03 enero 2019

Así fue mi 2018

Resumir este 2018 se me hace difícil. Hemos pasado por años en que pasamos de creer que aguantar o quedarnos nos haría más fuertes a estar sometidos a condiciones aún peores. Ahora se habla muchísimo de reconstrucción, en que casi todo acabado o muy deteriorado, de tragedias cotidianas y de los rostros de quienes empujan desde adentro. Los que no se van. Y al mismo tiempo, fue el año en que la diáspora empezó a tener más protagonismo, más voces y mayor ímpetu.

Para mí fue iniciar y dirigir la Unidad de FactChecking de EfectoCocuyo, un verdadero sueño hecho realidad. Pertenecer a este equipo tan talentoso, diverso y enamorados del mejor periodismo nos llevó además a obtener varios reconocimientos, incluyendo el Premio Gabriel García Márquez 2018 por el trabajo Venezuela a la fuga junto a Ginna Morelo de El Tiempo de Colombia. Pero hubo mucho más, mensajes de cariño, apoyo y agradecimiento de todo tipo por la cobertura de salud, ambiental, económica, educativa, social, cultural, de género, de sucesos y política.

En ese mismo contexto, lideré el equipo que ganó el Hackatón de FactChecking de Chicas Poderosas y la Embajada de Reino Unido con "Chequéamelo", un robot que interpreta las respuestas recibidas a través de un canal de Whatsapp para jerarquizar las informaciones a ser verificadas o chequeadas. Y pude hablar de eso y lo que hacemos en EfectoCocuyo en Buenos Aires en el encuentro LatamChequea, lo que fue una oportunidad única (incluyendo verme con 11 amigos allá en apenas dos días).

Fue un año de muchísima solidaridad hecha real. Doce meses de ayudar a la escuela Padre Juan José Zugarramurdi II de El Viñedo, en San Vicente, la zona más pobre, violenta y ambientalmetne afectada de Maracay. Junto a mis compañeros, el amor y dirección de Aruska Hernández, hemos llevado almuerzos, cariño, reconocimiento, autoestima, paseos, libros, útiles, uniformes, canciones, educación odontológica, Yoga, trabalenguas, empanadas, tortas e incluso hemos becado a niños que siguen al liceo, para construir lo que llamamos "la escuela más bonita del mundo". Nos enviaron dienro de muchos países del mundo, venezolanos en el exterior recaudaron fondos, enviaron de su propio bolsillo con esfuerzo, convencieron a otros extranjeros, pero también quienes están auí nos hicieron donaciones, nos dieron ánimos, alianzas, favores, voluntariado y todo lo necesario para alimentar el alma y las barriguitas de 300 niños de 3 a 11 años.

Este año también llegó Anastacio. Nuestro primer carrito como pareja. Un Festiva 2001 usado, con varios defectos mecánicos y eléctricos que hemos ido resolviendo poco a poco pero que nos ha cambiado la vida. Después de un par de meses casi encerrados en casa porque usar gandolas o camiones de volteo se hizo muy peligroso para ir y venir a Maracay, nos retrasamos en diligencias y hábitos como ir al gimnasio, al kárate o al centro de Maracay a hacer compras. Un logro que, como otros, solo fue posible por el apoyo de familiares y amigos.

Para mí fue además todo un viaje personal, por supuesto, de muchos viajes laborales y satisfacciones, pero además de cambios inesperados. Los menos agradables tratando de verles la lección, como suele decirse, para resumir este año en aprender a quedarse callado, a dejar pasar, a omitir. No siempre con éxito, pero siempre presente. Pasar agachado como estrategia. Pero tuve la oportunidad de escribir sobre el último glaciar del país, visitar el Caura, ir a Mérida dos veces, una de ellas regresando por los Llanos, volver a San Cristóbal, ir a playas nuevas y tener un sobrinito nuevo, bendito entre sus dos hermanas y prima.

Pero también fue un año de extrema polarización. Desde el principio con el asesinato de Óscar Pérez hasta las protestas por pernil, de enero a diciembre, pero pasando inevitablemente por el tema de votar o no, radicales o colaboracionistas e incluso en temas menos políticos como si se deben o no vender nudes por Internet, si va el agua o la harina primero para hacer arepas, ayudar o no a un profesor de la universidad, pasando por supuesto por las tendencias globales de insultarnos por el aborto, la extrema derecha, el progresismo, Donald Trump, Almagro, el feminismo, los derechos de las personas sexodiversas, qué es ser liberal y el papel de los famosos en la sociedad.

Por todo nos destrozamos, nos canibalizamos, nos destruimos hasta la irreconciliación, el odio y el desprecio, como si de verdad el otro o la otra están únicamente definidos por esa posición. Como si quien piensa distinto está allá lejos, en la punta de la montaña, en lugar de estar tan pero tan cerca, que omites pelear con tu pareja, madre, mejor amigo por las mismas razones por la botas espuma por la boca en Twitter. Y sobre eso quisiera enfocar mi deseo en 2019: que seamos más empáticos, más tolerantes, más comprensivos.

¡Feliz año! Las arepas son venezolanas, las mejores hallacas son las de mi mamá

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