hasta la pura poesía sureña. LVB, aún con fallas de entonación y sin arreglos vocales siempre acertados, pasea por las analogías de los escritores del Cono Sur, las influencias ochenteras del rock contestatario contra el militarismo y traslados hacia imágenes naturales de Venezuela: araguaney, cachicamo y morrocoy, e incluso el control cambiario.
De esta forma se globalizan siendo tan locales que se hacen únicos. Porque hablan de Tokio y China como una referencia doble: política y geografía, lejanía y parecidos, similares diferentes. Y allí le tengo que dar la razón a Israel, porque suenan también a "Revés / Yo Soy" de Café Tacuba.
Y mi parte favorita, cuando dentro de esa nostalgia y reflexión sobre lo mal que todos estamos, recuerdan que individualmente somos poderosos, ciudadanos del mundo desde cualquier rincón venezolano -dentro y fuera del territorio- y también cosmos, añoranza y poesía, pero también arrechera, bochinche y mamarrachada. Esto pasa en las canciones "Pupitres de Fuego", "Mi Mar Mi Nada" y "Los Heridos", en que se celebra la diversidad, le admite y en lugar de caer en el lugar común de decir que no es como el común de los venezolanos hace lo contrario: "mi gente no se lleva y yo no soy tan diferente".
Así mismo, en cualquier idioma que hablemos, en cualquier país al que te hayas ido o estando en El Tigre, Palo Negro o Nirgua, esta música nos resuena al mismo tiempo como macro y micro, arriba y abajo, con sus guitarras chiquiticas que caben en medio de tanto sintetizador y coros con gancho, que se repiten en los círculos espirales e infinitos de Borges. Pero suenan olas y playas, por eso los tambores, pero también electrorock, new wave y reverberancias. Así culmina la trilogía La Vida Boheme.
28 marzo 2017
Me and that man: un proyecto de country/blues con vampiros e iglesias oscuras
Cuando Nergal de Behemoth, quien además de estar al frente de esta banda de black metal polaca es curador museístico y estudió historia en la Universidad, anunció un disco de corte acústico, apareció una mezcla de curiosidad con escepticismo. Debido a su unión creativa con el británico-polaco John Porter, resultó en una pieza única de dark folk.
Con "Songs of Love and Death", el dúo sorprende con un disco de atmósferas oscuras que recuerdan a Danzig, Nick Cave o Johnny Cash por igual, mientras muestra el imaginario de un oeste lleno de vampiros e iglesias satánicas con sonidos de blues, country y folk. Pero no se queda allí, además de ser un vaquero apocalíptico hay baterías industriales junto a la energía primitiva del rock.
Es como si Beck descendiera a los infiernos, The Smiths escupieran sangre y fuego por las guitarras o escucháramos "A put a spell on you" como base de un disco conceptual. Con arreglos que incluyen pianos, coros infantiles y musas etéreas, no es un disco de metal pero es tan perverso y malvado como si lo fuese, con una producción impecable y guitarras reverberadas, voces profundas y canciones sencillas.
Es un disco que no pretende ser un rostro ligeros como pasó con algunos esfuerzos acústicos y alternativos de guitarristas del metal como Aeon Spoke o Pain, sino un manto de oscuridad sobre una propuesta ya revisada, pero nunca así.
La combinación con John Porter hace la diferencia. No es solo una búsqueda de equilibrio con un divorcio total de Behemoth sino una noche sin luna sobre una pradera solitaria. Pero no es depresivo ni gótico, es más el Kveldssanger de Ulver que Atrocity haciendo versiones de los 80.
Un disco extraordinario, potente y sin aspavientos que no pretenden ser más de lo que aspira pero logrando ganarse respeto por sí mismo que creo podría tener un buen nicho entre fanáticos del metal extremo o la música alternativa como tener su propio, e inesperado, público.

Con "Songs of Love and Death", el dúo sorprende con un disco de atmósferas oscuras que recuerdan a Danzig, Nick Cave o Johnny Cash por igual, mientras muestra el imaginario de un oeste lleno de vampiros e iglesias satánicas con sonidos de blues, country y folk. Pero no se queda allí, además de ser un vaquero apocalíptico hay baterías industriales junto a la energía primitiva del rock.
Es como si Beck descendiera a los infiernos, The Smiths escupieran sangre y fuego por las guitarras o escucháramos "A put a spell on you" como base de un disco conceptual. Con arreglos que incluyen pianos, coros infantiles y musas etéreas, no es un disco de metal pero es tan perverso y malvado como si lo fuese, con una producción impecable y guitarras reverberadas, voces profundas y canciones sencillas.
Es un disco que no pretende ser un rostro ligeros como pasó con algunos esfuerzos acústicos y alternativos de guitarristas del metal como Aeon Spoke o Pain, sino un manto de oscuridad sobre una propuesta ya revisada, pero nunca así.
La combinación con John Porter hace la diferencia. No es solo una búsqueda de equilibrio con un divorcio total de Behemoth sino una noche sin luna sobre una pradera solitaria. Pero no es depresivo ni gótico, es más el Kveldssanger de Ulver que Atrocity haciendo versiones de los 80.
Un disco extraordinario, potente y sin aspavientos que no pretenden ser más de lo que aspira pero logrando ganarse respeto por sí mismo que creo podría tener un buen nicho entre fanáticos del metal extremo o la música alternativa como tener su propio, e inesperado, público.
27 marzo 2017
Con Ctrl + Alt + Fuck de Psykup, estos hijos franceses y dementes del metal experimental vuelven tras 9 años
El legado de Mike Patton está vivo, y tiene hijos e incluso nietos por doquier. Así que si a Faith No More o Mr Bungle le añades influencias nuevas como desde deathcore y el djent, puedes obtener bandas que desde la escuela francesa hacen fusiones como Trepallium o Gojira. Y sí hay toques de humor, propia de Carnival in Coal o System Of A Down con algo (más) de world music aparece, después de nueve años sin editar un disco, el sexteto de metal experimental Psykup.
Parece una licuadora demente, pero la banda presenta un disco que reflexiona, desde el absurdo lírico y la conceptualización abtracta, en un mundo lleno de tecnología incesante y publicidad engañosa. Estos degenerados de las fusiones, que también pueden recordar a paisanos a Hacride y Gorod, con una aproximación má groove, han producido un híbrido entre cómico y profundo con lo experimental como leit motiv. La portada del disco lo confirma.
La vocalización merece un capítulo aparte, con un cantante que usa distintas formas de la voz gutural, demostrando su capacidad y versatilidad, sumando además rapeos, versos funkies y alaridos hardcore, en un fondo que aunque usa baterías que pueden provenir del grindcore, usa riffs y sonidos que prefieren el thrash, el nu-metal y el mathcore.
No es innovador ni muestra algo inesperado, pero la banda se gana su sitial de honor con un disco profundamente basado en las guitarras y la batería, pero lleno de raros arreglos que van desde guitarras de flamenco, violines gitanos y percusión de carnaval brasilero hasta una locomotora que sube y baja en diversos géneros crossover de la década 2010, pero sin nada post, sino con un toque revival de los 90. El resultado es tan fascinante como confuso, tan pesado como alternativo y que parece querer amalgar mundos tan diversos que me sonó a Nine Inch Nails queriendo ser progresivos.
Es además punketo, speed metal y rap metal. Diría que impelable. Lo escuché dos veces porque además no agota, salvo los interludios más nü metal, porque se reproduce y se multiplica en diversas formas durante todo el recorrido.
Parece una licuadora demente, pero la banda presenta un disco que reflexiona, desde el absurdo lírico y la conceptualización abtracta, en un mundo lleno de tecnología incesante y publicidad engañosa. Estos degenerados de las fusiones, que también pueden recordar a paisanos a Hacride y Gorod, con una aproximación má groove, han producido un híbrido entre cómico y profundo con lo experimental como leit motiv. La portada del disco lo confirma.
La vocalización merece un capítulo aparte, con un cantante que usa distintas formas de la voz gutural, demostrando su capacidad y versatilidad, sumando además rapeos, versos funkies y alaridos hardcore, en un fondo que aunque usa baterías que pueden provenir del grindcore, usa riffs y sonidos que prefieren el thrash, el nu-metal y el mathcore.
No es innovador ni muestra algo inesperado, pero la banda se gana su sitial de honor con un disco profundamente basado en las guitarras y la batería, pero lleno de raros arreglos que van desde guitarras de flamenco, violines gitanos y percusión de carnaval brasilero hasta una locomotora que sube y baja en diversos géneros crossover de la década 2010, pero sin nada post, sino con un toque revival de los 90. El resultado es tan fascinante como confuso, tan pesado como alternativo y que parece querer amalgar mundos tan diversos que me sonó a Nine Inch Nails queriendo ser progresivos.
Es además punketo, speed metal y rap metal. Diría que impelable. Lo escuché dos veces porque además no agota, salvo los interludios más nü metal, porque se reproduce y se multiplica en diversas formas durante todo el recorrido.
23 marzo 2017
Death metal old-school sigue vivo, con nuevas adquisiciones en sus miembros, en discos 2017 de Obituary, Sinister y Lock-Up
Escuchar a los clásicos, más vivos, renovados y creativos es energizante. El homónimo de Obituary, lo nuevo de Lock Up (con guitarrista y vocalista nuevos) y otro disco de los holandeses Sinister me han alegrado marzo con su música oscura, musculosa e impecable. Aunque he escuchado mucho avantgarde y progresivo, los riffs que lo originaron todo y brindaron escuela, siguen marcando un camino sobre la música extrema.
Empecemos por Lock Up. Después de seis años y la pérdida física de Jesse Pintado (¡Terrorizer!) y la salida de Tomas Lindberg, el dúo malvado de Shane Embury y Nicholas Baker se unió con el guitarrista de los chilenos Criminal, Anton Reisenegger, para componer un disco de grind y death que necesitaba un vocalista de altura, que también llenaría el espacio que antes dejó Peter Tagtgren, y elegido es la leyenda de Brutal Truth, Kevin Sharp. El resultado es una arrolladora maquinaria de 17 canciones en poco más de 40 minutos que apela a sonidos clásicos en composiciones feroces, bien sea rápidas y agresivas como lentas y oscuras. Imprescindible para recordar mientras adquieres un repertorio obligatorio. Por supuesto, suena mucho a Brujeria, con quienes harán una gira junto a Napalm Death. El sonido mezcla guitarras degolladoras con baterías muy rápidas y creativas, pero también sonidos profundos (y no tan rápidos) en un deathgrind que no deja ningún arma nuclear del arsenal de ambos géneros sin modificar para amplificar su capacidad destructora.
Obituary. La voz de Tardy no es lo que era, pero aún así sigue siendo filosa, corrosiva y distintiva. Incluso suena menos potente que en el anterior Ten Thousands Way To Day. Por otro lado, la la música corrobora el estatus de legenda viviente de la banda. Me gustó especialmente el tema "A Lesson in vengeance" que me recordó a sus primeros discos, con tempos lentos, riffs melódicos y una potente base rítmica. Una canción que se pudre lentamente, definitivamente. Esta producción 2017 se puede entender como una continuación del Inked In Blood, pero apelando a sus primeros discos como "The End Complete" con algunas claras reminiscencias a sus héroes: Judas Priest y Celtic Frost. Esto como resultado de la combinación de Trevor Peres con los "nuevos": el bajista Terry Butler (que ya dejó el ahora también renovado y ¡por fin! interesante Six Feet Under) y al hasta entonces poco conocido guitarrista Kenny Andrews, que agrega densidad a las guitarras en los pasajes lentos y dinamismo cuando se atreven a ir más rápido. Sin muchos riesgos, hacen la tarea y salen muy bien.
Sinister. ¡Viva Holanda! Después de un montón de cambios, tantos que se pierden de vista, llegan al 2017 recordando esa visión bizarra del death metal de riffs sucios con efectos especiales, voz desgarradora y batería veloz junto a solos espaciales, como Asphyx y Pestilence. Pero su cantante y líder no le tiene miedo a las multitudes en un agrupación. Después de las más reciente reforma de 2012, Sinister cuenta con tres guitarristas e invita a otro más.
Bastiaan Brussaard, el brasilero Ricardo Falcón y el también bajista Dennis Hartog se encargan oficialmente de las cuerdas en una batalla bien librada de cuerdas a la vieja usanza que muestra legado, tradición y fuerza, pero para añadir esos elementos atmosféricos únicos, la banda invita al tecladista Carslen Atena, de Remember you will die (Black-Post Metal) y Monolith (Death con electrónica) para darle este sello "industrial" a su sonido profundamente análogo y crudo, mientras también tiene entre los invitados al guitarrista GertJan Vis de la banda de metal industrial 3rd Machine. La combinación es indiscutiblemente tan única como reconocible en la escuela holandesa del death metal, que bien resumen en el nombre del disco "Syncretism".
Tres discos estruendosos para reconciliarse, como si alguna vez lo extrañaste, con el death metal de los orígenes.
Empecemos por Lock Up. Después de seis años y la pérdida física de Jesse Pintado (¡Terrorizer!) y la salida de Tomas Lindberg, el dúo malvado de Shane Embury y Nicholas Baker se unió con el guitarrista de los chilenos Criminal, Anton Reisenegger, para componer un disco de grind y death que necesitaba un vocalista de altura, que también llenaría el espacio que antes dejó Peter Tagtgren, y elegido es la leyenda de Brutal Truth, Kevin Sharp. El resultado es una arrolladora maquinaria de 17 canciones en poco más de 40 minutos que apela a sonidos clásicos en composiciones feroces, bien sea rápidas y agresivas como lentas y oscuras. Imprescindible para recordar mientras adquieres un repertorio obligatorio. Por supuesto, suena mucho a Brujeria, con quienes harán una gira junto a Napalm Death. El sonido mezcla guitarras degolladoras con baterías muy rápidas y creativas, pero también sonidos profundos (y no tan rápidos) en un deathgrind que no deja ningún arma nuclear del arsenal de ambos géneros sin modificar para amplificar su capacidad destructora.
Obituary. La voz de Tardy no es lo que era, pero aún así sigue siendo filosa, corrosiva y distintiva. Incluso suena menos potente que en el anterior Ten Thousands Way To Day. Por otro lado, la la música corrobora el estatus de legenda viviente de la banda. Me gustó especialmente el tema "A Lesson in vengeance" que me recordó a sus primeros discos, con tempos lentos, riffs melódicos y una potente base rítmica. Una canción que se pudre lentamente, definitivamente. Esta producción 2017 se puede entender como una continuación del Inked In Blood, pero apelando a sus primeros discos como "The End Complete" con algunas claras reminiscencias a sus héroes: Judas Priest y Celtic Frost. Esto como resultado de la combinación de Trevor Peres con los "nuevos": el bajista Terry Butler (que ya dejó el ahora también renovado y ¡por fin! interesante Six Feet Under) y al hasta entonces poco conocido guitarrista Kenny Andrews, que agrega densidad a las guitarras en los pasajes lentos y dinamismo cuando se atreven a ir más rápido. Sin muchos riesgos, hacen la tarea y salen muy bien.
Sinister. ¡Viva Holanda! Después de un montón de cambios, tantos que se pierden de vista, llegan al 2017 recordando esa visión bizarra del death metal de riffs sucios con efectos especiales, voz desgarradora y batería veloz junto a solos espaciales, como Asphyx y Pestilence. Pero su cantante y líder no le tiene miedo a las multitudes en un agrupación. Después de las más reciente reforma de 2012, Sinister cuenta con tres guitarristas e invita a otro más.
Bastiaan Brussaard, el brasilero Ricardo Falcón y el también bajista Dennis Hartog se encargan oficialmente de las cuerdas en una batalla bien librada de cuerdas a la vieja usanza que muestra legado, tradición y fuerza, pero para añadir esos elementos atmosféricos únicos, la banda invita al tecladista Carslen Atena, de Remember you will die (Black-Post Metal) y Monolith (Death con electrónica) para darle este sello "industrial" a su sonido profundamente análogo y crudo, mientras también tiene entre los invitados al guitarrista GertJan Vis de la banda de metal industrial 3rd Machine. La combinación es indiscutiblemente tan única como reconocible en la escuela holandesa del death metal, que bien resumen en el nombre del disco "Syncretism".
Tres discos estruendosos para reconciliarse, como si alguna vez lo extrañaste, con el death metal de los orígenes.
16 marzo 2017
Nova Collective: una dream team del metal extremo progresivo que rinde tributo al progresivo sin nada de distorsión
Los súpergrupos pueden ser peligrosos o grandiosos. Pueden unir a quienes nunca hubieses imaginado o a un "dream team" escandaloso. Fantomas es de los mejores ejemplos pero con resultados previsiblemente raros, si eso se entiende. Se sospechaba lo que podría ser, y han cumplido gratamente.
Ahora, ¿qué sucede si unes al bajista de Between the buried and me, Dan Briggs, con el más reciente baterista de Cynic, Matt Lynch, (que ambos tocan en Trioscapes) a través de un cable hasta
Richard Henshall, guitarrista de Haken, y el extecladista de esta banda, Peter Jones?
Ahora, ¿qué sucede si unes al bajista de Between the buried and me, Dan Briggs, con el más reciente baterista de Cynic, Matt Lynch, (que ambos tocan en Trioscapes) a través de un cable hasta
Richard Henshall, guitarrista de Haken, y el extecladista de esta banda, Peter Jones?
Se llaman Nova Collective, empezaron en 2014 tras unos cuantos correos electrónicos sobre música y demos enviados por servicios de mensajería física y han grabado un disco, recién salido en 2017, que fue registrado en el estudio por el ingeniero Jamie King (BTBAM, The Contortionist) y mezclado por Rich Mouser (Neal Morse, Transatlantic).
Sin una pizca de metal en sus 48 minutos, se pasean por sus influencias más jazz y progresistas para diseñar un disco suave, elegante y que hermosamente muestra todas sus capacidades interpretativas. Aquí todos los instrumentos son protagonistas, añadiendo ingredientes a una fusión que nunca eleva la voz mientras suma sonidos provenientes del world-music (especialmente asiáticos) y de la música clásica occidental.
Hay momentos en que todos hablan, llenando nuestros oídos de un bajo zigzageante, atmósferas cósmicas y guitarras que recorren las sabanas de los arpegios más delicados mientras la percusión de escobillas acompaña con dulzura, para llegar a claros donde el rock progresivo entra con velocidad para los riffs frenéticos y las baterías a contratiempo, lo que permite que luego el jazz regrese con el liderazgo de las cuatro cuerdas en compañía de las negras y blancas.
Es un disco que es claramente un tributo a sus clásicos favoritos de los 70, lo que termina sonando a un Focus de Cynic sin las partes de metal, a un Yes más rockero. Un disco para la colección musical sin que sea un imprescindible. Echo en falta toques vanguardistas con electrónica, instrumentos de vientos y cambios de tiempo inesperados. Eso sí, no llega a ser la rareza de Kayo Dot sino se queda en terreno andado pero revisitado ahora con calidad musical pero sin sorpresas compositivas.
Sin una pizca de metal en sus 48 minutos, se pasean por sus influencias más jazz y progresistas para diseñar un disco suave, elegante y que hermosamente muestra todas sus capacidades interpretativas. Aquí todos los instrumentos son protagonistas, añadiendo ingredientes a una fusión que nunca eleva la voz mientras suma sonidos provenientes del world-music (especialmente asiáticos) y de la música clásica occidental.
Hay momentos en que todos hablan, llenando nuestros oídos de un bajo zigzageante, atmósferas cósmicas y guitarras que recorren las sabanas de los arpegios más delicados mientras la percusión de escobillas acompaña con dulzura, para llegar a claros donde el rock progresivo entra con velocidad para los riffs frenéticos y las baterías a contratiempo, lo que permite que luego el jazz regrese con el liderazgo de las cuatro cuerdas en compañía de las negras y blancas.
Es un disco que es claramente un tributo a sus clásicos favoritos de los 70, lo que termina sonando a un Focus de Cynic sin las partes de metal, a un Yes más rockero. Un disco para la colección musical sin que sea un imprescindible. Echo en falta toques vanguardistas con electrónica, instrumentos de vientos y cambios de tiempo inesperados. Eso sí, no llega a ser la rareza de Kayo Dot sino se queda en terreno andado pero revisitado ahora con calidad musical pero sin sorpresas compositivas.
08 marzo 2017
Activismo thrashero español: Soziedad Alkohólika suena cañero y afilado en "Sistema antisocial"
Mi amigo Juan Vispo regresó de vivir varios años en Galicia con un montón de discos que nos cambiaron la vida. Vempire de Cradle of Filth, Nemesis Divina de Satyricon y The Gallery de Dark Tranquillity entre ellos, pero también el primer disco de Soziedad Alkohólico, unos vascos izquierdosos y hardcoreros que nos impresionaron con canciones perfectas para el pogo, con mucha energía que recordaba a Ratos de Porao, Slayer y los primeros Sepultura incluso. Y ahora, después de tantos años el quinteto -ahora con Alfredo Berengena en la batería- trae un disco tan cañero, como dirían en España, pero también con una producción, arreglos y sonido tan acabados y poderosos que lo coloco de inmediato entre mis favoritos del 2017. Un disco necesario, bien hecho y con distorsión.
Tener de invitado a Barney de Napalm Death da una idea de lo que puedes escuchar en este disco: nuevos himnos de inspiración izquierdosa y activista contra el fascismo y la represión policial, una crítica del otro lado de la acera sobre los abusos en la guerra contra el terrorismo internacional, sobre el tratamiento europeo hacia los refugiados, y por supuesto, en apoyo a la libertad de expresión como un derecho que debe superar censuras y posiciones "políticamente correctas" sobre qué se debe decir, que en España ha implicado que tuiteros hayan sido condenados en conjunto a 10 años de condenas por ser señalados de "apología al delito" por chistes, de mal o buen gusto, sobre un atentado de ETA contra Carrero Blanco, quien sucedió a Franco para el final de la cruenta y larga dictadura militar española de corte fascista, anticomunista y conservadora. El caso más conocido en la escena musical es el año de prisión que deberá cumplir el cantante de Def Con Dos.
Apartar política y música es imposible en esta banda que también ha denunciado el sexismo, el racismo así como la experimentación con animales. Y no apoyan ni a ETA ni sus actividades, aunque defienden el derecho del pueblo vasco a la autodeterminación. En este disco se apartan de las críticas polémicas que tienen que ver con Medio Oriente. Sin embargo, el disco tiene letras poderosas e ideales para corear, que son liberadas con una voz que le da la energía justa para levantar las banderas de la lucha por un mundo mejor, y estás están acompañadas por guitarras afiladas, con sonidos cerrados y pulidos, un bajo que hace su trabajo justo y una baterista que con la experiencia en el death metal le añade una fuerza nueva y contundente.
Hay que destacar, de nuevo, el trabajo guitarrero en el disco, que destaca con arreglos, atmósferas que van llenando los puentes en las canciones. 47 minutos sin desperdicios ni sobras, nada extra ni adornos innecesarios, sino arreglos que ayudan a enviar un mensaje: se tardan varios años entre discos pero entregan calidad en cada detalle.
Tener de invitado a Barney de Napalm Death da una idea de lo que puedes escuchar en este disco: nuevos himnos de inspiración izquierdosa y activista contra el fascismo y la represión policial, una crítica del otro lado de la acera sobre los abusos en la guerra contra el terrorismo internacional, sobre el tratamiento europeo hacia los refugiados, y por supuesto, en apoyo a la libertad de expresión como un derecho que debe superar censuras y posiciones "políticamente correctas" sobre qué se debe decir, que en España ha implicado que tuiteros hayan sido condenados en conjunto a 10 años de condenas por ser señalados de "apología al delito" por chistes, de mal o buen gusto, sobre un atentado de ETA contra Carrero Blanco, quien sucedió a Franco para el final de la cruenta y larga dictadura militar española de corte fascista, anticomunista y conservadora. El caso más conocido en la escena musical es el año de prisión que deberá cumplir el cantante de Def Con Dos.
Apartar política y música es imposible en esta banda que también ha denunciado el sexismo, el racismo así como la experimentación con animales. Y no apoyan ni a ETA ni sus actividades, aunque defienden el derecho del pueblo vasco a la autodeterminación. En este disco se apartan de las críticas polémicas que tienen que ver con Medio Oriente. Sin embargo, el disco tiene letras poderosas e ideales para corear, que son liberadas con una voz que le da la energía justa para levantar las banderas de la lucha por un mundo mejor, y estás están acompañadas por guitarras afiladas, con sonidos cerrados y pulidos, un bajo que hace su trabajo justo y una baterista que con la experiencia en el death metal le añade una fuerza nueva y contundente.
Hay que destacar, de nuevo, el trabajo guitarrero en el disco, que destaca con arreglos, atmósferas que van llenando los puentes en las canciones. 47 minutos sin desperdicios ni sobras, nada extra ni adornos innecesarios, sino arreglos que ayudan a enviar un mensaje: se tardan varios años entre discos pero entregan calidad en cada detalle.
07 marzo 2017
La Gallera Social Club, Pakalolo y The Viridian Groove, venezolanidad universal con fusión
Después de reseñar "Serio" de Lil Supa y "El Paradise" de Los Amigos Invisibles, no podríamos sino seguir mostrando excelentes discos realizado por músicos venezolanos en el 2016, especialmente porque en los tres que elegí hay un elemento en común: el híbrido de la influencia afrocaribeña, mestiza y criolla de lo venezolano con elementos universales que lo hacen único.
Empezaré por Pakalolo, un trío que logra cumplirnos el sueño de viajar a Hawaii para tocar un reggae que usa ukelele, guitalele y piñas para con letras de nuestra idiosincrasia llevarnos por un suave oleaje con su disco Tropical Trip. Bautizados con la palabra que usan en la isla para hablar de la planta de marihuana, usando el ritmo jamaiquino y temática local, queda un sabroso cóctel, suavecito pero potente cuando llevas varias canciones, en que te relajas, ensueñas, sonríes lentamente y lo ruedas. Además, invitan a Laura Guevara a uno de sus temas.
Desde Valencia saludan los rockeros progresistas de The Viridian Groove, un dúo que se amplía para tocar en vivo, hace un verdadero honor a King Crimson y The Mars Volta, con añadidos de psicodelia y sazón vanguardista. Con saxofón, electrónica, voces femeninas, violín y mucha vanguardia, la banda se pasea por largos temas -de hasta 16 minutos- para mostrar todas las elucubraciones melódicas y compositivas del género. Así lo demuestran en su disco Surrealistic Sweven.
Y para cerrar, unos venezolanos que han apelado a la investigación del folclor venezolano de corte percusivo, a la magia que rodea el culto a San Juan Bautista y la afrovenezolanidad para reinterpretarla con electrónica. Así el joropo y la quichimba se unen en el disco "Caribe" de La Gallera Social Club, quienes residenciados en Francia pero con el corazón en las costas de nuestro país. Así que el sangueo e incluso la cumbia tienen sonoridades que pasan también por el pop y el rock, mientras la nostalgia es transformada en homenaje y celebración.
La banda, para entender más, está compuesta por los exMango Funk de Miguel Romero (voz, bajo y teclado) y Alexis Romero (voz, guitarra y sampler), el chileno Rodrigo González Miqueles (sampler, teclados, cuatro y flauta) de Quilapayun, y Andrés Sequera (batería), de la banda de jazz fusión venezolana Monsalve y Los Forajidos, invento del exbajista de Kré y Cabezón Key. Pueden recordar un poco a El Pacto pero menos análogos.
Como son tan abundantes, les recomiendo también escuchar sus sí, tres discos, anteriores: Ecos del Tercer Mundo Vol. 1 y 2 y remezclas del primero.
Empezaré por Pakalolo, un trío que logra cumplirnos el sueño de viajar a Hawaii para tocar un reggae que usa ukelele, guitalele y piñas para con letras de nuestra idiosincrasia llevarnos por un suave oleaje con su disco Tropical Trip. Bautizados con la palabra que usan en la isla para hablar de la planta de marihuana, usando el ritmo jamaiquino y temática local, queda un sabroso cóctel, suavecito pero potente cuando llevas varias canciones, en que te relajas, ensueñas, sonríes lentamente y lo ruedas. Además, invitan a Laura Guevara a uno de sus temas.
Desde Valencia saludan los rockeros progresistas de The Viridian Groove, un dúo que se amplía para tocar en vivo, hace un verdadero honor a King Crimson y The Mars Volta, con añadidos de psicodelia y sazón vanguardista. Con saxofón, electrónica, voces femeninas, violín y mucha vanguardia, la banda se pasea por largos temas -de hasta 16 minutos- para mostrar todas las elucubraciones melódicas y compositivas del género. Así lo demuestran en su disco Surrealistic Sweven.
Y para cerrar, unos venezolanos que han apelado a la investigación del folclor venezolano de corte percusivo, a la magia que rodea el culto a San Juan Bautista y la afrovenezolanidad para reinterpretarla con electrónica. Así el joropo y la quichimba se unen en el disco "Caribe" de La Gallera Social Club, quienes residenciados en Francia pero con el corazón en las costas de nuestro país. Así que el sangueo e incluso la cumbia tienen sonoridades que pasan también por el pop y el rock, mientras la nostalgia es transformada en homenaje y celebración.
La banda, para entender más, está compuesta por los exMango Funk de Miguel Romero (voz, bajo y teclado) y Alexis Romero (voz, guitarra y sampler), el chileno Rodrigo González Miqueles (sampler, teclados, cuatro y flauta) de Quilapayun, y Andrés Sequera (batería), de la banda de jazz fusión venezolana Monsalve y Los Forajidos, invento del exbajista de Kré y Cabezón Key. Pueden recordar un poco a El Pacto pero menos análogos.
Como son tan abundantes, les recomiendo también escuchar sus sí, tres discos, anteriores: Ecos del Tercer Mundo Vol. 1 y 2 y remezclas del primero.
06 marzo 2017
Emmure le inyectó esteroides perversos a los 90 con su Look at yourself
Confieso que las veces que había escuchado Emmure me parecían ridículos. La clarísima influencia del nümetal sobre su cantante y una música casi caricaturesca me parecía tan aburrido como cierto grindcore que exagera con sus sátiras llenas de videojuegos y comics. Es decir, pasando el límite entre lo creativo se puede llegar a lo estúpido.
Sin embargo, cuando escuché su nuevo single Russian Hotel Aftermath todo cambió y este 3 de marzo decidí escuchar su nuevo disco "Look at yourself" con los añadidos de ser una banda casi completamente nueva. Aunque seguía Frankie Palmeri en las voces, ahora lo acompañan los músicos de Glass Cloud, un par de ellos también estuvieron en el Tony Danza Tapdance Extravaganza, lo que le daba una añadido experimental y mucho más sólido.
El resultado es un disco que aunque bebe claramente de las influencias vocales de Fred Durst, Corey Taylor y Jonathan Davis también importantes cantidades de bandas de los noventa, mezclando rapcore con industrial, metal alternativo y grindcore, con un resultado aunque no memorable mucho más interesante que lo que habían hecho hasta ahora.
Dejando de lado el virtuosismo o la experimentación, Look at yourself es rudo, es noventero, es alterantivo y es malvado. Es como si le metieras esteroides a los 90, como si Helmet se cayera a golpes con Pantera, mientras Slipknot toca junto a Napalm Death. Divertido, corto y preciso.
Bien por ellos.
Sin embargo, cuando escuché su nuevo single Russian Hotel Aftermath todo cambió y este 3 de marzo decidí escuchar su nuevo disco "Look at yourself" con los añadidos de ser una banda casi completamente nueva. Aunque seguía Frankie Palmeri en las voces, ahora lo acompañan los músicos de Glass Cloud, un par de ellos también estuvieron en el Tony Danza Tapdance Extravaganza, lo que le daba una añadido experimental y mucho más sólido.
El resultado es un disco que aunque bebe claramente de las influencias vocales de Fred Durst, Corey Taylor y Jonathan Davis también importantes cantidades de bandas de los noventa, mezclando rapcore con industrial, metal alternativo y grindcore, con un resultado aunque no memorable mucho más interesante que lo que habían hecho hasta ahora.
Dejando de lado el virtuosismo o la experimentación, Look at yourself es rudo, es noventero, es alterantivo y es malvado. Es como si le metieras esteroides a los 90, como si Helmet se cayera a golpes con Pantera, mientras Slipknot toca junto a Napalm Death. Divertido, corto y preciso.
Bien por ellos.
02 marzo 2017
Sinfonías metaleras que quitan el aliento: Theater of Dimensions de Xandria y Prometeus de Rhapsody´s Luca Turilli
Después de escuchar los arreglos orquestales y corales de los discos de Haggard y la impresionante mezcla de música clásica y metal que hace Therion, así como el progresivo sinfónico de bandas como Epica, Nightwish o Mayan, es difícil encontrar bandas que se equiparen. Una de ellas fue, sin duda alguna, Rhapsody en sus primeros discos.
Y esta vez me voy a atrever a hacer una crítica conjunta de dos discos que me impresionaron tanto por sus arreglos vocales y corales, así como su musicalización que no se quedó con una aproximación cinematográfica del metal progresivo sino casi como una reinterpretación de la música académica de vanguardia.
Así sentí tanto el Theater of Dimensions de Xandria, que con la vocalista que de forma brillante estuvo al frente de ExLibris, Dianne van Giersbergen, que con su voz de soprano llena todo el disco de arias de ópera y vibratos de alta factura, bajo un manto de reverberados solos de guitarra hard rock, baterías profundas procesadas e instrumentos clásicos que entran y salen de escena, como en una puesta teatral, para darle más dramatismo al disco. Lo que ella logra no son falsetes ni gemidos góticos, es realmente una cantante de cámara.
Y aunque ceden un poco en la instrumentación rockera, que entra en el momento justo para darle un sabor poderoso de acompañamiento, el disco está concentrado en Giersbergen y en los coristas que la acompañan, para mostrar una mezcla poderosa que abruma, conquista y sorprende con sus partes de cuerdas que chocan con baterías y coros al mismo tiempo, un breakdown que une música clásica y rock al máximo, lo que le brinda además un valor agregado con respecto a colegas del género.
Porque entre los invitados están los vocalistas de Van Canto, Myrath, Firewind e incluso Soilwork, lo que alimenta la parte vocal, que es lo que más brilla, sobre orquestaciones que hacen de tablas para estos actores brutales de esta fusión malvada.
Por otra parte, el Cinematic and Live de Luca Turilli´s Rhapsody, una versión en vivo y en DVD del Prometheus Symphonia Ignis Divinus también apela, aunque con muchísima más orquestación e instrumentación rockera, a que las voces sean las que impresionen.
Y esta vez me voy a atrever a hacer una crítica conjunta de dos discos que me impresionaron tanto por sus arreglos vocales y corales, así como su musicalización que no se quedó con una aproximación cinematográfica del metal progresivo sino casi como una reinterpretación de la música académica de vanguardia.
Así sentí tanto el Theater of Dimensions de Xandria, que con la vocalista que de forma brillante estuvo al frente de ExLibris, Dianne van Giersbergen, que con su voz de soprano llena todo el disco de arias de ópera y vibratos de alta factura, bajo un manto de reverberados solos de guitarra hard rock, baterías profundas procesadas e instrumentos clásicos que entran y salen de escena, como en una puesta teatral, para darle más dramatismo al disco. Lo que ella logra no son falsetes ni gemidos góticos, es realmente una cantante de cámara.
Y aunque ceden un poco en la instrumentación rockera, que entra en el momento justo para darle un sabor poderoso de acompañamiento, el disco está concentrado en Giersbergen y en los coristas que la acompañan, para mostrar una mezcla poderosa que abruma, conquista y sorprende con sus partes de cuerdas que chocan con baterías y coros al mismo tiempo, un breakdown que une música clásica y rock al máximo, lo que le brinda además un valor agregado con respecto a colegas del género.
Porque entre los invitados están los vocalistas de Van Canto, Myrath, Firewind e incluso Soilwork, lo que alimenta la parte vocal, que es lo que más brilla, sobre orquestaciones que hacen de tablas para estos actores brutales de esta fusión malvada.
Por otra parte, el Cinematic and Live de Luca Turilli´s Rhapsody, una versión en vivo y en DVD del Prometheus Symphonia Ignis Divinus también apela, aunque con muchísima más orquestación e instrumentación rockera, a que las voces sean las que impresionen.
Con Ralf Scheepers (Primal Scream y exGamma Ray) y David Readman de la banda de power metal sinfónico Almanac acompañando en las voces masculinas a Alessandro Conti, se muestran vocales épicas y agudas típicas del género pero también la soprano Emili Ragni y las misteriosas "The Voices of teh Apocalypse" llenan el disco de arreglos corales y de ópera de altura, que van desde profundos bajos que recuerdan a las arias de Carmina Burana de Carl Off hasta una combinación sistemática de pegadizos coros, clásico de Rhapsody con Turilli. El efecto es estar en medio de la batalla, aupado por los músicos del reino, mientras afrontas la muerte, juras pelear hasta el final, disfrutas la victoria y estás arropado por la fantasía de revivir y ser inmortal en una historia fantástica de una tierra infestada de dragones y valientes caballeros, pero con música que te hace creer que lo escuchas en un majestuoso anfiteatro italiano, rodeado de obras de arte y con la exquisitez barroca en la arquitectura, con la visión contemporánea del metal progresivo más atrevido, rápido y sorprendente de muchos años.
Buen apetito.
28 febrero 2017
"You´re dead!" de Flying Lotus: laptops, Morricone y hip hop experimental en decenas de capas sónicas
Leer entrevistas de los artistas que te gustan o los que acabas de conocer es una forma de conocer nueva música. Ellos son curadores de lo que te puede gustar. Y así me animé a escuchar "You´re dead!" de Flying Lotus, el alias de Steven Ellison, un DJ, productor musical y rapero -es mucho más- norteamericano que hace lo que se ha calificado como hip hop experimental y electrónica, pero que la verdad es difícil de describir.
Podríamos decir que es free jazz, para describir el uso de instrumentos análogos pero no basta para describir las pistas, las atmósferas y los samplers, algunas que pueden recordar a los primeros trabajos de Björk pero con una clara diferencia: la influencia afroamericana. Por algo Ellison es sobrino nieto de los Coltrane.
Quizás nombrando a algunos de sus colaboradores se podrá entender este laboratorio de composición que une laptops, raperos como Snoop Dogg y Kendrick Lamar y bizarras pistas abstractas que al mismo tiempo son bailables como alucinanets. Desdel exbaterista de The Mars Volta (Deantoni Parks), hasta el creador de la banda de death metal virtual Dethklock (Brendon Small), pasando por el pianista del quinteto de Miles Davis (Herbie Hancock), e incluso el genio Ennio Morricone en el tema Turtles.
Con trozos de drum n bass, baterías reales y samples de vinil, voces femeninas venidas del más allá procesadas por vocoders, arreglos orquestales que se unen a caóticos arreglos de vientos, capas y capas de sintetizadores con beats cortados, Flying Lotus te sumerge en un disco difícil de definir, que te ataca desde varios flancos con ese copy-paste creativo que lo hace tan de vanguardia como polémico, pero cuyos resultados me parecen certificados por el laureado compositor cinematográfico italiano.
Podríamos decir que es free jazz, para describir el uso de instrumentos análogos pero no basta para describir las pistas, las atmósferas y los samplers, algunas que pueden recordar a los primeros trabajos de Björk pero con una clara diferencia: la influencia afroamericana. Por algo Ellison es sobrino nieto de los Coltrane.
Quizás nombrando a algunos de sus colaboradores se podrá entender este laboratorio de composición que une laptops, raperos como Snoop Dogg y Kendrick Lamar y bizarras pistas abstractas que al mismo tiempo son bailables como alucinanets. Desdel exbaterista de The Mars Volta (Deantoni Parks), hasta el creador de la banda de death metal virtual Dethklock (Brendon Small), pasando por el pianista del quinteto de Miles Davis (Herbie Hancock), e incluso el genio Ennio Morricone en el tema Turtles.
Con trozos de drum n bass, baterías reales y samples de vinil, voces femeninas venidas del más allá procesadas por vocoders, arreglos orquestales que se unen a caóticos arreglos de vientos, capas y capas de sintetizadores con beats cortados, Flying Lotus te sumerge en un disco difícil de definir, que te ataca desde varios flancos con ese copy-paste creativo que lo hace tan de vanguardia como polémico, pero cuyos resultados me parecen certificados por el laureado compositor cinematográfico italiano.
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