En lo que empecé a leer Mi país inventado de Isabel Allende, en el cual hace una radiografía de Chile, donde ha vivido menos de la mitad de su vida, definiéndolo por su geografía y los recuerdos que le trae, vivencias familiares de infancia y política –que le tocó tan cerca por ser sobrina de Salvador Allende-, y finalmente por la sociedad que pudo retratar siendo periodista, me pregunté ¿qué significa ser venezolano o vivir en Venezuela? Desde mi perspectiva y experiencia, trataré de hacer el mismo ejercicio.
Hasta hace muy poco, la forma popular más conocida para describir Venezuela a un extranjero era diciendo: Misses, petróleo y béisbol. No en ese orden necesariamente. Una frase que causaba normalmente risas y aquel sentimiento común que expresa que el venezolano es un bromista, un echador de vaina irremediable; pero también que poco nos detenemos a pensar en cómo somos realmente. Aún así, al examinar eso que se llama venezolaneidad, una de las primeras características que aparece es el humor.
Los humoristas del país se han afincado en el tema, devolviéndoles el favor. Nada de disertaciones sobre la vida universal, sino vivisección al venezolano. Laureano Márquez lo ha hecho con humor político, Emilio Lovera lo expresa con nuestro íconos culturales, Carlos Sicilia “sufriendo” no encajar en los estereotipos, mientras Er Conde del Guácharo con la sorna del machismo gozón, es uno de los empresarios más exitosos del país, ex candidato presidencial y aspirante a la Gobernación de Anzoátegui. Los que dibujan, Weil, Rayma y Zapata, por nombrar sólo tres reconocidos, también insisten en pintar en colores patrios, las estrellas y estrellados de nuestra sociedad, para reírnos –y lamentarnos, pues el humorista suele ser amargado- del país en que nos tocó vivir, arrechándonos que no sea mejor, porque no hay otro.
El humor es uno de los pilares de lo que somos. Ante el caso RCTV, la gente argumentó la continuidad e importancia histórica de Radio Rochela. Algunas de las campañas publicitarias y canciones que más éxito han tenido son las del toque humorístico como Estoy es lo que hay, o los cangrejitos ñañañaña, y cualquier corriente de opinión pública trae consigo el chistecito que pasa por correo electrónico y mensajito de texto, nueva Radio Bemba de un país con 90% de penetración celular, el más alto de Latinoamérica.
Arrechísimo o balurdo, el segundo pilar de nuestra identidad nacional es el habla, del cual también nos ufanamos. Somos un vacilón, nos decimos, aunque hablemos muy mal el español, y aunque "nos fueran dicho esa vaina antes", es una creencia muy extendida que nuestra forma de expresarnos es una marca registrada con algún tipo de superioridad. Por eso, la gente del centro imita con sorna el hablar de los gochos o los llaneros, del colombiano o el argentino, y no falta quién sepa hacer una buena parodia malandra. El volumen de nuestra risa, el movimiento de nuestros manos o el “no tener acento” tienen un no-sé-qué (eterna razón de nuestro accionar nacional) que hasta los portugueses con 40 años en Venezuela y acentuación madeirense imborrable dice claro y raspao, si te metes con él, vete al coño de tu madre. Ángel Rosenblat lo ha estudiado y explicado muchísimo mejor, siendo venezolano de origen extranjero y poco reconocido entre las multitudes criollas como es típico, porque "en este país falta es cultura", a pesar que nuestras tradiciones son más complicadas y diversas que un crucigrama en 5 idiomas.
En Venezuela, la gente se ríe y se alegra –mientras continúan las cadenas de emails y mensajitos de textos- al comentar una y otra vez lo divertido que es nuestro hablar, reflejo imbatible de nuestra propia idiosincrasia, que mezcla la explosividad caribeña, el ingenio de la juventud y el mestizaje cultural en que todo pasa por el filo: gallegos, homosexuales, suegras, gochos, negros, árabes y borrachos. Sin el sufrimiento del racismo o el crimen del odio, y dejando patente ese clasismo que todo el mundo admitía pero nadie tocaba. La cachifa y el mono contra la sifrinita plástica y el viejo verde con burda de billete, pero sin estallido, hasta ahora que se nos fue el Petróleo, Misses y Béisbol, por el Patria, Socialismo o Muerte.
“A los venezolanos nos gusta la política”, dice una de las nuevas campañas del Gobierno. Yo no creo eso, pero si es más cierto que la clase política en Venezuela lo ha definido todo por estos lares. La Generación del 28, las dictaduras de los generales gochos –Gómez y Pérez Jiménez-, el Pacto de Punto Fijo, los comunistas que se hicieron adecos, la guerrilla que no aceptó a El Ché y fue reprimida por la guanábana política y ahora, la arrechera y el resentimiento que nos trajo un presidente “revolucionario”, que está causando la misma molestia que lo trajo al poder.
Obviamente no todos los venezolanos respondemos a estos estereotipos por igual. Define el sociólogo Nestor Rivera al criollo en 4 grupos: los echados palante, los conservadores, los viva la pepa y los desilusionados. Esto dependiendo del grado de responsabilidad que asumen sobre su destino, sus hábitos al leer la prensa y algunos valores compartidos. En ese orden van desde los más independientes y exitosos hasta los que culpan de todo a la suerte, esperando la solución de sus problemas por parte del gobierno, pasando por el bonchón que siempre celebra si gana Brasil y quiere hacer "lo que le dé la gana", hasta los que desean que se mantengan nuestras tradiciones, prefiriendo no arriesgarse demasiado con cambios políticos, sociales o económicos.
Sin embargo, se puede subdividir también a los nuestros entre los que se lamentan por un país que parece que no termina de arrancar, de salir del subdesarrollo y de convertirse en una nación donde la mitad de la gente no quiera irse pal coño –a pesar de estar en una situación muchísimo mejor que naciones como Bolivia y Ecuador, que si enfrentan este problema-, y aquellos que defienden irasciblemente las bellezas geográficas, el sentir de la gente y las oportunidades de un país donde cualquiera te brinda una arepa, te invita a su casa o te presta rial. Extraño mi país, pero allá no puedo vivir como aquí, siendo mesonero, enfrentado al fulgor eterno de quien no cambiará jamás las playas, su familia y amigos, y costumbres.
Según el cálculo humorístico de Hernán Casciari en “La verdadera edad de los países”, Venezuela, como las otras naciones latinoamericanas, tiene unos 13 o 14 años, pero ésta quiere unirse al MERCOSUR porque es una banda de rock adolescente que hace mucho ruido aunque nunca ha sacado un disco, pero realmente quiere es tirar con Brasil, que ya tiene 14 y la tiene grande.
Quejarnos y criticar
Hábitos que de ser deportes olímpicos, tendríamos una hegemonía mayor a la que aplicamos en el Mundial de Dominó, claramente inventando para darle una pela a todos los osados foráneos. El venezolano, sin distinción social –de raza no hace falta hablar-, pero con su propio bagaje cultural dirá que aquí nada sirve. Unos lo compararán con EE.UU. el referente –hasta hace poco- más respetado, algunos otros más con la Europa de sus padres –Italia, Portugal, España- y otros más con la finura al hablar del bogotano, la cultura europea del Cono Sur o el nacionalismo de México, pero el abanico es infinito. Ya hay incluso subculturas al respecto: mi ex se fue a España y no lo olvido; tengo un pana en Miami que se compró un Ipod, un carro y vive en tremenda casa, trabajando en un restaurante; y mi hermano se fue a estudiar a Londres.
Finalmente, otros dirán que el venezolano es flojo o que trabaja duro pero es explotado. Que aquí no se respetan las leyes, los ricos nunca van presos, los policías son corruptos, y sacarse un papel cuesta billete o palanca –al parecer ahora menos en esto último, pero todo depende del punto de vista-, mientras los políticos se lo roban todo y no hacen nada. La conclusión casi siempre es similar, culpa de la viveza criolla. Nuestra virtud divertida, relajada y habladora se vuelve nuestro peor defecto: la creatividad criminal, el ocio y el vicio como madres del delincuente, la charla del macho que embaraza la carajita y la crianza de la madre consentidora creadora del hombre que repite el modelo del papá –o la falta de éste-, que se gradúa antes de madurar, si es que estudia, y que finalmente termina montando un negocito porque aquí trabajar para alguien no da dinero, o se mete por el mal camino porque es lo que aprende del entorno, quizás obligado por las circunstancias y falta de oportunidades.
Aquí vienen también los lamentos antropológicos, porque para el venezolano, la culpa siempre es de otros: los españoles que vinieron eran una cuerda de criminales y nos trajeron todos esos vicios, violaron nuestras indias y se robaron el oro, si nos hubiesen conquistado ingleses o portugueses otra historia cantaría; los indígenas nuestros eran unos flojos, nómadas que sólo inventaron la chicha para rascarse y dispararse hierbas por la nariz para drogarse. En otros países –la queja sempiterna- hubo pirámides mayas, calendarios aztecas, y aquí tenemos es el chinchorro y el cuatro, para dormir y cantar. De los negros poco se les achacan defectos, pero si una virtud sabrosísima y caribeña: el tambor y la habilidad para bailar. Tú sabes como son esas negras, que mueven ese culo duro como unas demonias. Humor y retórica, lamento y bonche, Venezuela popular.
Pero nuestro país también se identifica porque algunos no se la calan y surgen, brillan incluso a nivel mundial y son reconocidos por su quehacer destacado. Venezolanos como Arturo Úslar Pietri, Alirio Díaz o “El Gato” Galárraga. Ahora se habla de Arango y Dudamel. Intelectuales le dan nombre a avenidas y municipios, así como héroes independentistas, y escritores que no se les ha leído como se debe, como Mario Briceño Iragorry, y grandes mentes como Pablo Pérez Alfonso, creador de la OPEP, que apenas es recordado de vez en cuándo para algún punto político o sentimental, punto débil que tanto éxito le ha dado a las telenovelas criollas, máximo estandarte comunicacional, hasta las cadenas presidenciales de ahora.
Aún así, estos fulgurantes personajes, ideales para ediciones especiales aniversarias de revistas y periódicos, son minimizados como ejemplo, como caso a estudiar, como modelo a seguir. Se usan para la publicidad llorona y la promoción mercadotécnica, pero en liceos y escuelas ni de vaina. Hay que mantener el status quo, porque si algo defiende cada quién en este país, es que las cosas cambien para que sigan igual, o no que no jodan tanto con nuevas leyes, o nuevos gobiernos o nuevas ideas de nada. Déjalo así, vale. Ya uno está acostumbrado a que las cosas son así. Un pueblo bravo, pero paciente, porque está rascao, anda para la playa, viendo la novela o de reposo, porque se operó las tetas.
Otro recurso siempre eficaz en la publicidad, es el extranjero que se siente venezolano. Del hijo del europeo que llegó pelando, del chino que le gustan las venezolanas, del italiano que escucha joropo, del gallego que asegura que Venezuela es el mejor país del mundo, con la gasolina más barata que el agua, un clima de eterno verano y donde todos los negocios se pueden hacer. Así las cuñas ponen uun joropito techno, las camisas de béisbol, un gol vinotinto a Brasil, la Orquesta Sinfónica Juvenil y los abrazos de un 31 de diciembre mientras la viejita hace las hallacas.
Hasta hace muy poco, la forma popular más conocida para describir Venezuela a un extranjero era diciendo: Misses, petróleo y béisbol. No en ese orden necesariamente. Una frase que causaba normalmente risas y aquel sentimiento común que expresa que el venezolano es un bromista, un echador de vaina irremediable; pero también que poco nos detenemos a pensar en cómo somos realmente. Aún así, al examinar eso que se llama venezolaneidad, una de las primeras características que aparece es el humor.
Los humoristas del país se han afincado en el tema, devolviéndoles el favor. Nada de disertaciones sobre la vida universal, sino vivisección al venezolano. Laureano Márquez lo ha hecho con humor político, Emilio Lovera lo expresa con nuestro íconos culturales, Carlos Sicilia “sufriendo” no encajar en los estereotipos, mientras Er Conde del Guácharo con la sorna del machismo gozón, es uno de los empresarios más exitosos del país, ex candidato presidencial y aspirante a la Gobernación de Anzoátegui. Los que dibujan, Weil, Rayma y Zapata, por nombrar sólo tres reconocidos, también insisten en pintar en colores patrios, las estrellas y estrellados de nuestra sociedad, para reírnos –y lamentarnos, pues el humorista suele ser amargado- del país en que nos tocó vivir, arrechándonos que no sea mejor, porque no hay otro.
El humor es uno de los pilares de lo que somos. Ante el caso RCTV, la gente argumentó la continuidad e importancia histórica de Radio Rochela. Algunas de las campañas publicitarias y canciones que más éxito han tenido son las del toque humorístico como Estoy es lo que hay, o los cangrejitos ñañañaña, y cualquier corriente de opinión pública trae consigo el chistecito que pasa por correo electrónico y mensajito de texto, nueva Radio Bemba de un país con 90% de penetración celular, el más alto de Latinoamérica.
Arrechísimo o balurdo, el segundo pilar de nuestra identidad nacional es el habla, del cual también nos ufanamos. Somos un vacilón, nos decimos, aunque hablemos muy mal el español, y aunque "nos fueran dicho esa vaina antes", es una creencia muy extendida que nuestra forma de expresarnos es una marca registrada con algún tipo de superioridad. Por eso, la gente del centro imita con sorna el hablar de los gochos o los llaneros, del colombiano o el argentino, y no falta quién sepa hacer una buena parodia malandra. El volumen de nuestra risa, el movimiento de nuestros manos o el “no tener acento” tienen un no-sé-qué (eterna razón de nuestro accionar nacional) que hasta los portugueses con 40 años en Venezuela y acentuación madeirense imborrable dice claro y raspao, si te metes con él, vete al coño de tu madre. Ángel Rosenblat lo ha estudiado y explicado muchísimo mejor, siendo venezolano de origen extranjero y poco reconocido entre las multitudes criollas como es típico, porque "en este país falta es cultura", a pesar que nuestras tradiciones son más complicadas y diversas que un crucigrama en 5 idiomas.
En Venezuela, la gente se ríe y se alegra –mientras continúan las cadenas de emails y mensajitos de textos- al comentar una y otra vez lo divertido que es nuestro hablar, reflejo imbatible de nuestra propia idiosincrasia, que mezcla la explosividad caribeña, el ingenio de la juventud y el mestizaje cultural en que todo pasa por el filo: gallegos, homosexuales, suegras, gochos, negros, árabes y borrachos. Sin el sufrimiento del racismo o el crimen del odio, y dejando patente ese clasismo que todo el mundo admitía pero nadie tocaba. La cachifa y el mono contra la sifrinita plástica y el viejo verde con burda de billete, pero sin estallido, hasta ahora que se nos fue el Petróleo, Misses y Béisbol, por el Patria, Socialismo o Muerte.
“A los venezolanos nos gusta la política”, dice una de las nuevas campañas del Gobierno. Yo no creo eso, pero si es más cierto que la clase política en Venezuela lo ha definido todo por estos lares. La Generación del 28, las dictaduras de los generales gochos –Gómez y Pérez Jiménez-, el Pacto de Punto Fijo, los comunistas que se hicieron adecos, la guerrilla que no aceptó a El Ché y fue reprimida por la guanábana política y ahora, la arrechera y el resentimiento que nos trajo un presidente “revolucionario”, que está causando la misma molestia que lo trajo al poder.
Obviamente no todos los venezolanos respondemos a estos estereotipos por igual. Define el sociólogo Nestor Rivera al criollo en 4 grupos: los echados palante, los conservadores, los viva la pepa y los desilusionados. Esto dependiendo del grado de responsabilidad que asumen sobre su destino, sus hábitos al leer la prensa y algunos valores compartidos. En ese orden van desde los más independientes y exitosos hasta los que culpan de todo a la suerte, esperando la solución de sus problemas por parte del gobierno, pasando por el bonchón que siempre celebra si gana Brasil y quiere hacer "lo que le dé la gana", hasta los que desean que se mantengan nuestras tradiciones, prefiriendo no arriesgarse demasiado con cambios políticos, sociales o económicos.
Sin embargo, se puede subdividir también a los nuestros entre los que se lamentan por un país que parece que no termina de arrancar, de salir del subdesarrollo y de convertirse en una nación donde la mitad de la gente no quiera irse pal coño –a pesar de estar en una situación muchísimo mejor que naciones como Bolivia y Ecuador, que si enfrentan este problema-, y aquellos que defienden irasciblemente las bellezas geográficas, el sentir de la gente y las oportunidades de un país donde cualquiera te brinda una arepa, te invita a su casa o te presta rial. Extraño mi país, pero allá no puedo vivir como aquí, siendo mesonero, enfrentado al fulgor eterno de quien no cambiará jamás las playas, su familia y amigos, y costumbres.
Según el cálculo humorístico de Hernán Casciari en “La verdadera edad de los países”, Venezuela, como las otras naciones latinoamericanas, tiene unos 13 o 14 años, pero ésta quiere unirse al MERCOSUR porque es una banda de rock adolescente que hace mucho ruido aunque nunca ha sacado un disco, pero realmente quiere es tirar con Brasil, que ya tiene 14 y la tiene grande.
Quejarnos y criticar
Hábitos que de ser deportes olímpicos, tendríamos una hegemonía mayor a la que aplicamos en el Mundial de Dominó, claramente inventando para darle una pela a todos los osados foráneos. El venezolano, sin distinción social –de raza no hace falta hablar-, pero con su propio bagaje cultural dirá que aquí nada sirve. Unos lo compararán con EE.UU. el referente –hasta hace poco- más respetado, algunos otros más con la Europa de sus padres –Italia, Portugal, España- y otros más con la finura al hablar del bogotano, la cultura europea del Cono Sur o el nacionalismo de México, pero el abanico es infinito. Ya hay incluso subculturas al respecto: mi ex se fue a España y no lo olvido; tengo un pana en Miami que se compró un Ipod, un carro y vive en tremenda casa, trabajando en un restaurante; y mi hermano se fue a estudiar a Londres.
Finalmente, otros dirán que el venezolano es flojo o que trabaja duro pero es explotado. Que aquí no se respetan las leyes, los ricos nunca van presos, los policías son corruptos, y sacarse un papel cuesta billete o palanca –al parecer ahora menos en esto último, pero todo depende del punto de vista-, mientras los políticos se lo roban todo y no hacen nada. La conclusión casi siempre es similar, culpa de la viveza criolla. Nuestra virtud divertida, relajada y habladora se vuelve nuestro peor defecto: la creatividad criminal, el ocio y el vicio como madres del delincuente, la charla del macho que embaraza la carajita y la crianza de la madre consentidora creadora del hombre que repite el modelo del papá –o la falta de éste-, que se gradúa antes de madurar, si es que estudia, y que finalmente termina montando un negocito porque aquí trabajar para alguien no da dinero, o se mete por el mal camino porque es lo que aprende del entorno, quizás obligado por las circunstancias y falta de oportunidades.
Aquí vienen también los lamentos antropológicos, porque para el venezolano, la culpa siempre es de otros: los españoles que vinieron eran una cuerda de criminales y nos trajeron todos esos vicios, violaron nuestras indias y se robaron el oro, si nos hubiesen conquistado ingleses o portugueses otra historia cantaría; los indígenas nuestros eran unos flojos, nómadas que sólo inventaron la chicha para rascarse y dispararse hierbas por la nariz para drogarse. En otros países –la queja sempiterna- hubo pirámides mayas, calendarios aztecas, y aquí tenemos es el chinchorro y el cuatro, para dormir y cantar. De los negros poco se les achacan defectos, pero si una virtud sabrosísima y caribeña: el tambor y la habilidad para bailar. Tú sabes como son esas negras, que mueven ese culo duro como unas demonias. Humor y retórica, lamento y bonche, Venezuela popular.
Pero nuestro país también se identifica porque algunos no se la calan y surgen, brillan incluso a nivel mundial y son reconocidos por su quehacer destacado. Venezolanos como Arturo Úslar Pietri, Alirio Díaz o “El Gato” Galárraga. Ahora se habla de Arango y Dudamel. Intelectuales le dan nombre a avenidas y municipios, así como héroes independentistas, y escritores que no se les ha leído como se debe, como Mario Briceño Iragorry, y grandes mentes como Pablo Pérez Alfonso, creador de la OPEP, que apenas es recordado de vez en cuándo para algún punto político o sentimental, punto débil que tanto éxito le ha dado a las telenovelas criollas, máximo estandarte comunicacional, hasta las cadenas presidenciales de ahora.
Aún así, estos fulgurantes personajes, ideales para ediciones especiales aniversarias de revistas y periódicos, son minimizados como ejemplo, como caso a estudiar, como modelo a seguir. Se usan para la publicidad llorona y la promoción mercadotécnica, pero en liceos y escuelas ni de vaina. Hay que mantener el status quo, porque si algo defiende cada quién en este país, es que las cosas cambien para que sigan igual, o no que no jodan tanto con nuevas leyes, o nuevos gobiernos o nuevas ideas de nada. Déjalo así, vale. Ya uno está acostumbrado a que las cosas son así. Un pueblo bravo, pero paciente, porque está rascao, anda para la playa, viendo la novela o de reposo, porque se operó las tetas.
Otro recurso siempre eficaz en la publicidad, es el extranjero que se siente venezolano. Del hijo del europeo que llegó pelando, del chino que le gustan las venezolanas, del italiano que escucha joropo, del gallego que asegura que Venezuela es el mejor país del mundo, con la gasolina más barata que el agua, un clima de eterno verano y donde todos los negocios se pueden hacer. Así las cuñas ponen uun joropito techno, las camisas de béisbol, un gol vinotinto a Brasil, la Orquesta Sinfónica Juvenil y los abrazos de un 31 de diciembre mientras la viejita hace las hallacas.
Es que no importa cuantas cosas nos pasen, ya vendrá otro problema nuevo que hará olvidar al anterior; una moda que suplantará a la de ahora, y un nuevo chisme/chiste que te hará olvidar lo que antes se sufrió. La falta de memoria histórica la recalcó el insigne venezolano, Simón Bolívar, condenando a un pueblo así a repetir los errores de la Historia. ¿No es increíble la guerra sociológica por el reggeaton, en que sus defensores olvidan que hace pocos años ellos rumbeaban igual sin su existencia, y sus detractores no recuerdan que así como estuvo el technomerengue, la changa y la lambada, este fenómeno pasará para traer algo que considerarán aún peor, mientras las nuevas generación siguen sin saber nada de lo que pasó y arropándose en su música, gustos y hábitos como superiores por ser novedosos?
Sin enciclopedia contemporánea
A pesar de algunos esfuerzo editoriales, para reclamar biografías con el periódico del domingo, o algunos micros aquí y allá, no hay una fuente destacada para saber quién es/fue Orlando Urdaneta, Vitas Brener, Aquiles Nazoa, Óscar Yanes, Horacio Blanco, Renny Otolina, Wolfang Larrazabal o Ángel Rosenblat. Buenos o malos, héroes o traidores, este país tan joven no sólo no sabe, sino que no le importa. ¿Para qué quiero saber quienes son esos tipos? A mi no me gusta leer periódico. El peo es que no yo tengo cable. Yo me paro demasiado temprano todos los días. Ese eres tú que tienes rial, pero yo tengo que trabajar. Quejas, apatía y diversión.
Internet en Venezuela
En la red, ser venezolano también tiene lo suyo. Facebook, que hasta hace poco no existía, uan vez reventada “la fiebre”, ahora es casi una segunda cédula y ya tenemos decenas de aplicaciones para que la gente se regale frases, arepas, playas y un sinfín de ítems venezolanistas “demasiado de pinga”. Mientras tanto, la penetración del Internet aún se concentra en las clases media y alta a pesar de la proliferación de cybercafés en todo el territorio y los planes del gobierno con los Infocentros, la lectura y creación de blogs es inferior a la de otros países como reseña la revista colombiana Gatopardo y los “cybers” están llenos de chamitos jugando a dispararse o a la guerra épica, después de la patada inicial de Counter Strike. Del resto, el chateo como forma de flirteo anónimo y directo: la conocí por Internet. Algunos buscan sexo inmediato, otros una forma distinta de conocer a la persona ideal. El Messenger como forma de hablar más con los amigos, con los que están en el exterior, con los familiares que no visitas tanto.
Internet también significa pasar chistes, por supuesto, miles de presentaciones Power Point sobre la mitología urbana de la advertencia y el terror de la madre paranoica y las fotos porno de alguna desventurada que quiso hacer una gracia para regalársela a su novio. Así se trasladó hasta el chisme/chiste político, la información bajo cuerda del alzamiento militar que nunca sucedió y las verdades que los medios no reflejaban. Más chistes, más fotos y muchísimos más Powerpoint de reflexión católica, mientras la Wikipedia es el site más copiado y pegado en los liceos y universidades del país, pues Monografías.com ya se hizo demasiado evidente. Ya no hay casi programa de radio local que no lea las noticias de cualquier site más o menos ocurrente.
Aún así, toda esta radiografía se nos fue –quizás sólo de vacaciones- con la llegada de la Revolución. Ahora la gente es escuálida o roja, rojita. Eres oligarca o sindicalista. Perteneces al poder popular, o a los alienados por el Imperio. Ya nada más importa sino si estás o en contra del Presidente, y el clasismo explotó como marxismo, en la lucha de clases que se mantenía a raya por esa afabilidad tan nuestra, la solidaridad por sensiblería y el “yo quisiera tener burda de plata algún día”. El venezolano es todo lo que se dijo anteriormente, pero siempre con el calificativo de chavista u opositor. Qué hediondo huele ser un ni-ni en un país que antes no le paraba bolas a nada.
La cosa ha cambiado tanto, que ahora la gente se dice con orgullo ser capitalista, o habla fieramente sobre la injusticia social del neoliberalismo. Ahora muchos recuerdan que tenían un tío guerrillero, y “siempre han sido de izquierda”. Ser un pro-yankee es para algunos una virtud, por un extraño sinónimo de libertad. El Ché y Fidel, que sólo le importa a unos pocos, ahora son tan mentados o amados como en Cuba, y todo se define en si usted ve más VTV o Globovisión, amén de tener o no cable o querer desligarse de esto. ¡Ay de ti!, venezolano que intente quedarse anclado en el pasado, feliz de la vida sin hacer caso de lo que pasa. Hay quién lo confiesa, no sin la reprobación de hasta los que admiten estar cansados de tanta política.
Aún así, hay que admitir cierta conversión positiva de los valores. El criollo es ahora más crítico, más preocupado, más informado. Todo esto con sus antivalores para los más sumisos, los más escapistas, los más mediatizados. La gente quiere saber, quiere involucrarse, se piensa más algunas cosas. Se queja ahora de situaciones más importantes, aprecia circunstancias que siempre se creyeron ganadas para siempre. Pero queremos más.
Para mí, Venezuela es un país de esperanzas pasivas. Un país en la que queremos que todo mejore, que la gente cambie, que el país se resuelva, para que uno pueda por fin vivir bien. Nos quejamos y criticamos, y aunque cada quién contribuya a su manera, porque estudia, trabaja y echapalante, poco hace para ayudar a su empleado, a su vecino o colega. Primero yo, es el slogan. Mientras tanto, pagas para la cita del pasaporte, te sigues comiendo la luz roja sin remordimiento y compras DVD piratas. Al final, todo el mundo lo hace y si tú lo dejas de hacer, no va a pasar nada. ¿Entonces, para cuándo es esto?
Aún así, toda esta radiografía se nos fue –quizás sólo de vacaciones- con la llegada de la Revolución. Ahora la gente es escuálida o roja, rojita. Eres oligarca o sindicalista. Perteneces al poder popular, o a los alienados por el Imperio. Ya nada más importa sino si estás o en contra del Presidente, y el clasismo explotó como marxismo, en la lucha de clases que se mantenía a raya por esa afabilidad tan nuestra, la solidaridad por sensiblería y el “yo quisiera tener burda de plata algún día”. El venezolano es todo lo que se dijo anteriormente, pero siempre con el calificativo de chavista u opositor. Qué hediondo huele ser un ni-ni en un país que antes no le paraba bolas a nada.
La cosa ha cambiado tanto, que ahora la gente se dice con orgullo ser capitalista, o habla fieramente sobre la injusticia social del neoliberalismo. Ahora muchos recuerdan que tenían un tío guerrillero, y “siempre han sido de izquierda”. Ser un pro-yankee es para algunos una virtud, por un extraño sinónimo de libertad. El Ché y Fidel, que sólo le importa a unos pocos, ahora son tan mentados o amados como en Cuba, y todo se define en si usted ve más VTV o Globovisión, amén de tener o no cable o querer desligarse de esto. ¡Ay de ti!, venezolano que intente quedarse anclado en el pasado, feliz de la vida sin hacer caso de lo que pasa. Hay quién lo confiesa, no sin la reprobación de hasta los que admiten estar cansados de tanta política.
Aún así, hay que admitir cierta conversión positiva de los valores. El criollo es ahora más crítico, más preocupado, más informado. Todo esto con sus antivalores para los más sumisos, los más escapistas, los más mediatizados. La gente quiere saber, quiere involucrarse, se piensa más algunas cosas. Se queja ahora de situaciones más importantes, aprecia circunstancias que siempre se creyeron ganadas para siempre. Pero queremos más.
Para mí, Venezuela es un país de esperanzas pasivas. Un país en la que queremos que todo mejore, que la gente cambie, que el país se resuelva, para que uno pueda por fin vivir bien. Nos quejamos y criticamos, y aunque cada quién contribuya a su manera, porque estudia, trabaja y echapalante, poco hace para ayudar a su empleado, a su vecino o colega. Primero yo, es el slogan. Mientras tanto, pagas para la cita del pasaporte, te sigues comiendo la luz roja sin remordimiento y compras DVD piratas. Al final, todo el mundo lo hace y si tú lo dejas de hacer, no va a pasar nada. ¿Entonces, para cuándo es esto?
Etiquetas: Venezuela
Pues así es Venezuela y así somos los venezolanos. Yo creo que van a pasar muchos años antes de que esas "esperanzas pasivas" pasen a ser más "activas". Espero que en el entreacto no perdamos el buen humor...
ResponderBorrarAmigo. Voy a imprimir tu comentario, que parece interesante, para leerlo con calma. Luego te visito de nuevo para comentarlo. Saludos y gracias por tu visita a mi Blog sin gasolina. (Y sin gasolina nos vamos a quedar si seguimos gastando tanto con nuestros carros, m otos y lanchas...)
ResponderBorrarMuy buena radiografía de Venezuela. Ya te comentaré algo más extenso luego.
ResponderBorrarSaludos.
Felicidades excelente muy excelente descripcción de nuestro pais de 7 estrellas. Mi comentario
ResponderBorrarAhora, y despues de que Dirección de la INTERPOL ratificara que el examen de las laptops fue exacto y que el gobierno colombiano no modificó ningún archivo, ahorita a Chavez, Piedad, Correa y demás terroristas están con el culo al aire y ya sabemos quien protegía y protege aún a las FARC, quien las financiaba y despues de ver las declaraciones de Piedad en el Nuevo Herald queda claro, aún más si cabe.
El plan de Chavez de derrocar a Uribe ayudando a las FARC, y así hacerse caudillo bolivariano de America Latina, HA SALIDO MAL, MUY MAL.
Ahora declara que quiere negociar con la DEA estadounidense para combatir el narcotráfico. QUIERE NEGOCIAR CON EL IMPERIO.
Ahora Chavez está verdaderamente asustado y si pierde en Noviembre, pucherazo con armas, claro. Su aspiración a Caudillo Bolivariano Sudamericano se derrumba.
A Morales le crecen los enanos, Correa ya cierra medios de comunicación opositores, estás asustados porque se les cae su imperio que ellos creian de por vida, pero habia que explicarle a estos que BOLIVAR ERA UN LIBERTADOR, NO UN OPRESOR COMO ELLOS.
Ellos son opresores antidemocraticos aunque hayan llegado al poder por votación, pero todos (Incluido Uribe) están intentando perpetuarse, y claro necesitan armas, que es lo que está haciendo Chavez, armarse, pero no contra el imperio sino contra los venezolanos.
YA NO EXISTE NINGUN PRESTIGIO INTERNACIONAL PARA ELLOS, NINGUNO
Si te apete opinar opina en los comentarios son libres totalmente.
Si te apetece votar en una encuesta sobre las elecciones de Noviembre VOTA AQUI
http://chavezdimiteelpuebloyanoteadmite.blogspot.com
Muy buena reseña del venezolano y sus costumbres, extenso, largo, ¿esto lo escribiste en una sola sentada? Saludos cordiales!
ResponderBorrarGracias Héctor. Un gusto saber que por aquí pasó el Blog sin gasolina.
ResponderBorrarOswaldo, lo hice en Word primero. Lo tuve pensando varios días, y lo escribí en varias sesiones durante el domingo. Lo sigo ampliando y corrigiendo.
Me falta sumarle lo anecdótico que somos, exagerados al contar las cosas, en contraposición de lo introspectivo y analíticos que son los del sur. Además, hay que añadir aspectos de todos los tipos de venezolano, para que no se diga: es así son los venezolanos, sino que muchos digan: si, así soy yo.
Te odio!!!! porque escribes mucho y nunca los leo a tiempo :p
ResponderBorrarVeo que has estado inviertiendo muy bien tu tiempo y esa vena de escritor reflexivo que tienes...
Dejame decirte que en mi escala te sacaste 20 puntos con toda esta reflexión de lo que somos.
Saludos chico irresponsable...
Me dejaste sin palabras porque tu las dijiste todas.
ResponderBorrarTREMENDO post.
EXCELENTE!!!!
Gracias Curi. Pero hace falta aún reflexionar un poco más, y extender este "comunicado" a la venezolanidad. Allende escribió todo un libro. Pero gracias por tomarte el tiempo, cariño.
ResponderBorrarJoder tío!!! Le metes hasta a la sociología! jaja Felicitaciones!!! Ya le recomendé tu post a varios de mis mejores profesores de la universidad y el colegio y, dicen, que Aquiles Nazoa no lo pudo haber hecho mejor :D
ResponderBorrarJeje, coño, gracias Atilio, no nos elevemos tanto que dejamos de trabajar como es. Un abrazo, amigo!!! cuéntame qué universidad y colegio son y de donde.
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