Death metal técnico progresivo, palabras que no tan usualmente van juntas porque requieren contener precisión a altas velocidades rítmicas, riffs rocambolescos que se deslicen por el mástil como rayos láser y arreglos que no sólo incluyan teclados, golpes de batería atravesados y un jazzista en el bajo sino que eso implique melodía, momentos épicos y sorprendente poderío salvaje.
Así es el tercer disco de estos franceses, Process of A New Decline (2009), que me voló la cabeza desde el primer tema. “Disavow your god”, mi preferida, se echa unos buenos tragos de los primeros Cryptosy y Cynic, se dispara también interludios de space rock, sazonando con guitarras funk. Los riffs mutan rápidamente del death melódico al hardcore hasta perderse en elucubraciones tipo Muse, con arpegios brincando por doquier para que bajo y batería jueguen al jazzfunk.
Lo que nunca se abandona es la carrasposa voz gutural, brutal acompañante de los acompasados golpes de guitarra y percusión. La batería tiene un sonido penetrante, con una fuerte presencia del redoblante y bombos procesados, compartiendo protagonismo con las armonías de guitarras. En conjunto, un sonido taladrante y persistente, que da espacio para los devaneos del bajo y los arpegios imposibles.
Aunque la mayoría del disco se desarrolla centrado en lo técnico y lo progresivo, con suculentos arreglos musicales que nutren sin salir del género extremo, hay una excepciones increíbles en las canciones “Rebirth of senses”, “Guilty of Dispersal” y “Watershed”, en el que reaparecen brevemente sonoridades experimentales mientras se eleva la intrincación de los tempos asincopados. Repartidas por todo el disco, dan diversidad sin estridencias.
Un discazo de versatilidad veloz, punzante y oscura.
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