Muerte, divorcio, bancarrota, el cierre. Hay muchas razones para el despecho, la tristeza y la depresión. Esa en la que lloras todo el tiempo, en los lugares menos adecuados y cuando el entorno parece alegre o calmado. A veces llega de sorpresa, como una caída y otros momentos, eres tú quién decides darle fin. A veces es un poco de ambas. Eso no impide que llores en el baño, drogado/a en el avión o que te desgarre como una trago muy grande en una garganta irritada.
La propia cantautora chilena describe las 11 canciones de Adentro, su sexto álbum, como “el registro de las diversas etapas que conlleva una ruptura” que sirven de “diario de vida confesional sobre los distintos dolores, sentires y curas que trae un quiebre amoroso”. Así sus primeras tres canciones son los estragos en la cotidianidad de un corazón destrozado, que para curarse sangra ininterrumpidamente.
En Nada para ti (a dúo con la mexicana Ximena Sariñana) recoge los pedazos, se envalentona y le dice que el amor se acabó, que no quedan rastros de lo que sentía y es una despedida, aún no superada pero necesaria. Y es que el disco cuenta de forma descarnada los pasos no lineales de una relación acabada. En "Extraño" revela de forma descarnada cómo buscó refugio en cuerpos ajenos, que sirvieron igual de evasión y de comparación. Con alguien más, sólo se puede pensar en el ser que se amó, al que jamás se volverá. Si a quien amaste te rechaza, buscar alguien que no te ama pero te desea, puede no ser solución sino camino.
Así las canciones van yendo y viniendo sobre la lujuria, los celos, el delirio y hasta las torpes decisiones que se toman de forma posterior, que incluyen las negaciones y las resistencias ("Puede ser que al final seamos amigos, es que me caes bien, y te cuente de mi nueva vida en tu cumpleaños"), la añoranza y hasta las muy malas decisiones emocionales como "Jugando con fuego". Francisca lo ha descrito así: "no es sólo llanto, sino depresión, seducción y sanación" mientras al disco entero lo calificó como "íntimo, vulnerable e intenso".
No se parece a lo que hizo Adele, sino que hay picardía, enredos, sexo y hasta regresos a etapas iniciales del duelo después de la presunta superación, y por tanto, hasta algo de sátira. En "Juan" o "Ardiendo" podemos escucharla retozar, escucharla burlona, maldecir y reír, aunque sin eximir los sentimientos encontrados de conocer a nuevas personas mientras continúas herido/a.
En medio de estas letras, hay un pop brillante, con pequeños arreglos de batería jazz, pianos que no necesitan ser melancólicos, coros pegadizos que saben a alegría (ya pasó todo, estamos escuchando los himnos testimoniales del dolor pasado) y poesía con visos de electrónica y rock pop.
Este disco me impactó desde la primera escuchada, porque no esperaba esto de Francisca, sentí que quería escuchar con detalle cada sílaba, entender cada una de sus ideas, reconocer mis viejos dolores amorosos en sus propias experiencias, escuchar la de ellas y abrazarnos como amigos. Me provoca decirlo: yo también pensaba eso, también la cagué así, también me arrepiento de algunas estupideces.
Los pianos tan bien ejecutados, esa especie de vacío profundo que dejaron para apreciar los silencios así como los ruidos incidentales y los cambios vocales en cada canción, recorriendo técnicas y el rango de la cantante, me engancharon con el disco. Para mí, un favorito inmediato.
El disco termina de forma inmejorable: Ámame un poquito más, en la que se critica haberse enamorado de quien no lo merecía para luego cerrar con Lo Nuestro Nadie Puede Borrarlo, en que a pesar que todo ha terminado, uno se queda con esa pequeña luz mínima, casi apagada, apenas visible, esperando que sea otra persona el recipiente de un amor que no se ha extinguido por completo.
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