El penúltimo disco de Death antes de la trágica y prematura muerte por cáncer de Chuck Schuldiner es definitivamente uno de los mejores discos de la historia, ni hablar del metal. Resume una visión de art rock, experimentación e influencia progresiva, que supera los propios límites del metal, cambiándolo para siempre.
Después de los discos Human e Individual Thought Patterns, en que hubo muchísimo jazz/death (amén de tocar con los músicos de Cynic) y metal progresivo matemático, ahora Schuldiner presenta un proyecto con un estilo más enfocado, más conceptualizado, en que cada canción conforma parte de un gran todo, con el death melódico más protagonista y una voz rasposa aunque más accesible, si se quiere. Se aleja así de las propuestas de Cynic, Gorguts y Pestilence, aunque sigue siendo un compañero de armas en el death técnico, avanza hacia una dirección más dinámica.
La combinación de riffs de death metal con influencias de jazz, los arreglos progresistas de bajo y batería, la mezcla atmosférica mostraba algo innovador e incluso inquietante como en la canción Crystal Mountain en que los guturales sobre momentos de minimalismo instrumental, con interludios de guitarras acústicas de flamenco o solos de hit hat que quizás ahora podríamos interpretar como de post-metal, ponían en duda si estábamos hablando exclusivamente de música metal o algo más.
Symbolic revela al Death que sigue siendo brutal aunque menos extremo y progresivo que anteriores entregas, inclinándose incluso por momentos ya no metaleros e incluso de rock progresivo y de hardcore punk europeo, como quizás se confirmó luego con la salida del disco de Control Denied.
Ya no es el Death de Scream Bloody Gore aunque tampoco el laberíntico de Human, sino un cambio claramente influenciado por el Heartwork de Carcass, que salió dos años antes. Chuck le daba así la bienvenida al death melódico mientras en temas como Misanthrope todavía mostraba que había claves del death técnico y progresivo que nos había entregado diligentemente con el cambio sucesivo de colaboradores.
Fue el único disco grabado por el guitarrista Bobby Koelble, quien ahora se desempeña como guitarrista de jazz en el sexteto The Jazz Professors, además es profesor universitario de jazz y ha grabado videos instructivos para personas con discapacidad visual, y el bajista Kelly Conlon, y el segundo y último de Gene Hoglan después de Individual Though Patters.
Death era Schuldiner con su visión, su capacidad técnica y sus ideas, y acá como único compositor lo demostró una vez más, quizás de forma más clara.
En Spotify lo escuchas acá.
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