27 diciembre 2018

Vector de Haken, más pesados que nunca, se exhiben con un viaje de metal progresivo preciso, matemático y laberíntico


Me emocioné al enterarme del disco nuevo de los británicos Haken, después del extraordinario Affinity así como la versión en vivo L-1VE. Incluso preferí escuchar antes el concierto para irme adaptando, porque con el metal progresivo me parece mejor bajar expectativas para dejar que los sabores más digeribles no oculten las joyas escondidas de la instrumentación en capas más sutiles. No quería que me pasara lo que sentí con Nova Collective, demasiado talento y canciones predecibles, y porque admito que nunca disfruté demasiado de Dream Theater, por más paradójico que parezca.

Con un intro que asoma ciertos arreglos electrónicos, la primera canción “The Good Doctor” asoma usa voces limpias y una aparente sencillez inicial para desenfundar la poderosa máquina de ejecución instrumental, con fuerza, velocidad e intrincados juegos de batería, bajo y guitarras en un sonido denso, alimentado copiosamente de órganos de iglesia y teclados de Diego Tejera. No desilusiona sino te hace querer mucho más. Y te lo dan en Puzzle Box cuando los arreglos empiezan a sonar sobrehumanos, con ultra precisión técnica y ambiente electrónico. Matemática para pocos en forma de metal progresivo. Bravo por los arreglos de bajo y teclado que nos hace sentir que una máquina sideral construye un futuro límpido y complejo de post-industrialización cósmica. Le queda perfecto el nombre pero que también alude al tema lírico del disco, sobre un paciente psiquiátrico y la experimentación que un doctor hace con él, entonces es también un concepto de medicina epidemiológica.

Lo que vas a escuchar entonces es metal progresivo con arreglos de drum b bass, riffs pesados y complejos de djent, cortes polirrítmicos y la influencia de Adam Getgood, exbajista de Periphery, en la producción. Es decir, a pesar de mi inicial precaución, este disco no se pone más suave, melódico o fácil de escuchar, sino que explora una nueva forma de complejidad sónica que me ha gustado muchísimo, porque también recuerda a Opeth y Thank You Scientist, en que se combinan elementos de jazz, rock progresivo y ambientes fantasmales.

Lo mejor del disco es el tema “Veil”, de casi 13 minutos y el instrumental seguido “Nil by mouth”, en que Haken muestra sus dientes, cambia de tiempo y texturas, juega con teclado y voz, hace laberínticos arreglos y se exhibe su virtuosismo conjunto.

Aunque inicialmente no me capturó, con cada escuchada se metió en mis neuronas, gracias a los extraordinarios arreglos de voces. Una mejora con respecto a su propia obra, ahora con un rostro más duro. Y Haken, eventualmente, se transformó en uno de mis favoritos que logré presenciar en vivo en 2023 en Bogotá.

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