Cuando
comenzamos con Invítalo a comer, mi idea era llevarles un pabellón
criollo a los niños. Pensé en un amigo chef que lo hacía
maravillosamente, pero cuando lo llamé estaba listo para emigrar,
cansado de extrañar a su hijo en Chile y que le robaran el negocio. Así
que empezamos a llevarles pollo rostizado, pizzas y hamburguesas gourmet
para niños, contribuyendo así con el comercio local en el sur de
Maracay, donde también está la escuela.
Pero a mediados del año pasado eso también cambió. Y tuvimos que empezar a comprar comida para hacer en la escuela. Así compramos cachapas hechas a un señor en Palo Negro y cocinamos el cochino en la escuela, para darles mucha proteína y variedad a los pequeños de la UE Padre Juan José Zugarramurdi II de El Viñedo en San Vicente, Maracay. Así hicimos también durante las dos navidades.
Para comenzar el 2019 llegó mi comida favorita en todo el mundo. Compramos sacos de 25 kilogramos de caraotas negras y de arroz, 20 kilos de carne mechada y 30 litros de jugos naturales. Montones de aliños y el concurso amoroso e indispensable de las madres colaboradoras de la escuela, ubicada en la comunidad Juana La Avanzadora, una invasión que colinda con el contaminado Lago de Valencia.
Las madres colaboradoras, encabezadas por la señora Carmen, mamá y abuela de alumnos, hicieron un fogón para hacer la mayor cantidad de comida que habíamos llevado nunca. Y lo mejor, usando menos de 90 dólares. Fueron varios ollones de alimentos que servimos a manos llenas para la alegría y locura de los pequeños, que nos abrazaron, se reían y celebraban, no sin preguntar por su favorita. "¿Van a traer pizza para la próxima?".
También hubo niños que lloraron porque no podían comer más. La maestra Karla sospecha que se ha reducido su tolerancia a algunos alimentos o el tamaño de su apetito o estómago por la falta de alimentos. Sin embargo, gracias a la colaboración de Karla Alzuro, el mes que viene tendremos un buen cargamento de complementos nutricionales para niños de todas las edades, como cereales y galletas proteícas. Gracias por ese amor desde Bilba.
Y más buenas noticias, ante nuestra idea de crear una solución para la escasez de agua, que es gravísima, nos han contactado un grupo de estudiantes de Arquitectura de Barquisimeto y una firma de arquitectura caraqueña con experiencia en soluciones sostenibles. La idea es aprovechar el agua de lluvia, para usarlo en baños y limpieza, llenando para eso el tanque subterráneo y los aéreos, con un sistema instalado en el techo.
Al pabellón le faltaron tajadas, pero fue fenomenal, los niños pudieron comer en grandes porciones, también los maestros y personal administrativo, que quedara en mayores cantidades para el turno de la tarde (son 300 en total en la matrícula) e incluso para las arepitas del desayuno del día siguiente. Eso no sería posible sin el trabajo a brazo partido, colaborativo, voluntario y coordinado de Aruska Hernández, Enrique Garcia, Diomar Castellanos y Luis Cataño en una jornada en que empezamos a hacer más responsables a los adultos de la escuela de entregar los alimentos.
Pudimos hacer algunas donaciones de ropa y calzado, pero es urgente contarles que nos hace falta muchísimas más, porque hay niños que están dejando de ir a la escuela no sólo por falta de alimento sino por no tener ni siquiera el uniforme para asistir. Antes ayudamos a los más vulnerables pero las necesidades se han extendido.
En "la escuela más bonita del mundo" ahora tienen una nueva comida favorita: el pabellón criollo.
Nos puedes ayudar con donaciones al https://paypal.me/invitaloacomer, también por BofA, Zelle, en bolívares, productos de higiene y limpieza, alimentos o materiales de construcción.
Les pido una gran ayuda: darle RT o me gusta a esta publicación en Twitter, para que llegue tan lejos como esta de Facebook https://twitter.com/jeanfreddy/status/1093537429657669635. Además, pueden visitarnos en invitaloacomer en Instagram.
Pero a mediados del año pasado eso también cambió. Y tuvimos que empezar a comprar comida para hacer en la escuela. Así compramos cachapas hechas a un señor en Palo Negro y cocinamos el cochino en la escuela, para darles mucha proteína y variedad a los pequeños de la UE Padre Juan José Zugarramurdi II de El Viñedo en San Vicente, Maracay. Así hicimos también durante las dos navidades.
Para comenzar el 2019 llegó mi comida favorita en todo el mundo. Compramos sacos de 25 kilogramos de caraotas negras y de arroz, 20 kilos de carne mechada y 30 litros de jugos naturales. Montones de aliños y el concurso amoroso e indispensable de las madres colaboradoras de la escuela, ubicada en la comunidad Juana La Avanzadora, una invasión que colinda con el contaminado Lago de Valencia.
Las madres colaboradoras, encabezadas por la señora Carmen, mamá y abuela de alumnos, hicieron un fogón para hacer la mayor cantidad de comida que habíamos llevado nunca. Y lo mejor, usando menos de 90 dólares. Fueron varios ollones de alimentos que servimos a manos llenas para la alegría y locura de los pequeños, que nos abrazaron, se reían y celebraban, no sin preguntar por su favorita. "¿Van a traer pizza para la próxima?".
También hubo niños que lloraron porque no podían comer más. La maestra Karla sospecha que se ha reducido su tolerancia a algunos alimentos o el tamaño de su apetito o estómago por la falta de alimentos. Sin embargo, gracias a la colaboración de Karla Alzuro, el mes que viene tendremos un buen cargamento de complementos nutricionales para niños de todas las edades, como cereales y galletas proteícas. Gracias por ese amor desde Bilba.
Y más buenas noticias, ante nuestra idea de crear una solución para la escasez de agua, que es gravísima, nos han contactado un grupo de estudiantes de Arquitectura de Barquisimeto y una firma de arquitectura caraqueña con experiencia en soluciones sostenibles. La idea es aprovechar el agua de lluvia, para usarlo en baños y limpieza, llenando para eso el tanque subterráneo y los aéreos, con un sistema instalado en el techo.
Al pabellón le faltaron tajadas, pero fue fenomenal, los niños pudieron comer en grandes porciones, también los maestros y personal administrativo, que quedara en mayores cantidades para el turno de la tarde (son 300 en total en la matrícula) e incluso para las arepitas del desayuno del día siguiente. Eso no sería posible sin el trabajo a brazo partido, colaborativo, voluntario y coordinado de Aruska Hernández, Enrique Garcia, Diomar Castellanos y Luis Cataño en una jornada en que empezamos a hacer más responsables a los adultos de la escuela de entregar los alimentos.
Pudimos hacer algunas donaciones de ropa y calzado, pero es urgente contarles que nos hace falta muchísimas más, porque hay niños que están dejando de ir a la escuela no sólo por falta de alimento sino por no tener ni siquiera el uniforme para asistir. Antes ayudamos a los más vulnerables pero las necesidades se han extendido.
En "la escuela más bonita del mundo" ahora tienen una nueva comida favorita: el pabellón criollo.
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