21 mayo 2019

Perrocalientes "con aliños", así complacimos a los niños de Invítalo a comer en San Vicente

Después de complacer la petición de las mamás de servirles pollo guisado con ensalada, que los niños se comieron con un gusto enorme, queríamos ahora dibujarles una sonrisa gigante mientras combatimos la deserción escolar y la desnutrición. Así que el 29 de abril les llevamos perros calientes de salchicha de pollo con ensalada rayada y papelón con limón a los 300 niños de la UE Padre Juan José Zugarramurdi II de San Vicente, al sur de Maracay.
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Junto a Milipza Meneses y su novio Orlando, Araibel Muñoz, Diomar Castellanos, Enrique Garcia, bajo el liderazgo de Aruska Hernández y el amor de la señora Carmen, de las mamás colaboradoras, llenamos las caritas de salsa rosada y sorpresa porque habíamos hecho caso de sus deseos.
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"¡Perro caliente, trajeron perrocalientes!", decían los niños que se asomaban a la puerta de la cocina para saber qué habíamos traído con "Invítalo a comer" en esta ocasión.
Los más pequeñitos requirieron aydua de nosotros y las maestras para poder comerse el perro que lucía inmenso y difícil ante ellos, los más grandes se reían porque "el perrocaliente tiene aliños" para referirse a la ensalada rayada que les pusimos a todos, con el requisito de comérselo completo.
Vimos a niños que se comieron primero la salchicha, otros que la dejaron de último y siempre el recuerdo agridulce: "no recuerdo cuándo fue la última vez que me comí uno", contaron los más grandes.
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Recuerdo cuando se cobró la primera beca de los cuatro estudiantes que salieron de la escuelita de Fe y Alegría a liceos públicos en San Vicente. Además de comprarles útiles y ropa interior las mamás contaban que pidieron comerse un raspado o un perrocaliente.

Una de las becas se acercó con su hermana, de 15 años, a punto de graduarse y con una bebé pequeña. Ninguna de las dos había desayunado. Devoraron dos perrocalientes con devoción.
Pero lo más emocionante fue recibir los boltines de notas de nuestros becados, ubicados entre el décimo y cuarto puesto de su salón. Parece que las pizzas educativas, el pabellón maternal y el pollo adorado están dando resultados. Las mamas orgullosas aspiran a más: "ya le dije que tiene que ser el primero", dijo la mamá de Jorge, quien acaba de traer al mundo a sus morochos, séptimo y octavo hijos de la familia.

Lo menos agradable fue saber que el turno de la tarde está a punto de desaparecer. Los niños van ahora casi todos en la mañana porque las maestras no pueden trasladarse.

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