30 mayo 2011

El otro satélite

El pasado 28 de abril del 2011 la Comisión de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Asamblea Nacional aprobó el acuerdo comercial para la construcción de un segundo satélite chino, esta vez de observación, que permitiría monitorear suelos, fenómenos biológicos y climáticos. El costo, 140 millones de dólares del Fondo de Desarollo (FONDEN). El anuncio lo hizo el diputado (PSUV) Giovanni Peña, vicepresidente de tal comisión. La discusión, aún así, fue pospuesta por algunos puntos en los que los diputados no estaban de acuerdo, pero, se aprobó con la mayoría simple oficialista.

La noticia quedó allí, bajo el tapete, hasta que fue anunciada por el Presidente, twittero adolorido con rodilla en reposo, y la venida de los representantes chinos para la firma del contrato, que nos vuelve a adeudar, sumándose a los 40 mil millones de dólares que tenemos comprometidos por medio del llamado Fondo Chino-Venezuela, el mismo que ha invertido en la construcción del ferrocarrill y las ciuidades temáticas del hierro, acero y aluminio en Guayana, las cuales ni siquiera han empezado a construirse.

Los diputados de oposición que conforman la Comisión de Ciencia y Tecnología que aprobó el contrato con la Corporación Great Wall, responsable del Venesat I y del Nigcomsat-1, satélite fallido en Nigeria -cuyo gobierno y China ocultaron su total fracaso por desperfecto en los paneles solares, tratando de comprar un segundo satélite-, son: Enrique Catalán (UNT), Carlos Berrizbeitia (Proyecto Venezuela) -quien le lleva la cuenta al Presidente de gastos en otros países-, Julio Ygarza, el único diputado del PPT y Tobáis Bolívar (AD, Presidente), quién le preguntó sobre "el satélite fantasma" al Ministro Menéndez durante las interpelaciones. Aún así, estos diputados no han hecho llegar los documentos discutidos, no se han pronunciado fuertemente al respecto, y el satélite se viene para Octubre del 2012, y punto.

Menéndez, quien primero anunció que el satélite se construiría aquí, ayer anunció que sería en China, y que la fábrica de "pequeños y medianos satélites", también prometida para el 2010, ahora viene para el 2011 junto al nuevo VRSS-1. Claro, Menéndez es de profesión geógrafo, ex profesor UCV, esposo de Tania Díaz y junto a Jorge Arreaza -esposo de una  hija del Presidente y padre de su primer nieto-, manejan el Centro de Formación Simón Rodríguez y tenían un programa de opinión en VTV. Como se nota, expertos en Tecnología.

A saber, el nuevo VRSS-1, servirá para obtener cartografías actualizadas cada 40 días -dado que estará a una relativa muy baja altura, cerca de los 500 kilómetros, lejos de los 31 mil donde está el Venesat- y vigilar el territorio 24 horas. Con una vida útil menor a su hermano mayor, de sólo entre 5 a 6 años, servirá para crear un gran cúmulo de datos geográficos, en distintos formatos, para el conocimiento, lo que permitiría mitigar efectos de desastres naturales, mantener control ambiental de cosechas, minería ilegal, movimientos militares, gestión de crisis y monitoreo geológico. Todo según versiones de prensa y declaraciones de sus promotores en el gobierno.

Por supuesto, que en el país de los bautizos y anuncios, ya se dijo que servirá para apoyar a las muy recientemente creadas, Gran Misión Vivienda y AgroVenezuela. Entre los logros del Venesat, el Ministro Menéndez anunció la instalación de 2.800 antenas en todo el territorio nacional. Una meta claramente baja cuando la proyección era de 3.500 para el primer año, y 16 mil para los primeros 5 años.

Un retraso, junto a la promesa de televisión digital, probada durante la Copa América y que el ex ministro Jesse Chacón trató de adelantar, idea truncada tras su renuncia, que un ingeniero de CANTV El Sombrero (donde está la Estación Terrena de la Agencia Bolivariana de Actividades Espaciales que mantiene el control y funcionamiento del Venesat) se debe a que el Satélite Simón Bolívar sería entregado a la novísima CGV Telecom, que manejaría las nuevas comunicaciones satelitales, pero dada la magnitud del proyecto y la inexperiencia de quienes conformarían esta empresa, se entregó el manejo de datos a CANTV, por cuya premura se ha retrasado la prestación de servicios.

Un nuevo satélite, que incluso fue presentado para funciones en el resto de Latinoamérica, ha sido reseñado con esperanzas en la prensa de Colombia -país cuyo Ministerio de Tecnología desestimó comprar un satélite a la compañía china porque pedían confidencialidad en los documentos, lo que contraviene las leyes colombianas, y por no presentar resultados concretos del Venesat-I, según documento público en su página web-, y España, esperando que esta nueva adquisición sí cumpla con los objetivos planteados y prometidos.

Mientras tanto, la fábrica de antenas satelitales, Vedesat, presentada en cadena nacional por una ingeniera que dijo que tenía dos doctorados a sus 30 años, sigue sin ofrecer resultados, y la fábrica de pequeños y medianos satélites -antes era sólo pequeños- actualizó su fecha de lanzamiento para el 2012, año en que un segundo satélite volverá a expandir nuestra soberanía a los espacios ultraterrestres, en la construcción de un socialismo indoafroamericano y cosmogónico que nos salve de la destrucción planetaria, como a los cochinos de Marte.

Esperanzas satelitales
Con datos cartográficos tan nutridos, cada 40 días y monitoreo 24 horas, por medio del VRSS-1, se podrían crear políticas para controlar y mejorar el tráfico y transporte público, cuidar y mitigar inundaciones e incendios forestales, creándose al mismo timepo una web para consulta que permita que seamos todos los propietarios de estos datos biofísicos y geográficos del territorio. Sería una atlas interactivo para la educación, el control, social y la planificación, un verdadero incentivo a la economía para el reconocimiento del terreno.

Nuestro mejor destino posible (el mestizaje como identidad)

Venezuela es una maravilla. Un país inmenso obsequiado por la Naturaleza, desde el oro y diamantes que guarda la tierra, sus infinitas costas caribeñas, su tierra fértil hasta la exuberancia, su territorio amplio lleno de sol, agua, montañas, llanuras, desierto, valles y exótica flora y fauna. Eso lo tenemos regalado. Nacer aquí tiene que obedecer a algún premio de otra vida, así mismo como debe implicar un karma implícito, porque tampoco es una panacea, una salvación, una papaya, una manguangua.

También tenemos el gen de nuestros indígenas, que conocidos como nómadas y recolectores, no vivían por aquí, sino que desde Colombia, Brasil, Perú, Centroamérica y a veces más lejos, según las vasijas caribes encontradas en excavaciones arqueológicas, venían a esta Tierra de Gracia a vacacionar. Esos movimientos, que algunos pocos detenían para montar la churuata, fue la razón del chichorro, un descanso eterno, o como lo dice Lauréano Márquez, un cansacion histórico. Es que aquí se venía a pescar, comer sabroso, disfrutar del sol y como solemos decir: pa´trás.

Luego llegaron españoles y africanos, extranjeros por excelencia. Gente que ni conocía por aquí, ni sabía que esto existía y toda la vida la pasaron viendo hacia el mar, hacia allá, vámonos. Por eso el negro se quedó en la Costa, o se concentró en sus comunidades, y le puso color, tambor y fuego a su entorno, sabiéndose ajeno dentro de un territorio parecido pero no igualito. Conoció al indígena y aprendió a vivir el día a día y ya no recordó que era africano -como los que inventaron el blues en Norteamérica o los rastas de Jamaica-, y que se podía vivir de pescar y bailar. ¡Pero cómo hemos aprendido de todo eso! Mira esas caderas, mira cómo resolvemos en la adversidad y qué ritmo y colorido le hemos añadido a nuestras vidas.

Y el español, así como otras menores colonias europeas, porque nos tocaron los 40 bandoleros más malos que la reina Isabel de Castilla quiso darle a Colón, nos trajeron ese resentimiento macerado y los vicios del abuso sexual, la violencia y el desprecio entre humanos, y más tarde los supuestos letrados también exportaron, a cambio de oro y perlas, la burocracia, el clasismo, la hipocrecía social y la corrupción, junto con los valses, la ropa elegante, la sensación del momento y la organización política-administrativa de la España conquistada a patadas y obligación, de una nación dividia por regiones, idiomas y costumbres, pero que nos vendían con el imperialismo de Castilla-León.

Por eso es que el venezolano se la pasa diciendo: "en otros países las cosas son distintas". Por esa añoranza genética de no pertenecer, de estar de visita, de no querer decirle Welcome al que viene, de empuñar el cuatro y beber ron en días laborables, de gozar y esperar los puentes, de dejarlo para mañana, de querer siempre viajar y vacacionar, de regresarse a quién sabe dónde, porque aquí no es la cosa. Porque la nieve, desierto y volcán también existen en otro lado. Un venezolano cosmopolita, que dice que no quiere irse pero no sabe cómo quere al país, y como hacerle esa nación arrechísima con la que hemos soñado, pero a la que queremos llegar sin andar 40 años por el desierto.

Así, entendidos ahora como una hallaca, que nos une en diciembre, nos divide en medición de sabrosura y maternidad, en ingredientes según lo geográfico, en los regionalismos potentes heredados de los españoles, en el plato temporal indígena de la hoja de plátano y la mezcla de ingredientes que resolvían las negras tras las fiestas de los niños patronos con sus amigotes europeos, tenemos una fórmula para reinventarnos. No pretendo aquí resumir, banalizar ni minimizar los aportes de cada raza, de cada mezcla, de cada cultura, sino esbozar un pequeño plano de reflexión sobre lo que somos y dónde podemos, queriendo, ir, pensándonos como individuos particulares de un colectivo único. Venezuela.

Saber quién es el venezolano es entender cómo un maracucho y un llanero, un andino y un oriental pueden ir, cada quién en lo suyo, junto a los más cercanos, claros en sus objetivos y sacando la cuenta al final del día de los logros, podemos ir al mejor destino posible, una Venezuela que no nos lleve sino que sea ese país soñado al que queremos sacarle punta, gozar todos y vivir bien. Un país de turismo que tambien nos permita reírnos a todos. Un país de gente que resuelve, inventa e innova, porque es más fácil, rápido y barato que hacer todo el trámite de esperar a otros o traerlo de lejos. Un país que toma sus ventajas geográficas y naturales para comer mejor, para respirar profundo y brillar de energía.

Encontrar, cada quien, a diario y a la larga, esa solución que se parezca cada vez más a quienes somos nosotros.

04 mayo 2011

Aceras fértiles y calles de azúcar

Entre las cosas curiosas de nuestro país está la fertilidad avasallante de nuestras tierras. Tanto, que al día siguiente de una lluvia, vemos la ciudad con rincones verdes por doquier. Un terreno baldío, un jardín común y por supuesto, las aceras, llenas de verdor. Agua que también abre algunas piscinas en la vía.

Las aceras en Venezuela, tras unos días de lluvia, suelen parecer un bizarro jardín eco-tecnológico urbano, con postes de luz rodeados de amplias hojas verdes, adornado artísticamente con papeles olvidados de helado, chapas de refresco y botellas de cerveza. En el barro que se acumula entre la acera y el asfalto,  que nos recuerda el contacto con la Naturaleza en medio del caos citadino, monte de las másd iversas especies crece incipiente y orgulloso, como si por allí no hubiese pasado la mano destructora del hombre.

Los árboles aparecen aquí y allá, con la raíces levantando el asfalto y el cemento, rompiendo el paradigma del orden lineal, imponiendo una estética dinámica e inusual. Lo único que interrumpe esta fusión de arte, urbanismo y vegetación es la constannte insistencia de alcaldes, gobernadores y concejales en volver a hacer las aceras, levantarlas con el ruidoso machacar de las maquinarias, interrumpiendo el paso peatonal y llenando de obreros con creativos piropos ginecológicos para las mujeres locales.

Este misterio, que es resuelto retóricamente por jóvenes y viejos diciendo que Venezuela es tan fértil y pródiga que nace una mata de mango si tiras una semilla en el medio de la calle, lo cual se ha visto en varios huecos históricos de nuestras ciudades, es más bien producto de lo mismo de siempre, un trabajo a medio hacer, el guiso, el chanchullo, la mediocridad, para comerse el dinero de la licitación y tras algunos años, volver a hacer el negocio.

Lo cierto es que leyendo sobre uso de cemento en la construcción las aceras, cuando el país es serio, requiere de no sólo un estudio del terreno para saber cómo eliminar su posible fertilidad por medio de arenas, grava o químicos, sino además, la remoción de hasta 30 centímetros del subsuelo, así como un peso y mezcla específica del cemento en el hormigón usado. En algunos otros casos, usar placas que diferencien este subsuelo del resto, para evitar filtraciones vegetales.

Un ejemplo muy similar a las calles de Puerto Ordáz, donde una lugareña cuenta que hace 20 años que no asfaltan, pero que el trabajo lo hizo entonces una empresa brasilera que hizo el trabajo correctamente. Una anécdota que podría explicar porqué las carreteras en Estados Unidos, que nos compra petróleo, son tan lisas y perfectas, y las nuestras, que lo producimos por millones de barriles diarios, están siempre llenas de huecos, a veces a semanas de haberlas arreglado.