06 enero 2024

93696 de Liturgy: la ópera-cyber-black-math metal filosófico que deslumbra con música extrema brillante y litúrgica

93696 es retador, absolutamente. Tanto para descifrar todos sus detalles, como para comprenderlo y más aún para reseñarlo, porque requiere saber mucho de música. No es algo digerible, sencillo o simplemente innovador.



Hace cuatro años escribí muy concienzudamente sobre su disco H.A.Q.Q. que yo apenas descubría a pesar de ser su cuarta placa. Y es que los ojos y oídos del mundo se posaron sobre esta banda que algunos clasificaron con sorna como "black metal hipster" porque presentaba una visión muy poco ortodoxa del género nórdico, con letras y una propuesta artística desde la disertación filosófica, la trascendencia existencial e incluso la meditación litúrgica.

La reseña de ese disco que mezcla sonidos de computadoras, math metal, aullidos de banshee, música clásica y experimental, algo de noise e instrumentos rarísimos lo pueden leer acá, por si quieren saber más antes de conocer lo que podría ser uno de los mejores álbumes de 2023.

En este nueva producción el cuarteto de Nueva York, liderados por Haela Ravenna Hunt-Hendrix, quien hizo la transición a mujer en estos pasados cuatro años, como para deleitar a los conservadores y puritanos que critican su propuesta, vuelve a echar mano de ideas similares a las de Lingua Ignota, Elend, Zeal & Ardor y Deafhaven para mezclar pianos, coros infantiles y poderosas baterías veloces con distorsionados riffs de guitarra de notas mayores y brillantes, disonancias frenéticas y efectos sonoros de falla de memoria de tu computadora. Es difícil precisar si es black metal experimental, mathcore de vanguardia o música académica contemporánea.

Lo épico y lo extraño se unen entonces con tropos del metal extremo, con arreglos que usan tiempos imposibles, cambios insólitos y mucha distorsión del mathcore. Los temas van de lo angelical a lo bestial pero bañados en una luz perenne y una agria voz dolorosa, fantasmal, aguda y desgarrada. Como un cementerio en un día de verano muy caluroso en contraste con la visión infernal, invernal y oscura del metal extremo, incluso el experimental. No es Noruega, es Central Park.

El doble disco, de 15 canciones y 82 minutos, incluye cuatro interludios donde escuchamos lo sublime, el lado más religioso y calmado, mientras en otros opus, un par superando los 14 minutos, se entrelazan riffs entrecortados, extraños, agudos como los gritos, con percusiones estrambóticas, que lo llenan todo con golpes de toms, repiques y muchos golpes, lo que llena a un estruendo balanceado acompañado sutilmente por los ruidos de fallas de memoria cuando los ritmos cumplen suficientes repeticiones.

Hay que insistir, mientras el 99% del metal puede ser descrito como oscuro, orgánico y hasta algo acústico, acá sobra la producción, el delicado tejido de frecuencias, el aprendizaje en estudio del noise-rock, del post-metal, del math-metal para sonar adecuadamente ruidoso, sin que perdamos la ferocidad vertiginosa. En medio de este caos, ordenado y milimétrico, suenan coros de niños, pianos góticos y cuerdas que crean lo que se podría entender como un hijo bastardísimo entre el cybergrind, el amthcore más furioso, el death metal experimental y el black metal más sinfónico con propuestas como Igorr, Pryapisme, Öxxö Xööx, Corpo-Mente y Amenra.

El disco tiene momentos en que aturde, otros que inspira, muchos más llenos de sorpresa y cuando crees que estás entendiendo, se "cuelga" para cambiar de ritmos y tiempos, mientras la cantante/guitarrista vuelve a girar en sí misma para gritarte como una bruja desesperada que toca una sinfonía maldita al mediodía en Manhattan. Es una rareza, es arte contemporáneo y es extrañamente bueno. 

Consideren que el productor es Steve Albini, un tipo con más de 1.500 discos grabados y mezclados, que ha trabajado con gene como Nirvana, Pixies, Godspeed You! Black Emperor, Mogwai, The Jesus Lizard, Don Caballero, Neurosis, Bush, Chevelle, Helmet, The Stooges y Slint, lo que permite entender que quizás ni siquiera estamos hablando de black metal o que esta etiqueta ya no significa tanto como antes, a menos que inventemos algo como el "original" y el "experimental".

En 93696 Haela también compuso los beats (incluido uno de trap que aún no he podido distinguir), las partes de pianos eléctricos Rhodes y Wurlitzer, el marxófono (una especie de cítara sin trastes), el piano, un piano de juguete y la guitarra de 12 cuerdas. El bajo estuvo a cargo Tia Vincent-Clark, las baterías fueron de Leo Didkovsky (quien tocó antes con Kayo Dot) y Mario Miron hizo las otras guitarras eléctricas y acústicas. Entre los invitados están Jake Rudin para la flauta y ocarina, Charlotte Mundy para las voces de soprano, Chris Ott en el trombón y Jon Paul Frappier en la trumpeta así como el ensamble de cuerdas Prague Strings y el coro infantil Hi Lo Singers.

Para escuchar esta bizarra obra maestra, gratis, en Bandcamp, acá: https://liturgy.bandcamp.com/album/93696

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