25 febrero 2024

Desinformación, clima extremo, polarización, ciberseguridad y guerras entre Estados son principales riesgos entre 2024 y 2026 según FMI

El Informe sobre Riesgos Globales 2024 del Fondo Monetario Internacional destaca las principales amenazas a las que se enfrentará el mundo en la próxima década. La desinformación, los fenómenos meteorológicos extremos, la polarización social, la ciberseguridad y los conflictos armados serán los principales riesgos en los próximos dos años (2024-2026).

Pero también debemos prestar atención a los riesgos que pasan desapercibidos. Desde la recesión económica y el desempleo hasta el cambio climático y la desinformación, los retos a los que podría enfrentarse el mundo en un futuro a corto y medio plazo son innumerables.

Para comprender el tamaño y el impacto que representan, han sido clasificados por expertos del mundo académico, gubernamental, empresarial y social. Por otro lado, en los próximos 10 años, los mayores riesgos son los fenómenos meteorológicos extremos, los cambios críticos en los sistemas terrestres, la pérdida de biodiversidad y ecosistemas, la escasez de recursos naturales y la desinformación.


Tal vez los principales riesgos no sean sorprendentes, dados los conflictos en curso en varias regiones, la intensificación del cambio climático y el rápido avance tecnológico. Pero también se debe prestar atención a algunos de los riesgos que todavía pasan desapercibidos. Ellos revelan una imagen mucho más amplia e interconectada del riesgo mundial.

He aquí 3 áreas de creciente preocupación.

Delincuencia organizada por la recesión económica

La delincuencia organizada está aumentando en todo el mundo, y aunque actualmente se percibe como un factor de riesgo relativamente bajo -ocupando los puestos 28 y 31 en los horizontes temporales de dos y diez años- el análisis del Foro muestra que tiene una conexión directa con los riesgos mejor clasificados.

La recesión económica, la falta de oportunidades económicas, la inseguridad cibernética y la migración involuntaria -todos ellos riesgos de primer orden- son motores potenciales de la actividad económica ilícita. Si no se puede encontrar un empleo legítimo por motivos relacionados con los principales riesgos, la delincuencia puede convertirse en una alternativa atractiva.

Esto podría tener un impacto desestabilizador en un amplio abanico de países durante los próximos años, advierte el informe. Los datos indican un aumento de la actividad en diversos mercados delictivos y el riesgo en términos de seguridad es significativo. Entre 2000 y 2019, la actividad delictiva causó un número de muertes comparable al de todos los conflictos armados del mundo, con una media de unas 65 000 muertes anuales.

En el informe se señalan tres ámbitos clave que pueden alimentar las organizaciones delictivas y los mercados ilícitos: la inestabilidad política y económica, los avances tecnológicos que permiten una mayor conexión entre los delincuentes y el colapso de la gobernanza.

Catástrofes naturales y disrupciones

Como era de esperar, las catástrofes meteorológicas encabezan la lista de riesgos más probables para la próxima década: el 66% de los encuestados en el informe consideran que el clima extremo es la mayor preocupación. El programa europeo de observación terrestre, Copernicus, informó de que 2023 sería el año más caluroso jamás registrado, lo que agravaría los efectos climáticos, como inundaciones e incendios forestales, y el calentamiento del Ártico.

Pero los fenómenos no relacionados con el clima también son preocupantes, aunque ocupen un lugar más bajo en los índices bienal y decenal (33º). Los terremotos y las erupciones volcánicas, aunque no están directamente relacionados con el cambio climático, pueden causar graves disrupciones y devastación. Según informó el New York Times en enero de 2024, más de 3700 personas se quedaron sin hogar en Islandia debido a la actividad volcánica.

Las repercusiones de las catástrofes naturales no relacionadas con el clima son múltiples: regiones enteras pueden verse desplazadas o destruidas, lo que acarrea otras consecuencias como la emigración involuntaria, el desempleo y la disrupción de infraestructuras críticas, según el informe.

Censura contra la desinformación

La falta de confianza en los medios de comunicación y el fácil acceso a la inteligencia artificial son una combinación peligrosa que sitúa a la censura y la vigilancia de los ciudadanos en los puestos 21 y 14, respectivamente, en sus clasificaciones de riesgo a dos y diez años.

Una investigación de Reuters muestra que los grupos marginados son más propensos a no confiar en los medios de comunicación convencionales, y estos grupos también están en riesgo por factores de mayor preocupación, como la recesión económica y el desempleo.

A esto se suma la proliferación de la inteligencia artificial y la creciente facilidad con la que se puede generar información falsa y manipulada. Juntos, estos factores podrían contribuir a crear "un terreno fértil para que la difusión de información errónea y desinformación se arraiguen y polaricen comunidades, sociedades y países", afirman los autores del informe.


La difusión de información errónea y desinformación están, por tanto, inextricablemente ligadas a otro riesgo que aparece mucho más abajo en la clasificación: la erosión de los derechos humanos (15º y 18º, respectivamente, en los plazos de riesgo de dos y diez años). El peligro en este caso, sugiere el informe, no es la desinformación en sí, sino las respuestas a ella.

"La difusión de información errónea y desinformación puede llevar al refuerzo del autoritarismo digital y del uso de la tecnología para controlar a los ciudadanos. Los propios gobiernos estarán cada vez más en condiciones de determinar qué es verdad, lo que podría permitir a los partidos políticos monopolizar el discurso público y suprimir las voces disidentes, incluidos periodistas y opositores."

Como muestran estos ejemplos, los riesgos considerados menos preocupantes suelen ir asociados a otros de mayor categoría, como consecuencia de un problema mayor. El informe subraya la necesidad de que los dirigentes y responsables políticos sean conscientes de los riesgos aparentemente de bajo impacto a la hora de elaborar planes para mitigar los más urgentes.

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